El 11 de septiembre de 2001 se produjo el más devastador y cruel atentado terrorista, esta vez contra el corazón de la primera potencia económica y militar del mundo, los EEUU, por parte de Al Qaeda, cuyo cabecilla era el temible Osama Bin Laden, quien sería dado de baja posteriormente en Pakistán, 6 años después. El mismo tuvo como blancos todo el complejo de edificios del World Trade Center, incluidas las imponentes Torres gemelas, en Nueva York y el Pentágono, en el Condado de Arlington (Virginia). El saldo en víctimas humanas no pudo ser más aterrador: 2.749 muertos, 6.000 heridos y 24 desaparecidos. Irónicamente, justo en el momento que Bush tramitaba en el Congreso un proyecto para la instalación de un escudo antimisiles para blindar a los EEUU de ataques externos, tres aviones que despegaron de aeropuertos domésticos (vuelos 11 y 77 de América Airlines y 175 de United Airlines) sirvieron como “misiles” para este aleve ataque.
La respuesta del Presidente Bush en su momento fue declarar la guerra “eterna” al terrorismo y anunció una “cruzada” contra el mismo, expresión esta que fue de tan mal recibo, por su connotación histórica, que debió rectificarla a la primera oportunidad. Repito lo que dije hace 10 años1, el mundo no es más seguro que cuando Bush y sus aliados la emprendieron contra el motejado “Eje del mal”. 16 años después de declarada la guerra “eterna”, el terrorismo sigue vivito y coleando, sólo que ahora el protagonista no es Al Qaeda sino el Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés), conocido tambiérn como Dáesh o Daish, que el troglodita de Trump atribuye haber fundado al expresidente Barack Obama (¡sic!).
Los presidentes de EEUU, particularmente los presidentes republicanos, como los borbones ni olvidan ni aprenden. Las contínuas provocaciones y amenazas del Presidente de Corea del Norte Kim Jong Un, con la seguidilla de lanzamiento de misiles balísticos, que podrían portar ojivas nucleares con gran capacidad destructiva, han tenido por respuesta la amenaza de retaliación por parte del ogro de Trump, de responder “con un fuego y una furia nunca antes vista”. Esas son sólo baladronadas.
Y mientras tanto, un nuevo fantasma recorre a Europa y no sólo a Europa, la amenaza terrorista del ISIS, el cual recurre a métodos inimaginables de sembrar muerte y pánico a su paso, desde el frío acto de degollamiento de quienes no comulgan con su dogma religioso, pasando por los atentados suicidas, hasta el uso de vehículos para arrollar a indefensos y despreocupados transeuntes. Sus ataques por doquier han causado asombro, desconcierto y consternación en el mundo entero, pues ningún país está a salvo de sus atentados, siempre en sitios emblemáticos y concurridos, con el propósito deliberado de causar el mayor número de víctimas fatales posibles.
El ISIS ha sido diezmado por parte de la gran coalisión de más de 30 países, encabezada por las grandes potencias, al dar al traste con su intentona de hacerse fuerte en Irak proclamando el Califato y hacerles morder el polvo de la derrota a los yihadistas en Mosul, su principal baluarte. No obstante, con la misma intensidad con la que se lucha para neutralizar este grupo extremista, el mismo se robustece reclutando voluntarios despitados y radicalizados, fanatizados con sus prédicas, especialmente entre la juventud desencantada y propensa a abrazar su causa, por no tener ninguna otra opción de vida en una sociedad carente de valores que los margina y los discrimina.
La peor respuesta que se le ha dado a la amenaza latente del terrorismo internacional es la postura del nuevo inquilino de la Casa Blanca, quien con su consigna de “América primero”, como el avestruz, ha enterrado la cabeza en la arena. Trump y con él EEUU renunciaron a su liderazgo indiscutible en el mundo, cediéndole sus espacios a China y Rusia, que han cobrado una gran relevancia geopolítica. Con el manido cuento de que “el americanismo y no el globalismo será nuestro credo”, Trump ha replegado a los EEUU a sus propias fronteras y ha impuesto una política aislacionista que le puede salir caro. En uno de sus acostumbrados bandazos se desdijo de lo que había dicho de la OTAN; “dije que era obsoleta. Ya no es obsoleta” espetó el Presidente Trump. Pero su rectificación llegó tarde, pues la canciller de Alemania, una de las principales aliadas de EEUU, Angela Merckel tomó atenta nota de sus dubitaciones y dejó en claro que “los momentos en los que podíamos confiar plenamente en los demás, en cierta medida, han terminado y por lo tanto, sólo puedo decir que los europeos tenemos que tomar nuestro destino en nuestras propias manos”.
Y mientras tanto los ciudadanos del mundo siguen en ascuas, indefensos, más expuestos que nunca a la acción irracional y sanguinaria de estructuras criminales que se escudan en el integrismo religioso para justificar lo injustificable, que es cegar la vida al prójimo por profesar una fe distinta a aquella con la que ellos comulgan. Vivimos en un mundo mucho más hostil y vulnerable que enantes!
Por Amylkar D. Acosta M.