“Por fin esta noche voy a poder dormir tranquilo”, fueron las palabras que el médico vallenato Leonardo Montaño Portillo, le dijo a su novia Sandra Arredondo, antes de sumirse en un profundo sueño del que nunca despertó.
Sandra recuerda, como si fuera ayer, la madrugada del pasado sábado 9 de junio, cuando ella junto a su enamorado luego de una noche de festejo con un grupo de amigos llegaron a descansar al apartamento que días atrás habían alquilado, en el octavo piso de un edificio ubicado en la calle Mario Bravo del barrio Palermo, en Buenos Aires, Argentina.
“El jueves mandamos al gasista a que nos lo prendiera y cuando nosotros llegamos al apartamento las estufas estaban prendidas por el gasista, no por nosotros, nunca manipulamos el sistema de calefacción”, recordó la joven, ayer, minutos antes del sepelio de Leonardo.
Sandra manifestó a El PILÓN que estaba contenta en el nuevo apartamento, por el sistema de calefacción, ya que Leonardo venía sufriendo de algunas lesiones en la piel debido al intenso frío que durante esos días azotaba a la capital de Argentina.
Mientras dormían, una fuga de monóxido de carbono en el sistema de calefacción hizo que el gas tóxico entrara a los pulmones y se regara por todo el organismo de la pareja.
Casi 12 horas después, Sandra reaccionó somnolienta, por efecto del gas, y logró dar aviso a sus amigos que se sentía mal y que Leonardo estaba rígido y no reaccionaba.
“No presentimos nada, nos acostamos y a mí lo que despierta es el sonido del celular, porque era el día de mi cumpleaños”, relató la profesional de la salud con la voz quebrantada.
Aunque ambos fueron trasladados a un centro asistencial, los especialistas confirmaron que Leonardo Montaño había llegado sin signos vitales producto de la intoxicación, mientras que la joven tuvo que ser sometida a un tratamiento intensivo durante una semana.
Tras 22 días de trámites, el pasado domingo el féretro de Montaño fue trasladado a Valledupar, donde la tarde de ayer recibió el último adiós por parte de familiares y amigos.
Sandra y Leonardo, ambos oriundos de Valledupar, se encontraban en Buenos Aires desde el 2009, realizando una especialización en medicina interna y dentro de poco esperaban volver a su tierra natal para prestar sus servicios profesionales a la comunidad.
“Me falta un año de residencia en Argentina para terminar mis estudios, pero aun no sé si vuelva”, la médica que salvó de la ‘muerte dulce’.
¿Qué es la ‘muerte dulce’?
Con la llegada del invierno en algunos países las estufas, braseros, calderas y calefacciones funcionan a ‘toda máquina’ y una mala combustión puede provocar intoxicaciones o, incluso, la muerte. Cada año por estas fechas se multiplican los casos de la conocida como ‘muerte dulce’. Pero, ¿por qué se la conoce con este nombre?.
La explicación está relacionada con el gas causante del fallecimiento, el monóxido de carbono. Este gas es inodoro, invisible, que poco a poco toma el cuerpo de la persona sin que esta se dé cuenta, de ahí lo de la ‘muerte dulce’.
Sin embargo, existen ciertos indicios para sospechar de un escape de monóxido de carbono: mareos, dolor de cabeza, vómitos, calambres e incluso, desvanecimientos súbitos, son algunos de los síntomas que producen este tipo de intoxicación.
El monóxido de carbono es un gas muy tóxico, una concentración de este gas por debajo del 1% del total del aire de una habitación sería suficiente para acabar con la vida de una persona.
Una vez que la mala combustión de la estufa o el brasero ha provocado el escape de monóxido de carbono, el gas se extiende a través del aire. Es entonces cuando entra en juego la hemoglobina de la persona que lo respira, es decir, la molécula encargada de transportar el oxígeno de los pulmones al resto del cuerpo.
La hemoglobina tiene una afinidad 200 veces superior al monóxido de carbono que al oxígeno, lo que quiere decir que esta molécula en vez de captar el oxígeno necesario para respirar capta el monóxido de carbono.
Cuando el 40% de las moléculas de hemoglobina están saturadas con monóxido de carbono, y a pesar de que el otro 60% continúa transportando oxígeno, la persona ya puede sufrir desvanecimientos por la falta de oxígeno, en definitiva puede dejar de percibir la realidad, paso previo a la ‘muerte dulce’.