Resulta contradictorio que una mujer nacida en las entrañas de una familia conservadora y tradicional de la ‘sociedad regional’ encarne unas luchas de clase y reclame cambios estructurales del Estado colombiano inmerso en una serie de configuraciones, como en la Sociedad Cortesana de Norbert Elías, y de poderíos locales que bien documenta la investigadora antioqueña Vilma Liliana Franco Restrepo, en medio de ‘democracias fallidas’ en palabras del ecuatoriano Agustín Cueva, y de conflictos sin resolver de larga duración.
Imelda nació en Manaure, Cesar, en las estribaciones de la serranía de Perijá, zona fronteriza con la República Bolivariana de Venezuela, a mediados del siglo pasado (1948) en medio de los ‘desbarajustes’ (Fals Borda) sociales propiciados por el periodo conocido como La Violencia (Molano y otros) en donde los cachiporros y chulavitas se batían a bala y machete después de que, no sé sabe quiénes, cometieron el magnicidio, aún sin resolver, contra la humanidad de Jorge Eliécer Gaitán, el ‘chato’ bogotano emergido de las bases sociales y populares del liberalismo que llenaba las plazas públicas con los de ruana, los de alpargata, los ‘otros’ y los ‘nadie’ y que estuvo muy cerca de ganarle la presidencia a las élites liberales y conservadoras, pero lo mataron en medio de una estrategia de Mercenarismo de Estado (Fuentes, 2020).
“Durante la violencia bipartidista que se generalizó tras el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, los campesinos vivieron intensos desplazamientos internos generados por la violencia oficial contra las bases populares del gaitanismo”, en Fuentes (2020, p. 67). El Caribe no sufrió mayoritariamente el fenómeno del desplazamiento, pero hay evidencias poblacionales de migraciones y desplazamientos de Santander del norte y el sur hacía Manaure entre otras poblaciones de la serranía de Perijá como consecuencia de la violencia bipartidista.
Los inmigrantes configuraron un nuevo sujeto campesino en la Manaure de la época donde se resolvían y dirimían los conflictos a machete, recordó Imelda en un conversatorio con jóvenes en la plazoleta del barrio Pablo VI en la ciudad de Bogotá. La familia Daza Cotes se trasladó al municipio de Villanueva, La Guajira, era la época del contrabando, la bonanza y crisis algodonera y la víspera de lo que sería la bonanza marimbera de donde emergieron personajes y familias que emparentaron con clanes tradicionales empobrecidos por la crisis algodonera, lo que le permitió a la nueva clase emergente ascender socialmente y configurar relaciones de poder local conforme lo relata la tradición oral vallenata y lo documenta la investigación Realismo mágico, vallenato y violencia política en el Caribe colombiano.
ELLA ROMPIÓ ESQUEMAS
En medio de una sociedad patriarcal, Imelda estaba predestinada a formarse como ama de casa bajo la influencia de la religión católica en su formación primaria y secundaria donde experimentó sus primeros conflictos existenciales.
En Villanueva, La Guajira, se convierte en la estudiante con la fundamentación de la básica primaria y el anhelo de estudiar el bachillerato y de ir a la universidad en una época en que no había muchas opciones para las mujeres ni era bien visto que las señoritas adoptaran posturas emancipatorias a través de la educación, de hecho, era una época en que las mujeres no tenían derecho a votar.
Las inquietudes sociales de Imelda Daza Cotes la llevan a una nueva migración al Liceo Femenino Antonia Santos, en el barrio Ricaurte de Bogotá, en donde experimentó el castigo que se imponía a las mujeres con ideas emancipatorias sometidas al rigor y a la disciplina de una institución educativa interna en donde sufrió el llanto adolescente ante el desarraigo y ‘El hambre del liceo’ como en la canción de Rafael Escalona.
Eran los años de la bonanza algodonera (1960-1975), la región vivió uno de los períodos más dinámicos y de mayor crecimiento económico. “La vieja estructura productiva agrario-pastoril se transformó en una empresa agroindustrial que intentó desarrollar el capitalismo en campo cesarense”, (Fuentes, 2020, p. 68).
Surge una idea de progreso en las ciudades y las familias van a migrar a los centros poblados. En 1972, los Daza Cotes llegaron a Valledupar con la idea de progreso bajo las influencias de las relaciones sociales del capitalismo y los fenómenos migratorios y demográficos de la región; la familia había cambiado su vocación ganadera y agrícola para insertarse en las relaciones económicas del centro poblado, mediante la compra de una fábrica de hielo.
Sus jornadas intensas en el Antonia Santos eran compensadas con los viajes de vacaciones a Valledupar como en la canción ‘Los tres monitos’ interpretada por los Hermanos Zuleta Díaz, Tomás Alfonso ‘Poncho’ Zuleta y su hermano Emiliano.
Otro de los consuelos de la alumna preguntona fue el consejo de una profesora de historia que le recomendó estudiar economía para que respondiera a sus inquietudes frente a las problemáticas sociales del país. Este consejo la llevó a graduarse como economista de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. El conocimiento adquirido le permitió aplicar la Investigación Acción Participación, IAP, el método propuesto por uno de los padres de la sociología colombiana, Orlando Fals Borda, donde se aplica el principio del conocimiento para transformar realidades sociales; y eso fue lo que intentó hacer Imelda Daza Cotes como funcionaria del antiguo Incora con los campesinos de la zona bananera del viejo Magdalena y sus luchas por la tierra mediante una reforma agraria aplazada por los gobiernos en la historia de vida Republicana de Colombia. No faltó el burócrata que consideró que Imelda era una amenaza para el ‘statu quo’ y envió quejas a la dirección de la entidad. Este impase la llevó de regreso a su tierra.
SU APORTE A VALLEDUPAR
En el año de 1974, Imelda llegó a la Oficina de Planeación de la Alcaldía Municipal de Valledupar en donde ‘todo estaba por hacer’, según rememora, y empezó a ayudar en la planeación de la ciudad y de la administración municipal en los menesteres propios desde las diferentes secretarías. Para entonces, el Instituto Nacional de Fomento Municipal, INSFOPAL, decide crear Acuacesar y Acuadupar a donde se vincula como ayudante en temas administrativos y financieros de los ingenieros Abel Darío Giovanetty y Jorge Araújo Arzuaga. El equipo interdisciplinario de profesionales hizo el estudio y la propuesta. El INFOPAL solicitó un crédito al Banco Mundial. El crédito fue aprobado e implementado.
En tres años, Valledupar tuvo cobertura del 100 % en el acueducto, del 70 % en alcantarillado e implementaron el servicio de aseo urbano con una flota de carros importados de España. Acuadupar se transformó en Empodupar, que se convirtió en una empresa rentable al punto de llegar a ser la ‘Gallina de los huevos de oro’ y la ‘caja menor de la politiquería’, recuerda la economista y activista social quien fue despedida junto al equipo de profesionales cuando la entidad se politiza. Empodupar pasó a ser Emdupar. Y desde entonces, mucha agua ha corrido por el río Guatapurí.
Imelda se fue al Instituto Técnico Universitario del Cesar, ITUCE, sede Hurtado, que ofrecía tres programas en condiciones adversas; un día en medio de un aguacero con otros docentes y estudiantes surgió la idea de unas luchas y reclamaciones de una educación superior digna. ‘Nosotros por qué no desarrollamos una lucha para convertir esto en una verdadera universidad’, fue la consigna de una de las personas que aguardaba a que escampara. La petición provocó el respaldo de una acción y movilización ciudadana y trascendió en lo que hoy es la Universidad Popular del Cesar.
El liderazgo de Imelda Daza Cotes le permitió llegar a ocupar una curul en el Concejo de Valledupar por el Nuevo Liberalismo de donde se desencantó y retiró para ser parte del movimiento cívico popular ‘Causa Común’ en donde acompaña unas luchas por la vivienda, por los servicios públicos, por mejores escuelas.
Fue reelegida cabildante por la Unión Patriótica, UP, una colectividad con ideología comunista que intentó un acuerdo de paz entre el Estado durante el gobierno de Belisario Betancourt y las antiguas guerrillas de las Farc – Ep, pero fue acusada de ser ‘brazo político’ del entonces grupo insurgente lo que permitió justificar un genocidio contra este partido político en medio de una estrategia de Mercenarismo de Estado conforme está documentado en la investigación ‘El baile rojo’ del antropólogo Yezid Campos, quien vivió y registró esta época en un libro y una película del mismo nombre.
“El genocidio contra la Unión Patriótica lo ejecutó en buena parte el DAS, el F-2, la Policía y en algunos casos el Ejército”, (Fuentes, p. 55), denunció Imelda y agregó: “Teníamos tres opciones: quedarnos y poner el pecho a las balas; hoy muchos de ellos están muertos. Armarnos como hizo Ricardo Palmera ‘Simón Trinidad’, o irnos. Quienes optamos por la tercera opción se nos insinúa que fuimos cobardes”, refiere Imelda Daza.
LAS AMENAZAS
Imelda con dos hijos y en estado de embarazo es amenazada con una corona mortuoria en el jardín de su casa en Valledupar. Un desplazamiento forzado hacia Bogotá no es suficiente; a la capital de la República la siguen. El exilio es la solución ante la intolerancia al pensamiento crítico. Suecia le da el asilo donde vive por 26 años hasta pensionarse de profesora universitaria del área de Economía.
La jubilación coincide con la firma de los Acuerdos de Paz entre el Estado colombiano y las antiguas guerrillas de las Farc – Ep. El momento histórico y político le permite llegar a ocupar una curul transitoria en la Cámara de Representantes para refrendar vía Congreso lo pactado en el acuerdo, pero antes había intentado sin éxito llegar a la Gobernación del Cesar. Posteriormente fue fórmula vicepresidencial de Rodrigo Londoño Echeverri ‘Timochenko’ en su aspiración fallida a la Presidencia de la República.
SU VISIÓN POLÍTICA
Imelda durante el 2021 participó activamente en la ideación y construcción de las propuestas del Pacto Histórico en Valledupar, Cesar, con la intención de ocupar un espacio con posibilidades de llegar al Senado en la lista del aspirante a la Presidencia de la República, Gustavo Francisco Petro Urrego, pero la burocratización de esta colectividad la dejó por fuera. ‘Llevó la situación al límite’ y descartó la opción en diciembre de 2021 cuando el periódico El Espectador sorprendió con la noticia de que integraría la lista de Comunes, partido político resultante de los Acuerdos de Paz, en donde ocupó la casilla 5 lo que le aseguró un cupo directo en el Senado de la República debido a que el Acuerdo de Paz contempla 5 curules transitorias en Cámara e igual número en Senado durante dos periodos legislativos; este sería el segundo.
Así las cosas, Imelda Daza Cotes llega al Senado de la República con la tarea de presentar unas ideas y propuestas de inclusión social al electorado del Cesar, La Guajira, la mujer y el pueblo Caribe, que ha estado en medio de ‘desbarajustes’ sociales y políticos con problemas estructurales históricos que han configurado una suerte de sujeto Sentipensante que ha ‘aguantado’ y ‘resistido’ los malos gobiernos, la corrupción y un Estado burocrático y neoliberal, pero resulta contradictorio que Imelda lidere unas luchas de clase y unas reclamaciones de cambios estructurales, siendo de la ‘misma raza’ como dice la canción de Diomedes, en el entendido de que proviene de la misma ‘sociedad regional’ con similitudes a una ‘Sociedad Cortesana’.
¿Qué garantías tendrá el pueblo vallenato de que Imelda legisle en favor de las clases menos favorecidas?, esos mismos pobres que han inspirado discursos de ricos como Carlos Pizzaro, Clara López, Samuel Moreno Rojas, Alfonso López Michelsen, entre otros tantos, en una suerte de contrasentido. El pueblo vallenato recuerda la decepción política que sufrió con Cristian Moreno Panezzo, según algunas conversaciones personales. Es menester de Imelda interpretar las necesidades y deseos de cambios de los cesarenses lo que es contrario a alienaciones políticas y acuerdos burocráticos sin perder de vista que toda organización social tiene un componente de burocracia, más en un Estado burocrático como bien lo resumió un expresidente colombiano: ‘la burocracia en sus justas proporciones’.
Esta historia de vida se construyó a partir de la escucha de Imelda Daza Cotes en diferentes actividades y escenarios en las ciudades de Bogotá y Valledupar (2021) y una entrevista concedida por ella en el Hotel Estelar el sábado 5 de marzo en Chapinero Alto, Bogotá, D.C. (2022).
Por Hamilton Fuentes
@FuentesCentenoH