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“Con la escopetarra quise transformar la muerte en vida”: César López

Un artista comprometido con la paz

Por : Lida Mendoza Orozco
El cielo en Valledupar estaba gris, como las almas de las víctimas del conflicto  que en esa ‘Semana de la Verdad’, tuvieron que desempolvar los tristes y dolorosos recuerdos que les dejó la guerra y que – en algunos- aún no han cicatrizado.
La cita era al filo del medio día, apresuré mis pasos para llegar a tiempo y allí, en el lobby de un hotel del centro de la ciudad, estaba esperándome  César López, reconocido músico colombiano de 37 años, compositor, activista y militante de las causas sociales y de la búsqueda de la paz y creador de la ‘escopetarra’, un instrumento que nació de la transformación de un fusil AK- 47  para darle forma a una guitarra eléctrica.
Me encontré con un hombre sencillo, de camisa azul,  pantalón negro y un aro adornaba su oreja izquierda, lo que le da ese toque de rebeldía que contrasta con sus lentes que le da la apariencia de un niño ‘nerd’. Después de saludarlo, entramos a conversar de su gran compromiso social frente a la vida.
EL PILÓN: ¿Cómo inició ese compromiso social a través del arte?
César López: Desde hace 15 años estamos entregados a tratar de entender cuál es el papel que cumple el arte, la música en la búsqueda de la paz; y eso ha sido todo un descubrimiento hasta para los mismos artistas y – ahora- estamos tratando de ganarnos los espacios en el escenario nacional.
Antes la música seguía siendo esa cosa que no tenía nada que ver con las cosas serias de la paz, y ese entender que los que estaban haciendo esa paz eran seres humanos, que tenían miedo, rabia y culpa, me hizo llegar a encontrar que la música efectivamente tenía un rol importante, pero no había repertorio en ese momento.
EL PILÓN:¿Por qué cree que su iniciativa logró calar en la sociedad colombiana?
César López: Creo que hay dos cosas de nuestro trabajo que lo hace muy particular. Uno es que el trabajo que hacemos es en el terreno, nuestro discurso no sale de los grandes escenarios del mundo hasta la comunidad, sino que, al contrario, nos la pasamos viajando, estando con la gente, encontrándonos con la comunidad.
Y la otra, cosa es lo que este aparato (escopetarra) comenzó a hacer  después de la conformación del Batallón Artístico de Reacción Inmediata, que no es más que  un grupo de músicos que salía cada vez que había alguna cosa particular de violencia. Eso nos enseñó un ejercicio distinto, muy cercano a la gente.
E.P: ¿Cómo reacciona la gente ante la escopetarra?.
C.L.: Hay reacciones diversas. Hay gente que por ejemplo en el aeropuerto cuando está pasando por el escáner, tú siempre ves al personaje de seguridad que sigue viendo un arma allí, a pesar de que tú puedes ver que no tiene mecanismo, pero su sensibilidad y conocimiento le dice bip-bip (sonido) ahí hay un arma y… sigue habiendo un arma.
Hay otra gente que lee esto como una apología a las armas, como otra cosa más que el arma puede hacer. Sin embargo, el efecto más poderoso lo hemos tenido con los pelaos ex combatientes que dicen “yo era una escopetarra”, yo era un tipo que servía para intimidar, lesionar y  matar y me transformé en un proyecto de vida útil.
E.P: ¿Cómo fue el proceso de transformación de un fusil a una escopetarra?
C.L: Cuando lo pinté en mi cabeza era una cosa más sencilla, era una guitarra a la que le íbamos a instalar unos tensores y unas cuerdas y luego nos dimos cuenta que no era para nada fácil, que estábamos trabajando con unos aparatos que tenían una ingeniería muy pesada y en ese momento, empieza un trabajo del Luthier colombiano Luis Alberto Paredes, que es el genio de la construcción de esto, a tratar de descubrir, qué piezas, qué materiales usar para que esto funcionara y se resuelve finalmente de una manera mágica muy artística.

Hay una cosa muy particular de la escopetarra y es que  no es un gran invento, en Colombia se ha hecho con armas que vienen de ex combatientes en un hecho legítimo de desmovilización. Aunque se puede hacer con otro tipo de fusil, la escopetarra solo la hacemos con fusil AK-47 por la lectura internacional que tiene.
E.P: ¿Está al frente de la supervisión de la producción?
C.L: Se han hecho pocas, sólo 19, cada una por un pedido especial, después de un proceso de selección muy largo, toca pedir el arma al Ministerio de Defensa, al arma le hacen unos estudios, la habilitan para que nunca más pueda ser arma y empieza la transformación que dura alrededor de dos meses. En la actualidad, hay escopetarras en  el muro de Berlín, en la UNESCO en París, en la ONU en Nueva York y  en el museo de Antioquia, entre otros lugares.
E.P:¿Con qué mensaje inicial construyó la escopetarra?
C.L: A mí al principio me llamaba la atención, porque era como transformar la muerte en vida  y poco a poco con los viajes y el encuentro con la gente, uno le va encontrando muchos más significados. En Berlín por ejemplo, unos académicos decían, es muy particular que el arma para accionarse necesita un dedo pero para hacer un ejercicio musical necesitas todo tu cerebro y tus 10 dedos, y eso simboliza el poder de la cultura y del arte.

En Valledupar

E.P: ¿Llegó a Valledupar a cerrar la ‘Semana de la Verdad’, cómo le parece este tipo de ejercicios?
C.L: Fundamentales. En este momento el país que hemos conocido en estos años, es un país que tenía miedo de mirarse al espejo de reconocer la cantidad de dolor que pudo haber tenido, un país que prefería echarle tierrita a las cosas y estas semanas son una especie de exorcismo, de catarsis y en Valledupar nos ha llamado la atención, la mezcla entre actores violentos, machismo y ese rol que las mujeres han cumplido.
E.P: Aquí dio a conocer ‘Toda bala es perdida’, ¿Cómo nació   este proyecto?
C.L: Es el resultado de viajes, llevamos ya ocho años viajando sin parar y siempre nos encontramos temas que se repetían en un lugar y en otro. Apartadó, Bojayá, El Salao, lugares donde habían historias muy duras. Invité a  cantantes como Fonseca, Andrea Echeverri, Andrés Cepeda, Santiago Cruz, Jorge Villamizar, la banda Superlitio entre otros, a cantar una canción  y con el CINEP –que es  el programa para la paz-, nos dimos a la tarea de construirle a cada canción una reflexión, para que el oyente además de oír un mensaje pueda leerlo, entenderlo.
E.P: Apartándonos un poco de su trayectoria profesional, quisiéramos conocer algo más de su vida familiar
C.L: Ahorita el gato está en Bogotá y se le acabó la comida, entonces tengo que resolver, quién me hace el favor de comprarle la comida y llevarla a la casa; vivo con mi novia, hace poco nos fuimos a vivir juntos; ella es María Lucía Upegui, sicóloga. Es muy interesante, porque esa relación, con lo que nosotros hacemos, con una sicóloga me puede ayudar permanentemente, incluso cuando volvemos de los terrenos o de los encuentros, que uno vuelve muy afectado es importante no sólo el abrazo o el arrunche sino también unas palabras para entender en qué nos hemos metido.
E.P: ¿Ya han pensado en tener hijos?
C.L:  Ay sí, me muero de ganas por tener un hijo, porque además siento que necesitamos seres nuevos, hombres y mujeres llenos de luz, que vengan con otros estereotipos, con otras ganas de construirse diferentes.
Así es César López, un artista integral que prefiere sumergirse en medio de la gente que subir a los grandes escenarios. Tal como me recibió, me despidió, con una amplia sonrisa y un abrazo fraternal. Como recordando las lágrimas de las miles de víctimas del conflictos, el cielo vallenato comenzó a desprender grandes gotas de lluvias, en medio de ellas me fui alejando, mientras el artista seguía  aferrado a su escopetarra.

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