Esta historia comenzó el 27 de octubre de 2024, cuando Jaison Arias se presentó visiblemente afectado en la recepción del diario EL PILÓN. Sin embargo, la historia que él vino a contar empezó el 30 de octubre de 2000, cuando la guerrilla se llevó a su joven hermano, Jairo Arias Arias, de una finca en la vía a Manaure, Valledupar.
“El 30 de octubre de 2000 se lo llevó la guerrilla. Él estaba trabajando en una finca, llegó un grupo armado y se lo llevaron. Desde ese tiempo no sabemos nada de él”, recuerda su hermano Jaison. La denuncia de su desaparición la puso a los pocos meses, cuando notaron que Jairo no volvería. “No me acuerdo qué fecha, pero ya cumple 24 años desaparecido. Desde entonces nunca hemos sabido nada: ni vivo ni muerto. Ni la Fiscalía ni nadie nos ha dado información. Solo una vez me llamaron para preguntar si sabía algo, pero desde entonces, nada”, relató Jaison.
Según datos de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD), Jairo Arias es solo uno de los 4.132 desaparecidos en el Cesar antes de 2016. John Torres Maestre, representante de las víctimas de familias que buscan desaparecidos ante la UBPD, quien estuvo en la firma del Plan Integral de Reparación Colectiva del pueblo kankuamo en Los Haticos, reclamó: “Somos buscadores. Estamos a la expectativa de lo que se está desarrollando en la comunidad de Los Haticos. Hoy se protocoliza el plan de reparación colectiva, donde las víctimas somos el eje principal, pero también hay sinsabores porque, con la unidad de búsqueda, llevamos más de seis años y no han entregado los restos de ni un solo indígena”.
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Madres esperantes
La desaparición de Jairo Arias Arias ha dejado una herida sin tiempo en la familia, especialmente en su madre, Julia Elena, quien ahora está enferma y ansiosa por saber el destino de su hijo. “Está enferma ya Julia Elena. Cada día más, porque quiere saber qué pasó con su Jairo. Tiene 67 años y, cada día, está más enferma. Las madres son las que más sufren, porque el dolor que uno siente no se compara con el de ellas”, cuenta Jaison, acongojado.
La familia Arias Arias hace parte del 45,4 % de los hogares monoparentales con cabeza femenina en Colombia (DANE, 2023). “Somos huérfanos de padre. Nuestra madre nos crió sola, pero el destino nos quitó un hermano que hasta hoy no sabemos dónde está”, explicó Jaison, quien asumió el rol de hermano mayor y figura paterna desde muy joven.
El hermano desaparecido había prestado servicio militar, lo que podría haberlo convertido en blanco de la guerrilla. “Mi hermano prestó el servicio en el 98 y se mantenía cerca de los militares para protegerse. Pero un día vinieron los armados, no encontraron a mi hermana ni a mí, y se llevaron a mi hermano“, explicó Jaison.
La investigación y las declaraciones de testigos han sido confusas y a menudo contradictorias, lo que ha aumentado la frustración y el miedo de la familia. “El muchacho que estaba con él en la finca se llamaba Pedro. Cuando mi hermano se lo llevaron… si él estuviera vivo, ya habría aparecido”, aseguró Jaison con firmeza.
Más de veinte años sin sus seres queridos
Torres Maestre aclara que son más de 50 familias kankuamas buscadoras de sus seres queridos desde hace más de 20 años. “Nosotros, la familia Torres Maestre, tenemos una hermana desaparecida hace 24 años y no descansaremos hasta que finalmente podamos encontrarla“, contó el representante.
Sobre la firma del plan de protocolización del Plan de Reparación para la población kankuama, Torres Maestre expresó su celebración, pero también hizo un llamado urgente: “Exhortamos a las instituciones creadas en el marco del proceso de paz a que avancen en la búsqueda de nuestros seres queridos. También pedimos a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que continúe las declaraciones y audiencias de los comparecientes, para que podamos conocer la verdad de lo que realmente pasó“.
Las familias buscadoras forman parte del Macro Caso #9 de la JEP, relacionado con los desaparecidos. El avance en este caso es esencial, como en otros procesos, para abordar los principales desafíos en la búsqueda de los desaparecidos.
Mientras tanto, los Arias Arias se sienten abandonados debido a la falta de apoyo y comunicación por parte de las autoridades. Esto ha exacerbado su dolor y desesperación. Jaison expresó su frustración: “Siempre escucho a los comparecientes declarar en las noticias, cada vez que hay audiencias. Pero me da rabia que no me llaman. Deberían preguntar si sabemos algo, si él está vivo o muerto, si se salvó… Eso es lo que queremos saber”.
Un llamado desesperado
Maestre Torres hace el mismo llamado desde Los Haticos: “Nosotros precisamente lo que estamos exigiendo es a la JEP que los comparecientes, los desmovilizados que se sometieron al proceso de paz, miembros de la FARC, contribuyan con saber la verdad y contribuyan con ubicar dónde están esas fosas de nuestros seres queridos”.
Durante la firma del acto de protocolización, uno de los grandes ausentes fue precisamente la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas. “No está presente, y debería estar. Al final, lo que se habla es de la reparación de las víctimas. Necesitamos que todas las instituciones creadas en el marco del proceso de paz participen”, exigió el representante de las víctimas.
En Los Haticos, dos familias compuestas solo por mujeres, víctimas del Macro Caso #3 ante la JEP, se hicieron presentes a pesar de las dificultades. Aunque no quisieron dar detalles a este diario, mencionaron que llegaron tarde debido a problemas de conectividad en los corregimientos más arriba de Patillal. Decidieron asistir porque “donde sea que puedan darles la verdad sobre los hombres de su familia que mató el Ejército, ahí estarán”.
En este contexto de miedo y desconfianza, la familia Arias Arias sigue adelante, esperando que algún día puedan encontrar la paz y la justicia que han estado buscando durante tanto tiempo. “Hay muchas madres que, como le digo, no denuncian y tienen eso callado. Muchas personas de Atánquez todavía guardan silencio sobre dónde están sus hijos”, concluyó Jaison Arias Arias, hermano de Jairo Arias Arias, una historia que no terminará hasta encontrarlo.
Por: Katlin Navarro Luna/ EL PILÓN