Por: Amylkar D. Acosta M1
Parodiando a Churchill, Mauricio Cárdenas afirma que “la intervención del banco central es la peor forma de estabilizar el precio del dólar, con excepción de todas las demás fórmulas conocidas”. Uno de los inamovibles del B de la R es precisamente su política monetaria de “inflación objetivo” y es a partir de esta que a su juicio “se debe evaluar si una política de intervención cambiaria es coherente con el logro de las metas de inflación. Adicionalmente se debe evaluar si la política de intervención es consistente con el esquema operativo de una estrategia de inflación objetivo”.
Como bien lo dice el ex presidente de Asobancaria Cesar Gonzalez, “la política monetaria colombiana tiene unos imperativos que el Emisor observa y cuida celosamente” De allí la timidez de las intervenciones por parte de la Junta directiva del Banco a la hora de decidir sobre las intervenciones en el mercado cambiario. Uno de sus codirectores, Juan José Echavarría, reconoce que las intervenciones a las cuales nos tienen acostumbrados son a lo sumo el uno o el dos por ciento del mercado cambiario, “por lo que su papel es marginal en el sistema”. Estamos hablando de compras, anunciadas además, no mayores de US $20 millones diarios hasta completar un máximo de US $1.600 millones, que no le hacen ni cosquillas al mercado, que las descuenta rápidamente.
Como afirma sardónicamente Luis carlos Villegas, Presidente de la ANDI, “las compras de US $20 millones del Emisor equivale a lo que todos los días hallan en caletas”.
El contraste no puede ser mayor, cuando constatamos que el Banco central del Perú ha venido haciendo intervenciones en el mercado cambiario sumamente agresivas: a julio pasado había acumulado reservas producto de la compra de divisas del orden de los US $4.553 millones, en contraposición a los US $1.600 millones que acumuló el B de la R para el mismo período. En sólo una semana, la tercera del mes de julio, el Banco central peruano compró US $494 millones, con el firme propósito de evitar que el Sol llegara a la tasa simbólica de 2.8 por dólar. El monto de las reservas internacionales del Banco central del Perú para el 20 de julio alcanzó los US $38.049 millones; entre tanto las del B de la R llegaron a los US $26.542 millones.
Y estamos hablando de un país que fue el único en América Latina que no sólo no bajó la IED en 2009, sino que registró un crecimiento nada menos que del 28%. Con todo y ello, Perú ha logrado mantener a raya la revaluación. Mientras en Colombia para el 27 de julio la revaluación del peso bordeaba el 10%, la del Sol de Perú se situaba en el 2.28%. Lo propio podemos decir de Brasil, que ha comprado US $50.000 millones el último año y reajustó este lunes el impuesto sobre transacciones financieras del 2% al 4%, sólo entre el 13 y el 16 de septiembre compró US $1.000 millones diarios, cuya revaluación anualizada a septiembre de este año fue de 5.5% frente al 9.4% de Colombia.
Estamos de acuerdo con Mauricio Cárdenas en que “el Banco de la República tiene más munición y la debe aprovechar” para atacar la revaluación galopante del peso; en que “no hay presiones inflacionarias que le compliquen el panorama y, además, si tiene que recoger liquidez lo puede hacer sin demasiado costo”, como ya lo ha hecho en el pasado, acompasando sus intervenciones con esterilizaciones de circulatorio mediante la emisión de TES o elevando los encajes y/o la posición propia de los bancos. Con sobrada razón acota el ex ministro de Hacienda Guillermo Perry R que “el Banco de la República tiene que contribuir en serio.
Las compritas de divisas, de poco o nada sirven: o está dispuesto a intervenir en grande y en forma no anunciada, para quebrar a algunos especuladores e imponer disciplina en el mercado cambiario, o tendrá que asumir ante la historia la responsabilidad de haber contribuido, por omisión, al desaprovechamiento de la bonanza y al debilitamiento estructural de la economía”. Por qué no explorar otros caminos como puede ser la emisión de papeles en dólares o decretar una mayor libertad de invertir en dólares como lo viene haciendo Perú. De otra parte, se deben contemplar medidas tendientes a limitar el endeudamiento externo privado.