Ese niño que llevamos dentro, es lo que nos permite no perder la capacidad de asombro y también convertir el dolor en esperanza, subsanar con amor todos los obstáculos y pararnos rápidamente de las caídas.
Vienen a mi memoria frágil, en las brumas del tiempo, algunas de las mujeres que algo recuerdo del ayer y del ahora, con temor a equivocarme y a dejar por fuera otros nombres de mujeres valiosas, ya que esta lista nunca estará terminada, es una lista abierta, ¡por favor ayúdenme!
Pido un minuto de reflexión, y de silencio así mismo una oración por las primeras mujeres indígenas y afros que sufrieron en la Época de la Conquista violaciones, torturas, secuestros, desplazamientos y explotación laboral.
En mis retazos de memoria aparece en 1580 la india tupe Francisca, que fue latigada y cortada su cabellera por su ama española Ana de la Peña; hija ella del indio tupe Francisquillo el vallenato que, para esa época, ya era un señor y lo llamaban don Francisco; él y varios caciques tupes vengan la afrenta y deciden quemar el pueblito vallenato, pajizo, a media noche, cansados también de que les robaran sus esposas, les violaran a sus hijas y les guaquearan las tumbas de sus mayores para llevarse el oro.
Mueren 50 españoles dormidos. Antes de quemar el pueblo atacan a las mujeres con macanas, las desnudan y les quitan sus joyas.
Por todo lo anterior, la india Francisca con su esposo Gregorio y su padre don Francisco, son ahorcados en el hoy Cerro de La Popa, junto con otros caciques e indios y totos y cariachiles.
PRIMERAS MUJERES MÁRTIRES ESPAÑOLAS
Hagamos un recuento de las que murieron esa noche ayudada por las memorias del cronista Juan de Castellanos, quienes siendo inocentes pagaron la crueldad de sus esposos; fueron ellas:
Doña Jiumar de Urrea partida su cabeza con macana;
doña Ana de Aníbal, Izabel de Briones, quien quedó manca, María Becerra, cuya sangre corría sin estancarse, Elvira Franca, Ana de Ruiz, Ana Fernández, quien murió escondida con sus dos hijos; Catalina Rodríguez, quien se había casado ese día y murió con el pecho traspasado; la hijita de Jerónimo Romero fue raptada y permanece en cautiverio.
Dejemos que el cronista Juan de Castellanos nos relate cómo fue este ataque: ‘’quebrantadas las frentes y las cejas, luego con asperísimos cuchillos, a las galanas mozas y a las viejas que traen arrancados sus zarcillos a raíz les cortaban las orejas y los dedos también de los anillos, desnudándolas de sus vestiduras, hasta dejarlas en sus carnes puras’’. Después le meten fuego a las casas…..
SIGLO XVII
Doña Ana Fernández de Castro: quinta abuela del libertador Simón Bolívar, este apellido tiene mucho que ver con los apellidos vallenatos
SIGLO XVIII
Doña María Antonia De Nieves Mojica De Maestre, fundadora en 1797 del Hato de Patillar que después fue Patillal. Pueblo que se convirtió en cuna de poetas y cantautores.
SIGLO XIX
Veo entre nubes, surgir a María De la Concepción Loperena Ustáriz y de la Guerra de Fernández De Castro, quien compartía el pensamiento filosófico de Simón Bolívar, por ello le dio la libertad anticipada a sus esclavos; lo ayudó en la campaña del bajo Magdalena en 1812, obsequiándole caballos, ropa para el ejército y avisándole por donde iba el enemigo sufrió persecución y le fueron confiscados sus bienes; guardaba un parentesco con el Libertador por el apellido Ustariz.
SIGLO XX
La maestra, políglota, escritora y poetisa María Eugenia Ariza, llamada ‘La Pola Ariza’; escribió cinco libros entre ellos ‘Los Jinetes del Apocalipsis’, y una ‘Urbanidad en Versos’, hablaba cinco idiomas; prestó sus servicios como educadora en La Guajira y en el Cesar.
En este mismo siglo se recuerda a las monjitas capuchinas que fundaron el colegio de La Sagrada Familia, en Valledupar, en el año 1923. Todas eran del departamento de Antioquia, Colombia, ellas fueron la reverendísima madre Bienvenida de don Matías, la hermana Margarita de Jericó, la hermana Catalina de Yarunmal, quien era la superiora y la hermana Teresa de Sonsón, después vendría la hermana Eugenia de Urrao.
Ellas y las que siguieron, formaron una generación de matronas vallenatas honestas, excelentes madres, esposas amorosas y profundamente cristianas; actualmente es una de las mejores instituciones educativas, no solo por el alto nivel académico sino también por la formación moral en valores que ya casi se ha perdido.
DOÑA MAGDALENA CASTRO MONSALVO
Corría el año de 1932 cuando el Perú, después de muchos años de litigios limítrofes con Colombia, decide invadir el trapecio amazónico de territorialidad colombiana; nuestro país responde con hidalguía, creando unas juntas municipales que llamó juntas patrióticas; invitando a todas las mujeres para que donaran sus joyas para con ello suplir los gastos de la guerra; una de las damas debía asumir el cargo de tesorera y toda la comunidad vallenata estuvo de acuerdo que esa responsabilidad debía asumirla la señorita Magdalena Castro por sus dotes de honradez y patriotismo; sus padres no estaban de acuerdo porque era un cargo muy delicado, a esto ella les respondió con altivez que “era lo menos que ella podía hacer por su patria’’, sus padres le respetaron su decisión.
Bajo su cuidado permanecieron encerradas con candado todas las joyas recolectadas en el municipio; estas vinieron de los corregimientos de Los Venados, Valencia de Jesús, Patillal, Badillo, Atánquez y Pueblo Bello, cada uno contaba con su junta patriótica.
Como algo curioso escribiré una partecita de las personas que donaron sus joyas: Delfina Mejía, una cadena de oro con medallón; Josefa de Baute, un rosarito; Margarita de Mejía, una mancorna de oro y un par de aretes; Josefa de Pimienta, una mancorna, dos escudos, un alfiler de oro; Bernarda de Gonzáles, un par de aretes con piedra roja; y Dominga de Castro, una sortija. Sigue la lista, firma la tesorera Magdalena Castro.
Es curioso anotar que el municipio de Patillal ofreció una donación muy numerosa en prendas de oro a favor de la defensa de la patria.
La junta directiva estaba conformada por el secretario Rafael Montero, presidente Juvenal Ovidio Palmera Cotes, vicepresidente Guillermo Castro Tres Palacios, segundo secretario Luis José Pimienta, tesorero Sebastián Daza, subtesorero por los barrios Cerezo y Cañahuate Luis R. González y Oscar Cuello
Afortunadamente se terminó este litigio jurídico en el año de 1933.
(Continuara)
POR RUTH ARIZA COTES/ESPECIAL PARA EL PILÓN