En un acto de intolerancia registrado la madrugada de ayer, lunes, en el barrio Populandia de Valledupar, un comerciante fue asesinado por desconocidos que le propinaron dos impactos de bala en el cuello.
La víctima fue identificada por las autoridades como Gabriel Alfonso Córdoba Saldarriaga, de 33 años de edad, natural y residente en Valledupar, quien minutos antes departía en la manzana 55 casa 16, con un hermano, un cuñado, la esposa y otros familiares.
Según Gabriel Córdoba Vega, a la 1:30 de la madrugada, su hijo le dijo a la esposa que iba darle una vuelta a sus tres hijas, entre ellas dos mellas, y de regreso a la parranda, observó a dos hombres que aparentemente le hicieron dos tiros y como no lo impactaron, él pensó que eran tiros de salva.
“Yo no entiendo que pudo haber pensado mi hijo, pero me cuentan que regresó a su casa, se armó de un machete y arrancó en la motocicleta donde se desplazaba, para alcanzar a quienes aparentemente le hicieron los tiros para reclamarles, pero estos reaccionaron disparándole en su humanidad. Le propinaron dos balazos en el cuello lado derecho, que le causaron la muerte minutos después, porque cuando lo balearon, alcanzó a correr para refugiarse en su casa, que está a una cuadra y cayó cuando pasaba por el parque de La Ciudadela 450 años”, relató el angustiado padre.
Una de las hermanas de la víctima llegó al sitio donde quedó tendido el cuerpo, pero no había nada qué hacer porque no tenía signos vitales.
“Se tiró encima de su hermano, le levantó la cabeza y le dijo: -hermano mío despierta, despierta, no te mueras-. Él en ese momento, abrió los ojos en señal de su respuesta, pero de inmediato los cerró y no reaccionó más”, agregó.
En principio, las autoridades descartan que la acción criminal tenga alguna relación con un atraco, porque no le robaron nada. Tampoco sería un ajuste de cuentas, porque según su papá, él era una persona noble, que no tenía amenazas.
Era hijo de Gabriel Córdoba Vega y Diana Saldarriaga, casado con Issy Olguín, el segundo de dos hermanos y bachiller del Instituto Técnico Upar de Valledupar.
Por Abdel Martínez Pérez