En todos los círculos de discusión, inclusive los más expertos y verdaderas autoridades en el tema económico, hablar de desarrollo económico debe y tiene implícito la palabra “crédito”, es como si fuese una fórmula mágica que con el solo hecho de entregar dinero a los sectores productivos el problema desaparecerá como por arte de magia.
Pero la realidad es bastante diferente, puesto que más allá de generar un verdadero impacto quien termina haciendo siempre el gran negocio es el sector financiero, particularmente los bancos, y no está mal que hagan negocios pues de esto se trata la iniciativa privada, pero debemos replantear el modelo.
Uno de los principales problemas que atraviesa el departamento del Cesar, y particularmente sus ciudades principales (Valledupar, Aguachica, Codazzi), es la enorme migración de personas que abandonaron el campo y vieron en la ciudad una opción para encontrar esas oportunidades que no tienen en la zona rural, pero lo que realmente ocurrió fue que su nivel y su calidad de vida se deterioró en todos los aspectos, incluidos por supuesto el acceso a la vivienda, a la educación, a la salud y, lo más preocupante, a la alimentación.
Esto lo corroboran las cifras de la última investigación efectuada por la firma Cesore, donde entre 2012 y 2019 la cifra de pobreza se mantuvo exactamente igual, es decir 52.7 %, un panorama para nada alentador.
Entonces, si tenemos una radiografía exacta de lo que nos mantiene en el subdesarrollo regional y local, identificados en temas muy específicos como vivienda rural, agua potable, saneamiento básico, conectividad, salud preventiva, nutrición, energía, tecnología, vías de acceso, entre otras, ¿qué nos hace pensar que lo que el sector rural necesita primero que todo es crédito? ¿Qué hace un campesino o pequeño productor con el dinero una vez lo tiene en sus manos?
La respuesta es obvia, se lo gasta satisfaciendo otras necesidades que casi nunca impactan en su nivel de vida, lo que al final lo deja siendo, no solo más pobre, sino, un pobre endeudado y con el riesgo que el banco le quite su tierra. Esto por supuesto es una regla general con contadas excepciones por lo que la apuesta debe ser enfocada en llevarles lo que vienen a buscar a la ciudad.
La primera apuesta del próximo gobierno local y departamental debe apuntar a la caracterización del sector rural, no censar, caracterizar, entre otras cosas porque la información existe y está disponible para que cualquier mandatario la consulte y la incorpore a los insumos para la construcción de los planes de desarrollo que permitan una verdadera priorización de los recursos en aquellos ejes que empujen el desarrollo.
Pero hay algo más, ante la alza exagerada de los precios de los alimentos y el evidente desabastecimiento de algunos productos básicos, se nos abre un mundo de posibilidades para empezar a producir comida, porque no solo perdimos nuestra soberanía alimentaria, sino que arruinamos el agro pensando ilusamente que la apertura de mercados nos permitiría inundar al mundo con nuestros productos.
Obviamente, la columna vertebral de la anterior apuesta requiere de una intervención directa, no solo del Gobierno nacional para replantear los TLC (Tratados de libre comercio) y la política exterior, sino del legislativo, para adecuar el ordenamiento jurídico que permita retomar el agro como generador de desarrollo. ¿Están nuestros congresistas a la altura de este reto? No lo creo.
La otra apuesta tiene obligatoriamente que pensar en la transición a lo que podríamos llamar ‘Las nuevas minas’, pero esta vez no de carbón sino de turismo.
La capital del Cesar y el departamento mismo están en mora de adoptar una verdadera política que permita integrar cultura y turismo más allá de la música vallenata, pues si bien es cierto que esta última nos representa a nivel nacional e internacional estamos desperdiciando una enorme posibilidad para volvernos un verdadero polo de desarrollo turístico.
Esto debe materializarse en varias etapas; primero, en que los mandatarios escuchen a los gremios, a la ciudadanía, a la academia y dejen de actuar como omnipotentes investidos de la verdad revelada; y seguidamente, la construcción de productos turísticos que resultan de un estudio serio y juicioso que ya existe. Señores mandatarios: ¡Escuchen a los gremios!
Por Eloy Gutiérrez.