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Se viene la feria del libro en Valledupar

Feria del Libro de Bogotá.

Con complacencia recibimos la noticia de realizar, para el primer semestre del año 2023, la Primera Feria del Libro Valledupar, auspiciada por EL PILÓN y otras instituciones públicas y privadas de la ciudad.

Para ambientar ese acontecimiento, y si queremos tener referencia de una ciudad y de los libros dentro del ámbito nacional, indudablemente debemos hablar de nuestra capital de la República, y también unas pocas líneas de lo acontecido en nuestra ciudad de Valledupar dada su precaria tradición, más aún, nos atrevemos a decir que no existe. 

De la ciudad de Bogotá, lo primero que encontramos, es que su fundador, don Gonzalo Jiménez de Quezada era abogado de la Universidad de Salamanca – España, y había escrito dos libros, uno de ellos, “El Antijovio”. Era un hombre de letras. Ese es un antecedente importante para la capital del país, que en su desarrollo se convierte en una ciudad de letras, perturbadora de los sentidos, dicen algunos, porque un libro revoluciona los sentidos, aniquila una imaginación y construye otra.

ALGO DE HISTORIA 

La información que tenemos, es qué en el siglo pasado, en sus primeras décadas – años 1920, 1930 – en el centro de Bogotá, había por la calle 12, la misma que hoy en día nos direcciona hasta la Universidad Externado de Colombia, toda una red de librerías. Existían entre otras, la de Miguel Antonio Caro y sus herederos, que vendían libros clásicos, ortodoxos, institucionales; y había una librería de un señor de origen catalán, de esos viajeros, que llegaron a Colombia y fueron acogidos, llamada ‘El Catalán’, que traía libros de aventura, de diversión, y otra clase de libros, que hablaban de la mujer y el hombre moderno. Son libros que hacen parte de la modernidad de la ciudad, porque hacen pensar el mundo y la realidad de otra manera. Es un tipo de cultura que se transmite a través de esos libros.

Desde esa época, en Bogotá y otras ciudades consideradas letradas, las elites comenzaron a controlar de alguna manera el acceso a los libros. Hoy en día, no es así, se ha democratizado más la lectura. Esas elites cerraron el ámbito de los libros para unos grupos elegidos. Siempre ha habido una pugna entre quienes tienen el poder y el saber a través del libro y quienes en la vida urbana impugnan esa hegemonía.  Ese saber consignado en libros se concentraba en unas publicaciones que eran costosas porque venían de caminos muy largos, atravesaban ciudades, montañas, mares, y por lo tanto solo podían ser adquiridas por esos grupos elegidos. Pero de lo que se trata, es de lo contrario, y es romper esa vieja idea de que las elites y unas cuantas personas son los dueños de los libros, del poder, del saber, y que son el patrimonio que lo pueden defender unos pocos. En Bogotá, en los últimos cincuenta años se ha democratizado el acceso a la lectura, pero antes no era así.

Bogotá, desde esos primeros años del siglo pasado, ha tenido una vida muy heterogénea entre el saber ilustrado y el saber popular, y ya no hay una tensión, sino una marca en las elites ilustradas. En la capital de la República siempre hay un ánimo de ilustrarse. Dentro del saber popular, José María Vargas Vila (1860 – 1933) apodado ‘El Divino’ hizo libros, tenía una pasión y un amor por la palabra. La crítica literaria dice que fue autor del primer best seller de América Latina, sus novelas tuvieron mucho éxito comercial (escribió entre otras, Aura o las Violetas, Ibis, Flor de Fango, Lirio Rojo, Ante Los Bárbaros y Los Cesares de la Decadencia).

Carlos Lúquez Carrillo

EL UNIVERSO DE LOS LIBROS

En cuanto al saber ilustrado, existen ejemplos – conocidos por todos los que se mueven en este universo de los libros – que Nicolas Gómez Dávila no creía en las traducciones, decía que ‘El Dante’ había que leerlo en italiano, era un aristócrata del saber, y de esa manera consideraba que eran espurias las traducciones de la época. Hubo traducciones vulgares como las que se hicieron de libros franceses en los años 20 achacados a los representantes del saber popular. Como decíamos, ha habido una pugna entre el saber ilustrado y el saber popular. Los presidentes, Simón Bolívar, Rafael Núñez y José Manuel Marroquín, para mencionar solo algunos, escribían libros, más tarde lo siguieron haciendo otros; pero también había un hombre de clase media como Vargas Vila que también lo hacía.

Quienes hemos vivido en esta ciudad y aún permanecemos en ella, conocemos una cartografía del libro en el centro histórico, que comenzaba desde la calle 12 a la calle 32. Recordamos entre otras, la librería Buchholz (fundada en 1950) la Lerner (fundada en 1958 por Salomón Lerner), la Casa del Libro (fundada en España en 1923 y establecida en Colombia en la década de 1970). Dentro de sus representantes, encontramos una tradición muy llamativa, la de poetas y novelistas que son libreros y libreros que tienen un espíritu comercial. Hoy en día, algunas de ellas permanecen, son muchas las librerías que existen en el centro de esta urbe, pero han aparecido otras en distintos puntos de la ciudad.

EL ESTATUS LITERARIO

En Bogotá se conocen bibliotecas privadas importantes, que se convirtieron en una especie de estatus para sus propietarios, y para consolidarlo adquirían libros lujosos, en idiomas extranjero que era también un emblema de estatus social, de distinción. Es decir, yo cultivo el espíritu, yo leo, y tengo acceso al conocimiento de otros países y en especial del europeo. El caso que acabamos de revelar, de Gómez Dávila, es uno de ellos, tenía libros en idioma extranjero, libros incunables, y no creía en los libros en español, era un aristócrata del intelecto.

Ese protagonismo de la Bogotá letrada se da con esas famosas bibliotecas privadas, entre otras, las de Alfonso Palacios Rudas (40 mil libros, decía “No tuve hijos pero sí libros”) donada al Banco de la República y administrada por la Biblioteca Luis Ángel Arango; la de Carlos Lleras Restrepo (14 mil libros) convertida en una fundación, administrada por la Universidad Jorge Tadeo Lozano; Nicolas Gómez Dávila (30 mil libros), adquirida por el Banco de la República; y la de Apolinar Diaz Callejas (20 mil libros) convertida en un Fondo con su mismo nombre en la Biblioteca Nacional. Habría que indagar por la calidad de esas bibliotecas, porque se ha revelado que muchas de ellas contenían libros que eran informes del Congreso de la República. La pregunta es, si toda esa cantidad de libros se los habían leído, o simplemente eran unas joyas u objetos maravillosos. 

RAFAEL CARRILLO

En este Contexto, merecen especial mención las bibliotecas de dos intelectuales puros: la de los filósofos, Rafael Carrillo con 6.532 libros y quien decía con orgullo que allí “No había un hueso” adquirida en 1997 por la Universidad Distrital de Bogotá; y la de Danilo Cruz Vélez con 4.085 libros, donada en el año 2009 a la Biblioteca Nacional quien la constituyó en un Fondo que lleva su nombre. Independiente del número de volúmenes, sin duda la obra de un lector es su biblioteca.

Muchas Bibliotecas privadas han sido adquiridas por Universidades públicas, pero también vendidas a pedazos en librerías de libros viejos. En Bogotá existe el ‘Centro Cultural del Libro’ donde venden libros de segunda. Al parecer muchas han tenido como destino ese lugar. Que pesar.

BIBLIOTECAS PÚBLICAS

En cuanto a las bibliotecas públicas, un ejemplo de ellas es la famosa Biblioteca Nacional, que es toda una tradición, con muchos ejemplares. Se crea en 1930 y se inaugura en 1934. Coincide su creación con la llegada de la república liberal (1930 – 1946). Es un proyecto nacional, es una manera de entender el país de manera distinta, y eso pasa por la educación y los libros.

Luego viene la creación del Instituto Colombiano de Cultura – Colcultura – (1968 – 1997) que edita unas colecciones de literatura popular y se empieza a armar un proyecto de promoción de la lectura. En Bogotá se nota que ha habido trabajo, mucho impulso. El escritor Juan Gustavo Cobo Borda (1948 – 2022) publicó con la Biblioteca Nacional y Colcultura aproximadamente 180 libros de varios autores. Entre los años 1950 a 1980 fueron proyectos pilotos de promoción, y de ahí en adelante se hacen otros proyectos en ese mismo sentido, para promocionar la lectura. En el año 1982 la Presidencia de la República participa de esa promoción con la publicación de libros de Historia encomendada entre otros a los historiadores Guillermo Hernández de Alba, Antonio Cacua Prada, y al Secretarío de la Academia de Historia de entonces, Roberto Velandia, a quienes conocí en la Biblioteca de Palacio. Recuerdo, que escribieron un libro sobre ‘El Proceso de Nariño’ y otros próceres de la independencia, como el General Santander. Igualmente, algunas publicaciones que promocionaban la lectura en Historia, se encargaron a distinguidos académicos al servicio de la Presidencia como el historiador Hernán Valencia Benavides quien escribió ‘Perfiles Históricos’ y otro sobre historia política, encomendado al profesor Andrés González Díaz, titulado ‘Ministros del Siglo XX’ en el cual colaboré en la investigación y obtener dentro del libro el reconocimiento de su autor. 

Banco de la República, sede Valledupar.

LA RED DE BIBLIOTECAS 

A mediados de 1990 con una ciudad entusiasmada por los libros, se empieza con una red de bibliotecas públicas entre las que se destacan la Biblioteca Virgilio Barco, y la del Tintal Manuel Zapata Olivella. Hoy son en total 23.

En este siglo XXI, años 2020 y 2021, intempestivamente aparece la pandemia generada por el Covid -19. Las librerías en un comienzo le pusieron entusiasmo, pero ya sabían lo que se les venía, lo que ocurriría. 

Muchas pudieron haber desistido de la venta de libros, pero no, insistieron en su supervivencia, y sobrevivieron al encierro de todos nosotros con las ventas a domicilio y por internet. Me contaron muchos libreros. que fue un tiempo doloroso para ellos, para su manutención, porque en Colombia no hay una clase media que consuma en forma masiva como en otras partes del mundo y por lo tanto se restringe mucho el comercio del libro.

Ya en pospandemia los libros han sido la oportunidad de sentir que estamos vivos y de volver a tocarlos. Fue volver a conversar con ellos, con personas, y pedirles la recomendación de un libro. Bogotá indiscutiblemente tiene un espíritu de lectoras y lectores.

EL MERCADO DEL LIBRO

Lo que sí observamos, es que el mercado del libro se está dividiendo, hay diferentes grupos de lectores, que cada día se abren más espacios, independientes por todas partes de la ciudad, por el norte desde hace un tiempo existen librerías, en el occidente se observan nuevas librerías, lo mismo en el sector sur de la ciudad, donde la librería Panamericana abrió una sede muy amplia.

Últimamente se viene hablando de cómo democratizar el acceso al comercio de los libros, no de la lectura que es distinto, porque está en todas partes, porque hay universidad, hay una feria internacional del libro desde 1988, lo que le falta al país es una política para incentivar a que se abran más librerías, pero se requiere un estímulo, que es posible. Recomienda la crítica literaria rebajar unos impuestos, y tejer una red para que las librerías puedan tener sustento, que se creen dentro de los barrios, y allí, los colegios son fundamentales.

El gran consumidor de los libros hoy en Bogotá y en otras ciudades capitales, son los jóvenes, antes eran los mayores de 45 años y existe diversidad de lectura, lo vemos en las grandes superficies que tienen un espacio de libros (allí se encuentran libros de diversión, los comíc, y de autoayuda). Por supuesto, que no todos tenemos que leer de literatura, de historia, o de filosofía.

LA VIRTUALIDAD

También se observa, que después de la pandemia hay una nueva aproximación a los libros. El amor por los libros obligó a los editores a tener un lenguaje sobre el libro a través del espacio virtual. Se presentan los libros y al autor a través del espacio digital y de esa manera han vendido muchos. Es la expectativa de un nuevo libro, porque hay nuevos autores y autoras con trabajos que no son de las disciplinas tradicionales, sino cruzadas con otras disciplinas como el libro reciente de Angela Uribe Botero, muy promocionado y recomendado, su título es ‘De la literatura, cinco obras para la filosofía’, Universidad Nacional 2022.

Se observa que hay un ejemplo de modelo o paradigma del lector, que es pasar del texto al lector, y este es el protagonista, es saltar del autor a la costumbre, al hábito del lector. En la última Feria Internacional del Libro (2022) vimos a muchos jóvenes curioseando los libros, tratando de enterarse de algunos temas, es el lector como protagonista, y eso es interesante. Al encerrarnos se dieron cuenta que los libros existen, el paradigma del consumo del libro, la búsqueda de nuevos títulos. Después de tantas horas al frente del televisor sin parar, se percataron que los libros son posibilidades maravillosas de conocimiento y que hacen algo en el cerebro – me decía un amigo – que no hacen las series, los videos juegos y las redes sociales, y es que tienes que participar activamente cuando lees para activar el conocimiento. Después de la pandemia no ha habido año mejor para la venta de libros que el 2022, se está reactivando.

En pos – pandemia vemos un entusiasmo no sólo en el Distrito de Bogotá, sino en otras ciudades capitales, que se puede probar; las bibliotecas están repletas de gente, las librerías también, en el lanzamiento de un libro hay personas, hay conversatorios, es decir, hay gente alrededor del libro, y hay progresos en la biblioteca digital de Bogotá. Esta ciudad está llena de gente que quiere pensarla. El ímpetu de muchos jóvenes que quieren tener librerías y de muchos autores y autoras. Aquí hay gente que hace libros sobre todos los temas – los paros, un personaje, los cerros, el transporte urbano, etc.

Finalmente, vemos que Bogotá a pesar de la pandemia, resurge nuevamente con la publicación de libros, y uno de los datos que confirma esto, fue la Feria Internacional del Libro celebrada en el año 2022 que es un ejemplo de la pospandemia. A ella asistió mucha gente. 

Personas amigas que encontramos en las librerías, se están preguntando ¿Si las gentes van a las bibliotecas, a las librerías, a la feria, y está leyendo, entonces que se debe hacer para que más personas puedan comprar los libros? ¿Qué se hace para bajarle el costo a los libros? Muchos libreros creen que se debe cambiar la vieja idea de precio y valor, que no se debe ver el libro como una mercancía, porque un libro lo pueden comprar varias personas y rotar su lectura y sale más barato. Dicen las librerías qué si lo sometes a la ley del mercado, un libro no es caro. Ello es discutible. Conversando con el propietario de una editorial, me decía: que por las pocas ganancias que deja el oficio, no son de mucho interés para los grandes grupos económicos, al menos en Colombia, tal vez por el bajo promedio de lectura, 2.7 de libros al año, de conformidad con datos de la Cámara Colombiana del Libro.

Pero más que el impacto sobre el valor, hay es que conversar y darle preeminencia a las personas que trabajan con los libros y a los lectores para relacionarnos de otra manera. Bogotá tiene una oportunidad en las bibliotecas públicas y hacer crecer el campo de la lectura para las transformaciones culturales y sociales, porque las bibliotecas y los libros permiten una relación distinta.

EL CASO VALLEDUPAR

En el ámbito local, no es mucho lo que podemos decir, sabemos que Valledupar no ha tenido una tradición de libros, de lectura. Recuerdo que para la década de 1970 – y es tal vez de los pocos antecedentes que tenemos – existió la famosa librería Silvera (al frente de la Iglesia de la Concepción), donde se vendían textos escolares y libros de literatura. Las anécdotas con el señor Silvera son conocidas por nuestra generación, así nunca hubiese tenido un libro por el cual se le preguntara, decía que el último lo había acabado de vender ese día, pero que al día siguiente o a los dos días ya se podría adquirir – nunca cumplía con lo prometido, pero quería mantener los clientes así fuera con mentiras piadosas. Advertidos los estudiantes de las recurrentes mentiras, decidieron molestarlo y preguntarle por el nombre de un texto y un autor inventado, obteniéndose como respuesta la misma promesa de adquirirlo al día siguiente -. Luego, para el año 1994, se crea la Librería Quiroz especializada en textos jurídicos, ubicada en la calle 14 entre carreras 12 y 13. Posteriormente, en 1996, se crea el llamado ‘Café Libro’, ubicado en el sector de la Casa de la Cultura donde se podían adquirir textos jurídicos y de literatura. Estas dos librerías duraron poco y sin éxito. Últimamente, existe la ‘Librería Panamericana’ que nace con la apertura del Centro Comercial Guatapurí, año 2008, y tiene para la venta libros de distintas disciplinas, También existe una pequeña tienda, la ‘Compai Chipuco’, con venta de artículos artesanales y un espacio reducido para la venta de libros, especialmente de autores regionales.

BIBLIOTECAS EN VALLEDUPAR

En cuanto a Bibliotecas Públicas, tenemos la departamental ‘Rafael Carrillo Lúquez’ creada en el año 1997 y la Biblioteca del Banco de la República. Y existen las Bibliotecas de las Universidades públicas y privadas asentadas en la ciudad. Somos conscientes que ha sido tarde el despertar de la cultura intelectual y por los libros, pero debemos creer en un futuro mejor. La Feria del Libro Valledupar – Felva – nos ayudará a encontrarnos de manera definitiva con el libro. Se deben crear librerías en los barrios con estímulos por parte del municipio, y vender los libros a un precio asequible, dado el nivel de ingresos de nuestros habitantes y en especial de la población estudiantil. Además, crear bibliotecas en ciertos barrios periféricos, donde los estudiantes después de su jornada escolar, puedan acudir a ella, en busca de consulta y orientación. El hábito de la lectura se da en los primeros años de escuela.

Biblioteca Departamental Rafael Carillo Lúquez.

Bienvenida nuestra primera Feria del Libro Valledupar – Felva –

Por Carlos Elías Lúquez Carrillo

Carlos Elias Luquez Carrillo: