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El salvavidas de la Unesco

El reconocimiento que hace la Unesco para salvaguardar la música tradicional vallenata, es un salvavidas para este folclor sumido en una crisis y es necesario reconocerlo para salir del problema, no como, de forma arrogante, expresó el cantante Orlando Liñán “el vallenato goza de buena salud” es falso; la crisis es incuestionable por varias razones: la decadencia natural de artistas que en los años 70, 80 y 90 lograron la época dorada del folclor; vivimos en la era de la payola y los locutores corruptos; no ha habido un recambio relevante y la nueva ola busca más un impacto comercial. Poncho Zuleta fue categórico y por primera vez se atrevió a decir que lo que se está haciendo no es vallenato, ojalá la camada de músicos nuevos entienda que sus producciones son objeto de críticas permanentes y hagan un ejercicio de reflexión para no quedar en la historia vallenata como responsables de aniquilar un folclor que surgió de lo más puro de una región y su gente.

La evolución es bienvenida, si se hace con calidad y trabajo, hoy los grupos graban a la carrera, no se dan el tiempo de investigar ni rebuscar una buena canción que haga honor al género, la tendencia de la evolución no puede quedar en El sapo de dos patas, Te empeliculaste, La coca cola, La patineta loca, La Santa, El látigo o El fajón, eso es música corroncha, un retroceso; evolución es el trabajo que hizo Carlos Vives, al fusionar ritmos de la cumbia, traer elementos de la música ribereña con instrumentos como la gaita y la tambora y aventurarse con el rock y lo que está haciendo Chabuco fusionando el latín jazz y el flamenco con el vallenato, aportes que abren nuevos espacios para un vallenato diferente, pero exaltando siempre al género que ayudó a internacionalizarlos.

Rescatable la nueva producción de Almes Granados e Ivo Díaz, un disco con ese sabor vallenato perdido, al igual que lo de Iván Villazón y pare de contar. Antes los compositores se esmeraban en hacer temas con matices, profundidad y poesía, armonizados por una buena melodía interpretada por un acordeonero ordenado y pausado, ahora se pasó a un vallenato simple, con letras sin contenido ni mensaje y menos, el sabor del vallenato raizal. Salvar el vallenato no es una tarea fácil, ya el cáncer hizo metástasis, a la mayoría de los nuevos intérpretes solo les interesa forrarse en dinero; estar en los listados, que todos sabemos cómo se hacen; tocar semanalmente sin trascender; no hay quien lidere un proceso, además hay mucho músico malo y oportunista que quiere aprovechar el camino que dejó el vallenato tradicional.

Hay que felicitar a los gestores culturales que participaron en la postulación de esta expresión y resaltar que este logro es del folclor y sus músicos tradicionales, hacia allá deben apuntar las políticas de recuperación, conformar un comité en el que participen todas las entidades, músicos, investigadores y sectores afines para desarrollar eventos trasparentes y excluidos de corrupción, que promuevan el auténtico vallenato, porque ya hay muchos frotándose las manos. Esperemos el Ministerio de Cultura convoque a todos, para esquivar egoísmos y exclusiones. El vallenato no se acabará, pero si no se toman medidas, quedará sonando la música chatarra que avizoró Consuelo Araujo.

 

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