Algo sobre
Por: José Romero Churio
A pesar del contratiempo debido al factor climático, en la postrimería de la tarde del pasado 30 de marzo, las Farc liberaron al sargento Pablo Emilio Moncayo, después de mantenerlo secuestrado desde el domingo 21 de diciembre de 1997, cuando atacaron el resguardo militar de unas antenas de comunicación instaladas en el cerro Patascoy del departamento de Nariño para el control de la guerrilla y del narcotráfico.
El mismo día de la liberación, tal como su padre el profesor, Gustavo Moncayo, lo había anunciado, ante las cámaras de televisión, Pablo Emilio, le retiró la cadena que mantuvo atada a su cuello y a sus muñecas durante varios años como simbolismo del cautiverio de ambos y de su familia. En realidad, el acto fue conmovedor por su gran significación al tirar su hijo la cadena al suelo, como exclamando: ¡Al fin, libre la familia Moncayo de tanto sufrimiento!
Más allá de la expectativa sobre la liberación del soldado Moncayo tras doce años de secuestro o de rehén político, según las Farc; del recorrido y férrea constancia de su padre y del sufrimiento prácticamente silencioso del resto de su familia, especialmente el de su humilde madre, se pueden sacar varias conclusiones, de las cuales, para mi, hay tres muy evidentes, además de otra en relación con el futuro de las diferentes facciones guerrilleras remanentes en nuestro país.
La primera impresión, sin duda, es la protesta del soldado Moncayo contra la actitud obtusa del presidente Uribe; Pues, en su alocución de Florencia lo ignora por completo y en cambio agradece a los presidentes Correa, Chávez y Lula, como diciéndole que hace poco esfuerzo (y lo poco que hace se debe a la presión nacional e internacional) por sacar de la manigua de la selva a militares y policías secuestrados por la guerrilla, en cuyo trance ya muchos han muerto, y que otra operación jaque es casi imposible repetir.
La segunda deducción comprende la publicación de las imágenes previas a la liberación de Pablo Emilio Moncayo a través del canal de televisión Telesur; pues, no son más que una nueva provocación o burla al presidente Uribe, situación que ha sido constante entre las Farc y el presidente Hugo Chávez. Recordemos los viva del presidente venezolano en memoria de la muerte del comandante guerrillero ‘Raúl Reyes’, además de la estatua de ‘Manuel Marulanda’ colocada en una plazoleta de Caracas y otros ejemplos más que no menciono porque coparían el espacio de la columna. Entonces, la conminación del gobierno a Piedad Córdoba y al obispo garante es injusta.
La tercera conclusión es que para la liberación del resto de secuestrados o rehenes es indispensable el intercambio humanitario, de lo contrario corren el riesgo de morir en cautiverio, ya sea por asesinato de sus captores o por enfermedades, sobre todo tropicales, endémicas en las zonas en donde los mantienen en condiciones totalmente inseguras.
Con relación al futuro de las diferentes facciones guerrilleras que prevalecen en nuestro país, no cabe duda, desaparecerán en la medida que vayan muriendo o sean encarcelados sus viejos comandantes, que se convirtieron en unos bandoleros terroristas y narcotraficantes indeseables que sólo hacen liga con otros delincuentes y oportunistas inescrupulosos. Sin embargo, esto depende de nuestra dirigencia política, en la cual se encuentran personas muy proclives al arribismo, así que el futuro del país es tan incierto como el de la guerrilla.