Ajustes de cuentas entre integrantes de bandas criminales, disputa de territorios por parte expendedores de estupefacientes y resurgimiento de grupos de limpieza social son algunas de las hipótesis a las que le apuntan autoridades y habitantes del sector de Pescaito de Valledupar, para explicar la ola de violencia que durante las últimas semanas ha sufrido el sector.
Pescaito es uno de los primeros asentamientos humanos invadido en la margen derecha del río Guatapurí, hace más de tres décadas, y pese a los esfuerzos de las alcaldías de turno para erradicarlo a través de reubicaciones, ha sido imposible, puesto que el gobierno le da casa a un invasor y aparecen dos más.
Casi toda la margen derecha del Guatapurí en el oriente de la capital del Cesar ha sido invadida y luego de Pescaito, surgieron sectores como Paraíso 1 y 2, Esperanza Oriente, Nueva Colombia, Nueve de Marzo, Zapato en Mano y Canta Rana, entre otros.
Johana Katherine Torres, nació hace 35 años en este sector de invasión y explicó que con el pasar del tiempo la seguridad ha desmejorado, porque según ella “antes era más sano y salía sin miedo, todos nos conocíamos”.
Reconoce que la inseguridad la desvela, porque tiene tres hijos, dos de ellos adolescentes y teme que les pueda pasar algo en manos de la delincuencia o que caigan en las garras de las drogas.
“Más que todo estoy preocupada de tanta matanza, aquí a dos cuadras de la permanente de Policía y uno no sabe qué es lo que está pasando”, expresó mientras preparaba el almuerzo en su rancho de tablas.
La mujer no terminaba de dar sus declaraciones al equipo periodístico de EL PILÓN, cuando advirtió que no recomienda a nadie seguir más adelante, hacía la orilla del río, porque quien se atreve algo malo le puede pasar.
Pero Johana no es la única que considera esa zona como de alto riesgo; Margarita Herrera, de 72 años, también aconseja a los forasteros no pasar de la manzana 8, por el cruce que conduce al sitio conocido como La Macarena, ya que en los alrededores se han registrados cinco homicidios en 16 días y donde según reconocen las autoridades se expenden sustancias alucinógenas.
“Somos nosotros que vivimos acá y ya no nos atrevemos a caminar hacia el río”, advirtió la veterana que no duerme tranquila debido a los recientes casos de violencia en el vecindario. Ella tiene tres nietos a su cargo, por lo que cada vez que salen a la calle, la incertidumbre la agobia.
“Para allá pasa pura gente desechable, sin embargo, aquí hay gente honrada y trabajadora”, agregó.
Otros vecinos cuentan que la vieja costumbre de irse a bañar al río se ha perdido, son pocos los que se atreven a sortear la presencia de viciosos, que se han apoderado de las orillas del afluente.
“Uno está tranquilo en su casa y cuando escucha son los totes (tiros)”, relató Yeny Karina Pinilla, quien lleva tres años en la invasión.
Los muertos de La Macarena
En los alrededores del sitio conocido como La Macarena se han registrado en las últimas tres semanas los siguientes homicidios:
Luis Eduardo Serpa Rivera y Jaime de Jesús Hoyos Angarita, fueron asesinados a tiros la noche del pasado 24 de octubre. Inicialmente la Policía los ingresó a la morgue como N.N y dio a conocer que se trataba de indigentes que, al parecer, consumían estupefacientes en el momento que fueron baleados. Sin embargo, al día siguiente los familiares de Hoyos Angarita manifestaron que él era comerciante y residía en el barrio Doce de Octubre, por lo que solicitaron claridad en las investigaciones.
Tres días después, el patrullero de la Policía Jhonatan Ferney Ortiz Sarmiento, de 24 años, asignado al cuadrante de la margen derecha, fue asesinado en su día de descanso y otro patrullero identificado como José Bermon Duque resultó herido en los mismos hechos. A la fecha, la Policía no ha dado explicación a la opinión pública de qué hacían los dos patrulleros, en su día de descanso y bajo los efectos del alcohol en Pescaito.
El 31 de octubre, el mensajero Rubén Montaño Bayona, de 33 años, fue acribillado por pistoleros a orillas del río Guatapurí. Habitantes del sector indicaron que la víctima había llegado en compañía de dos personas más y minutos después escucharon los tiros.
El pasado domingo, Javier Francisco Abello García, resultó muerto tras recibir un impacto de bala en extrañas circunstancias. Según testigos de los hechos, un patrullero de la Policía le disparó al joven en medio de un operativo de registro y control.
Otro caso que tiene conmocionados a los vecinos del río Guatapurí, es la misteriosa desaparición de dos jóvenes. Se trata de Adolfo José González Beleño, de 27 años y Cristofer de Jesús Montero Fuente, de 23. Ambos residentes en el Nueve Marzo eran amigos y salieron de sus casas el pasado 4 de noviembre y a la fecha se desconoce su paradero.
Ante los recientes hechos violentos hay versiones de que fueron asesinados, sin embargo, las autoridades no las confirman y se sumaron a las labores de búsqueda que desde la semana pasada adelantan los familiares de los dos jóvenes.
Microtráfico
El comandante de la Policía Cesar, coronel Faiber Martínez, explicó que la situación de inseguridad que vive Pescaito fue analizada en un encuentro con el Alcalde de Valledupar y los representantes de la Fiscalía para esclarecer los crímenes recientes.
“No hay que desconocerlo, allí hay microtráfico y estamos trabajando de la mano con la Fiscalía para esclarecer los hechos que han ocurrido. Tenemos trabajo adelantado, pero la investigación requiere de tiempo para ver los frutos”, precisó el oficial.
Los que se siente seguros
A pesar de los homicidios y contrario a lo dicho por Johana, Margarita y Yeny, hay otros moradores de Pescaito que aseguran que el que nada debe nada teme. Como el caso de un promotor comercial de una empresa de gaseosas, que desde hace un año visita alrededor de 30 tiendas de la margen derecha del Guatapurí y asegura que nunca ha sido víctima de la delincuencia.
“Como en cualquier lugar uno debe tomar precauciones”, afirmó.
En ese mismo sentido se pronunció Lisoel Salcedo, tendero desde hace seis años, en la esquina de la manzana siete.
“A mí nunca me han atracado, pero por todo lo que uno escucha sobre lo que ha pasado puse esta reja de protección que impide que alguien se me vaya a meter al negocio”, dijo el comerciante, entre risas.
Pese a las versiones encontradas, lo cierto es que Pescaito es una zona de doble riesgo, primero por las crecientes súbitas del río durante épocas de invierno y segundo por la creciente inseguridad que tiene inundado de miedo a más de uno.
Por Martín Elías Mendoza / EL PILÓN