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¿Qué pasó el 20 de julio?

Por: Aura Lucía Mera

Mañana termina el año del BIcentenario del grito de independencia del Virreinato de la Nueva Granada, después la República de Colombia.
Vale la pena recordar que esta festividad, celebrada hace 100 años con bombos y platillos, con amor patrio y fervor, en su segundo centenario no mereció ningún acontecimiento digno de recordar. Samuelito el Breve se limitó a inflar globos de helio por toda la capital, que por cierto costaron millones de pesos, y una marcha a caballo desde los Llanos Orientales hasta Bogotá, que nunca nadie comprendió qué significaba y qué pretendía, con la excepción de demostrar que nuestro ex era un buen jinete. Recordemos también que el Bicentenario de la Batalla de Boyacá no será hasta 2019.
La capital de la República, léase Bogotá, donde quebraron el florero y se insultaron a destajo, fue olímpicamente ignorada tanto por el expresidente como por el suspendido burgomaestre en cuestión. Ningún monumento conmemorativo. Ninguna publicación para recordar. Ningún foro de historiadores de la talla de Antonio Cacua Prada, Santiago Díaz Piedrahíta o Roberto Velandia… Para colmo de males, invitaron a algunos historiadores foráneos y el festejo fue en Cartagena. Digno de Ripley. Pero así es este país del Sagrado Corazón.
Afortunadamente la Editorial Panamericana publicó ¿Qué pasó el veinte de julio?, con la colaboración de la Sociedad Académica Santanderista de Colombia, escrito por Juan Vitta Castro, reconocido periodista e investigador, autor de Las islas encantadas, Secuestrados, la historia por dentro y Las Galápagos, mucho más que unas islas.
Un libro que puede leerse como un gran reportaje hecho a los que vivieron esos momentos decisivos de nuestra historia, como a los historiadores actuales que nos relatan su visión de esos mismos acontecimientos. Un libro ágil, de tono periodístico, que nos lleva a saborear, emocionarnos y profundizar un poco sobre nuestra historia ya tan olvidada, o bastardeada a punta de telenovelas y textos ilegibles por pesados y aburridores.
Sería fenomenal que la actual ministra de Educación, María Fernanda Campo, lo incluyera como texto educativo. Parte de lo que nos sucede es que no conocemos nuestra historia. Los personajes que nos abrieron camino están todos sepultados bajo la capa del olvido. Esta es la ocasión propicia para volver a imprimir en las mentes de los jóvenes todos aquellos momentos que nos han conducido, con aciertos y errores, a ser el país actual.
El 20 de julio fue mucho más que un intercambio de palabrotas y la quebrada de un florero. Fue el resultado de muchas cosas, muchas ideas, muchos sacrificios y muchas circunstancias. El 20 de Julio no es sólo un barrio de Bogotá, donde existe un santuario en homenaje a un Niño Milagroso, al cual se rezan novenitas, donde se va de romería, se compran rosarios y de pronto algunos confiesan sus pecados.
Bien por Panamericana, que sigue recopilando nuestra historia, la de nuestros próceres, nuestras luchas, nuestras intrigas y nuestros logros.

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