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“Yacano manso”. “Guatilla manso”

Reflexiones de Tío Chiro y Tío Nan


Por Aquilino Cotes Zuleta

Entre los años 60 y  70,  hasta el 74, el Municipio de Codazzi, al norte del departamento del Cesar – Colombia,  vivió la más grande bonanza algodonera de Latinoamérica y cada fin de año miles de trabajadores procedentes de los departamentos de Bolívar, Magdalena, Atlántico, La Guajira, Tolima y los santanderes llegaban al pueblo en busca de trabajo.
Muchos de esos recolectores de algodón en los asoleados campos codacenses y trabajadores de las empresas desmotadoras (IFA, IDEMA, Cenalgodón  y Federación Nacional de Algodoneros) se radicaron en el pueblo y hoy tienen sus hijos y nietos allí.
Los codacenses fueron amplios y hospitalarios. Acogieron sin egoísmo y sin  malicias a todo el que iba en busca de trabajo. Los trabajadores llegaban al pueblo en el mes de octubre, para iniciar la cosecha algodonera en el  mes de noviembre.
La cosecha duraba entre tres y cuatro meses, y hasta cinco, cuando había repela y contrarepela (término que se acuñó para indicar que se hacían tres recolecciones de motas de las matas de algodón, en la misma cosecha).
Teóricamente no era posible que una mata “pariera” tres veces motas de algodón, pero en la práctica sí, todo por la gran fertilidad que tenía el suelo codacense.
Pero la bonanza también llevó gente lacra a Codazzi, delincuentes, que se camuflaban entre los trabajadores  para hacer sus fechorías y la criminalidad se quintuplicaba cada fin y comienzo de año.
Bastó un hombre como el Teniente Martínez, un oficial de la Policía que fue nombrado Alcalde de Codazzi como fórmula para  detener la ola violenta que se suscitaba, principalmente en las noches y fines de semana  en bares y sitios de prostitución como “La Curva”.

El Teniente Martínez logró lo que muchos alcaldes civiles no pudieron: ponerle orden a un pueblo con una población tan heterogénea. Fue tan osado que mediante un Decreto ordenó “meter preso hasta por 48 horas al hombre que encontraran orinando en un árbol o en la pared de una calle”.
Matizó su férrea formación policial con lo religioso y prácticamente hizo obligatoria la asistencia  a  misa una vez por semana.
De la bonanza Codazzi pasó a la crisis, el “oro blanco” (algodón) desapareció y de las 250 mil hectáreas sembradas de algodón hoy no alcanzan a sembrar ni mil hectáreas, aproximadamente.
Entre sus cultivadores insignes aún se recuerda a Arturo Sarmiento Angulo quien en su finca cultivaba entre 900 y 1.500 hectáreas de algodón por año; “Pepe” Lafourie, el doctor Fuentes y Luis Peña.
Hoy solo quedan recuerdos de aquellas bonanzas y ahora la crisis está vigente porque el clima, los malos insecticidas y la falta de apoyo del Gobierno Nacional  y su clase política acabaron con la economía del pueblo.
Pero su gente sigue siendo hospitalaria y el extraño que llega se contagia de su calor, de los aguaceros que comienzan a las 11 de la mañana y terminan a las tres de la tarde.
La guerrilla, primero; después, los paramilitares, terminaron por sembrar plomo y muerte en vez de tranquilidad y paz. La guerrilla acorraló y logró la sumisión de autoridades y de mucha gente buena del pueblo; luego en la era de los paramilitares el pueblo también fue masacrado y resignado a una lucha a la que no estaba acostumbrada.
Habría entonces que invocar a la Divina Pastora, matrona del Codazzi, resucitar al obispo Atanasio Vicente Soler y al General del Ejército Antonio Galo Lafaurie, para que juntos, puedan repetir el milagro de aquel 7 de septiembre, cuando lograron pacificar en el campo a cientos de indígenas motilones (ahora yukpas), los más belicosos y guerreros de la Serranía del Perijá por donde guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes arrasaron con un pueblo honrado, trabajador y carismático.
Este fin de semana cuando celebremos en Codazzi las fiestas patronales de la Divina Pastora, el 15 de agosto, los codacenses volverán a soñar con aquellas palabras inmortales el día del milagro pronunciaba en su idioma por uno de los indios en señal de paz: “Yacano manso”.  “Guatilla manso”. En el lenguaje del motilón  “Yacano”  quiere decir indio y “Guatilla”, civilizado.
Finalmente, todos deberíamos estrecharnos las manos para hacer lo que la clase dirigente del pasado no dio para hacer de Codazzi: un pueblo progresista. Hasta la próxima semana.
tiochiro@hotmail.com

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