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Último adiós al arquitecto Jaime Soto Guerra

Escena del último adiós al arquitecto y urbanizador, Jaime Soto Guerra, cuando el féretro era evacuado de la Iglesia la Concepción de Valledupar. Foto Joaquín Ramírez.

Ayer se cumplieron las honras fúnebres del arquitecto Jaime Soto Guerra, asesinado el pasado lunes en zona rural del municipio de San Juan del Cesar

El constructor de 54 años de edad tuvo una sentida despedida, en la que sus familiares, amigos y empleados conmocionados acompañaron el féretro en la Iglesia La Concepción y luego en el cementerio Jardines de Valledupar.

Mientras se realizaba el sepelio las autoridades del Cesar y La Guajira daban luces de las investigaciones que realizan para esclarecer el misterioso crimen.

De acuerdo con reporte de los organismos investigativos, Soto Guerra no habría sido obligado a manejar su camioneta Toyota Prado bajo amenazas de muerte por ninguna persona, porque por su carácter, según lo manifestaron sus amistades, él se hubiera detenido en uno de los puestos de control de la Policía que están en las salidas de Valledupar.

Sin embargo, EL PILÓN conoció de buena fuente que Soto Guerra había hecho una transacción bancaria en el almacén Home Center, llegó a su vivienda que está localizada al frente, se cambió de camisa y salió en su vehículo a las 5:00 de la tarde, al parecer, solo a cumplir una cita.

El número telefónico de la última llamada que recibió el arquitecto es una de las piezas fundamentales para que los investigadores direccionen las pesquisas y logren identificar a los posibles autores del crimen. No se descarta que lo hayan matado para atracarlo, aunque la mayoría de pertenecías que portaba fueron encontradas en el vehículo, junto al cadáver. Así mismo se conoció que Soto Guerra, no tenía amenazas de muerte, ni tampoco había sido objeto de extorsión.

El empresario Rafael Soto, hermano de la víctima en medio del dolor que lo embargaba, destacó sus virtudes y lo consideró como un gran caballero, un hombre muy decente, un excelente familiar, muy visionario y emprendedor.

Rafael recordó con voz entrecortada, que a su familia no era la primera vez que la violencia se ensañaba con ellos, toda vez que el primero de enero del año 1979, su hermano, Jesús Alberto Soto Porto, de 22 años, para esa época cursaba segundo año de medicina en la Universidad Metropolitana de Barranquilla, fue también blanco de las balas.

Por Abdel Martínez Pérez /EL PILÓN

 

 

Categories: Judicial
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