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Valledupar, tierra de encanto y de Reyes Vallenatos

El palo de mango, ubicado en la legendaria Plaza Alfonso López, es fiel testigo de las primeras hazañas de los gladiadores del acordeón que marcaron el camino que hoy está lleno de gloria musical. EL PILÓN/ Edgar de la Hoz.

“Ya comienza el Festival, vinieron a invitarme
ya se van los provincianos que estudian conmigo,
ayer tarde que volvieron preferí negarme
pa’ no tener que contarle a nadie mis motivos,
yo que me muero por ir y es mi deber quedarme
me quedo en la capital por cosas del destino”.

La profecía de Consuelo Araujonoguera escrita en El Espectador el viernes 8 de marzo de 1968, exactamente 50 días antes de iniciarse el primer Festival de la Leyenda Vallenata donde se coronó como Rey Vallenato, Gilberto Alejandro Durán Díaz, se está cumpliendo al pie de la letra.
Todo fue producto de la respuesta a la crítica argentina Martha Traba, quien comparó al vallenato con un tango. En su ‘Carta Vallenata’ ella manifestó que “El vallenato con el tiempo se impondrá en el mundo”.
De esa forma ‘La Cacica’ se aventuró a unir a distintos exponentes vallenatos regados por toda la comarca para ponerlos de acuerdo con el propósito de que siguieran naciendo los mejores paseos, merengues, sones y puyas.
Este encuentro musical que algunos denominaron “embeleco”, se inició con ocho acordeoneros y una acordeonera: Alejo Durán, Ovidio Granados, Luis Enrique Martínez, Alberto Pacheco, Emiliano Zuleta Baquero, Abel Antonio Villa, Antonio ‘Toño’ Salas, Alcides Moreno y Fabri Meriño, hoy suman 298, para dimensionar su importancia en sus 48 años de realización.

La misma Consuelo Araujonoguera lo señaló: “Para sacar adelante el Festival de la Leyenda Vallenata han sido indispensables noches de insomnio y días sin descanso para poder hacer todo lo que está hecho, pero hoy podemos decir que pese a que la tarea no está concluida, hemos logrado rescatar parte importantísima de nuestro pasado histórico y echar las bases de lo que ahora es, sin discusión, la mejor imagen de Valledupar y de lo que los vallenatos somos y representamos ante Colombia y el mundo. El Festival de la Leyenda Vallenata es una poderosa fuerza cultural de hondas raíces y de grandes proyecciones que no podrá dejarse perecer”.
Con el paso del tiempo y cuando los recuerdos se asoman al balcón de la vida, aparece el compositor Rafael Manjarrés Mendoza y pone su sello con ‘Ausencia sentimental’ que a fuerza de escucharla y de sentirla, luego de haber sido ganadora en el concurso de la Canción Vallenata Inédita en 1986, fue declarada Himno del Festival de la Leyenda Vallenata.

Tienen razón los que piensan que esta linda canción es la más fiel radiografía de la nostalgia, el sentimiento en trance del que se encuentra lejos y la memoria viva que busca en los recuerdos un presente igual o mejor, pero que al recibir “las razones de sus compañeros”, todo se torna diferente.
El himno del guayabo, ese que no produce el trago, hace posible volver a repasar los episodios del Festival de la Leyenda Vallenata, andar por los caminos que el compositor recorrió a la distancia con su pensamiento, para caer en cuenta que “hay cosas que hasta que no se viven no se saben”.
La canción ‘Ausencia sentimental’ tiene sabor a parranda, a música, a encuentro con amigos, a nostalgia, a ‘Hurtado’; ingredientes que la incrustaron en el corazón de un pueblo como la más querida de todas las inéditas.

Silvio Brito, intérprete de la canción

Personajes, lugares y hechos hacen parte vital de la estructura de esta inspiración que nació muy lejos de Valledupar, pero cuando fue escuchada por la multitud se sembró para siempre en la plaza ‘Alfonso López’ al lado del legendario palo e’ mango.
Con el paso del tiempo la canción ha dejado regados pedazos del alma vallenata porque muchas personas por quienes pregunta el compositor partieron a otra parranda, la parranda celestial. Ellos siguen presentes en la memoria de todos desde que la voz del cantante Silvio Brito la divulgó por los medios de comunicación y se metió en el corazón de los que saben que “el que nunca ha estado ausente no ha sufrío guayabo”.
Los que se encuentran lejos de allá se quieren venir para el Festival y precisamente, desde Canadá un cesarense narra, sin cantar, lo mismo que Rafael Manjarrés sintió en Bogotá en 1977, cuando compuso su célebre canción.
“A medida que se acercan los días para que comience el festival mi corazón se arruga de tristeza. Estoy tan lejos que doy un paseo con mi pensamiento por los lugares comunes donde se hacen las competencias y me invade un desosiego enorme. La canción la vivo y la siento acá con mayor intensidad”.

A la distancia se calca la nostalgia del amigo por la ausencia sentimental que no le permite escuchar en vivo un acordeón bien tocado, un verso bien jalado, el desfile de piloneras o una canción alegre o llena de sentimiento.
Él, como muchos en Colombia y el mundo, se mueren por venir, pero su deber es quedarse por diversas circunstancias de la vida.
Seguramente, los que no podrán venir son muchos, las preguntas continuarán repitiéndose y son tantos los ausentes que el camino hacía Valledupar está bañado con lágrimas. Y ahora más cuando no podrán ir a Jardines del Ecce Homo a Diomedes visitar.
No hay respuesta si todavía en el corazón del compositor su negra del alma vive sin pagar arriendo, pero de lo que si hay seguridad es que continúan contándose las anécdotas y los cuentos buenos, que el palo é mango sigue en la plaza igual, que los guajiros no faltarán y que ‘Ausencia sentimental’ se escribió en el pentagrama del alma logrando correr como gotas de amor mezcladas con nostalgias, por los recovecos del corazón del siempre querido Valledupar.

“El que nunca ha estado ausente no ha sufrío guayabo
hay cosas que hasta que no se viven no se saben,
creo escuchar en el aire un paseo bien tocado
deliro esperando que alguien me llame del Valle”.

Por Juan Rincón Vanegas

Periodista: