La decisión del congreso de los Estados Unidos, consistente en bajar los impuestos a las corporaciones del 35% al 21%, está dando lugar a varios tipos de debates.
De un lado, se calentó la tradicional controversia acerca del resultado de las elecciones de mitad del período presidencial americano, a la luz de la impopularidad del presidente Trump y el eventual impacto de las medidas tributarias.
Unos sostienen que, cuando los norteamericanos acuden a elegir congresistas, cumplido apenas parte del término constitucional, lo que hacen es emitir un veredicto sobre el partido que ocupa la Casa Blanca.
Es un plebiscito acerca de la cabeza del ejecutivo, dicen los defensores de dicha visión.
Para sostenerla, acuden a las evidencias históricas en los casos de la derrota a Reagan en 1982, y de la solidaridad con Bush en 2002, que fue el resultado del apoyo que recibió después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, no del efecto en los votantes de la disminución de impuestos, aprobada con anterioridad a esas fechas.
Sin embargo, existe optimismo en varios sectores del partido republicano con respecto al resultado positivo, en términos electorales, de la reducción de la carga tributaria.
Por otra parte, la medida se está discutiendo, igualmente, en el mundo.
Hay quienes afirman que puede producir tensiones en el comercio internacional.
Las reacciones en contra se sienten ya en la Unión Europea y China, para mencionar solamente dos casos significativos.
En el primero, ciertas declaraciones de algunos de sus dirigentes se han entendido como el anuncio de que estarían pensando en acudir a la Organización Mundial del Comercio, con el fin de combatir la decisión americana.
Con respecto al segundo, se prevén medidas proteccionistas para impedir la repatriación de capitales de compañías norteamericanas, y el mayor flujo de los recursos originados en sus actividades en China hacia el exterior.
Así mismo, las discusiones académicas son plato de cada día. Como es usual, en una orilla se sitúan quienes defienden la bondad de la disminución de los impuestos considerándola una medida necesaria para que haya más inversión, mayor número de empresas, ingresos en los bolsillos de los ciudadanos, y, en consecuencia, incremento del nivel de consumo.
El lado contrario es ocupado por los que sostienen que bajar el nivel de tributación a las empresas solamente sirve a los accionistas, por cuanto los trabajadores se benefician apenas en un porcentaje menor.
Se hacen, en igual forma, otras consideraciones adicionales.
La más importante de ellas es que parece haber buenas señales relacionadas con la economía global durante el año que empieza.
Observadores juicios, y enterados, estiman que la Unión Europea y los Estados Unidos podrían crecer a un ritmo del 2%, aceptable para esas economías, en virtud de su madurez, y que realidades similares se presentarían en economías emergentes, como Rusia y Brasil, al igual que en el caso de India, cuyo crecimiento sería del 8%.
El eco de semejante discusión pública nacional, internacional y académica debe escucharse en el país.
Con mayor razón, teniendo en cuenta el mal estado de nuestra economía, así como la urgencia de dar pasos audaces que den lugar a que la economía crezca rápidamente en procura de tener buena política social, combatir eficazmente la pobreza, construir equidad y generar empleo.
Bienvenido, pues, el debate económico cuando empieza el año 2018, y en nuestro país se entra en tierra derecha hacia la elección de nuevo congreso y presidente de la República.
En manos del próximo gobierno quedan las rectificaciones que se necesitan, en procura de que la nación recupere la senda del crecimiento y la solidez institucional.