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Kandymaku, es Ruperto, el indígena de Diomedes

Con el aire que trasmiten las montañas y un sol apaciguado con la caída de la tarde, Kandymaku se encontró con su cultura ancestral y así contó la historia del “sapo, sapo, sapo, sapo sin colmillo”. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.

Sus vivencias, cantos, composiciones y hasta frases, están en todos los rincones de Colombia, no hay espacio en la Costa Caribe en el que no se hable de Diomedes Díaz y ¡Diomedízate!. ‘El Ídolo de las Multitudes’ con su voz revolucionó el mundo de la música vallenata y ahora la pantalla chica.

Hay mucho talento innato de regiones cercanas a Valledupar en la serie ‘Diomedes Díaz, El Cacique de La Junta’, que desde el día de su lanzamiento se posicionó como el programa más visto de la televisión colombiana, con más de 14 puntos de rating.

Su muerte en diciembre de 2013, lo convirtió en una leyenda. Esta historia polémica, dramática, llena de altibajos conforma el ‘As’ bajo la manga del Canal RCN para reconquistar la audiencia después de una serie de ratings decepcionantes. En la historia de Diomedes, según Herney Luna, director de Diomedes, “la consigna es que todo tiene que ser verdad. En lo dramático buscamos actores naturales, guajiros, que tengan la temperatura, el acento, los dichos, el desparpajo de la región”, lo dijo en Revista Semana.

Y uno de esos actores es Kandymaku Busintana, nacido en la Sierra Nevada de Santa Marta, quien representa a Ruperto, un indígena al que ‘El Cacique de La Junta’ le tuvo mucha confianza y quiso en los inicios de su vida.

A Kandymaku lo ayuda mucho esa naturalidad nativa que no podría improvisar cualquier actor de la televisión, también que es cantante y conoce los cantos indígenas. Uno de ellos está muy pegado en la Costa y cuidado en el interior del país: Sapo, sapo, sapo, sapo sin colmillo.

“Estas canciones siempre han estado con uno, pero no sabía que siendo tan simples llamaban la atención, por eso el ser humano de aprender a ser más simple, como el agua”, dice el hombre nacido en Yewrwa.

Y esta no es precisamente una canción, “nosotros le llamamos la parrandera, son ritmos musicales sin letras que uno le pone letras a medida que uno quiere. El vallenato netamente le llama el son, este ritmo lo utilizamos los indígenas para cosechas, danzas y matrimonios”.

El personaje de Ruperto es un indígena bebedor, ‘chirrinchero’, que ayudó a Diomedes Díaz a sobrevivir en la Sierra Nevada, cuando el intérprete de ‘Mi muchacho’ se fue a trabajar en la recolección de café, cuando aún no era cantante.
“La novela de Diomedes es algo que él contó, no sé si ahí se refleja lo que somos los indígenas en ciertas cosas, nosotros somos de tomar chirrinchi pero más ceremonial, creo que Ruperto nos representa y se identifica un poco. Yo me reflejo mucho y por eso no fue tan difícil hacer el papel, los indígenas somos alegres, espontáneos, seguimos poporeando”, sostuvo quien personifica al indio amigo de Diomedes Díaz.

En Valledupar, el arhuaco que interpreta el gracioso personaje no puede salir a las calles. Los seguidores de la novela le dicen “canta el sapo, sapo, cantalooo”. Pero Kandyamaku lleva una preocupación en su sentido ancestral y es referente a la música vallenata.

“Se habla mucho que de preservar el folclor, la música vallenata, y yo me preocupo cuando se personaliza mucho, esto no es de tanto ídolo, si hubo marca de etapa por algunos pero eso no debe prevalecer en el tiempo, para nosotros (indígenas) es más importante que la cultura prevalezca a través de la historia, pero la historia desde la esencia como la tienen los pueblos indígenas. El vallenato tiene ese nombre pero esos sonidos ya existían en la Sierra Nevada interpretados por cachos, carrizos, tambores, calabazos”, destacó.

Y habla también que su origen lo demuestra a través de la mochila tercía, el poporo que nunca deja y el tradicional traje arhuaco, pero este hombre es sociólogo de la Universidad Cooperativa de Colombia y el año anterior llegó a países como China, España, Estados Unidos, Francia, Perú, Brasil, Venezuela, Alemania, Costa Rica y muchas regiones de Colombia, llevando música y conferencias en temas sobre pensamiento ancestral, a través del Ministerio de Cultura.
“Estuvimos representando a Colombia a nivel cultural, mostrando un poco de lo que somos, de entender que el indígena no es solamente el que vende plantas, el que lee la suerte, somos más que esos, somos profundidad y es entender esa base cultural”, explicó Kandymaku.

Hoy este indígena de 36 años, lleva con honor el bastón de su etnia por las calles de Valledupar y el mundo, su personaje causó tanta identidad en la novela que seguirá actuando, ¿cuál será su identidad?, habrá que comprobarla en ‘Diomedízate’ porque Kandymaku estaba para grabar tres capítulos y lleva más de diez.

Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
carlos.jimenez@elpilon.com.co

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