(EFE).- En las filas de las FARC desde que tenía 10 años de edad, Emilio ha pasado toda su vida en la guerrilla, y ahora, a los 45, piensa en cómo será cerrar ese ciclo en este grupo armado del que dice que le ha dado todo, desde sus primeras botas.
Hijo de un miliciano (colaboracionista) de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que murió en combate, Emilio forma parte de tres generaciones de una misma familia que han engrosado la filas de esta guerrilla para luchar una guerra que consideran les fue “impuesta”.
En un campamento provisional situado en La Variante, área rural de Tumaco, municipio del departamento de Nariño, en la costa del Pacífico, espera junto con cerca de otros 300 guerrilleros que esté terminada la zona veredal transitoria de normalización (ZVTN) de La Playa, donde se reunirán para dejar las armas y desmovilizarse.
“Yo más o menos tengo 35 años trabajando con la organización FARC y sí, desde pequeñito, las primera botas, la ropa ellos me la dieron y de ahí seguí con ellos y ahí vamos con ellos”, cuenta a Efe sobre su ingreso en la guerrilla.
Emilio nació en Cimitarra, un pueblo de la estratégica región del Magdalena Medio que durante décadas fue escenario de una sangrienta guerra por el control territorial entre las FARC y grupos paramilitares, conflicto que en 1982 los obligó a abandonar esa zona y asentarse en Puerto Asís, en el departamento del Putumayo, limítrofe con Ecuador.
“Mi papá también fue miliciano” recuerda este veterano del Frente Mariscal Antonio José de Sucre, quien dice que su familia ha “trabajado bien con las FARC” y recibido “mucha ayuda de ellos”.
Según afirma, durante muchos años en Puerto Asís estuvieron “trabajando” con los frentes 48 y 32 que operan en esa región del sur de Colombia.
“Ahí mataron a mi papá y después nos vinimos para acá a Nariño y trabajamos con la Mariscal”, dice en el campamento al pie de una cruz de madera que marca el lugar de sepultura de “Albin, la ardilla”.
Explica que se trata de un roedor que fue mascota de los guerrilleros, quienes le dieron el nombre del personaje de la película “Alvin y las ardillas”, y que murió el pasado 30 de enero.
Emilio considera su actividad de guerrillero un trabajo como cualquier otro, y por eso sus dos hijos también están en las FARC.
“Eso es como una tradición. Ustedes son periodistas, entonces sus hijos salen periodistas y se va ese ejemplo”, dice refiriéndose al equipo de Efe que visitó el campamento de La Variante.
A pesar de la naturalidad con la que habla de toda una vida en medio del conflicto armado, Emilio, que se expresa con alguna dificultad, reconoce que la lucha armada no es fácil.
“Ha sido muy dura la guerra porque nos han sometido a nosotros (…) la guerra ha venido sobre nosotros y la hemos aguantado, así como hay un Dios que dicen que lo cuida a uno y a todo mundo, yo creo que él nos ha ayudado”, sostiene.
Con la misma convicción habla John Valencia, un francotirador de la temida Columna Móvil Daniel Aldana, que también entró muy joven en las FARC, donde lleva “siete años luchando por ese pueblo colombiano para que tengamos una igualdad y un cambio social”.
Sobre el futuro que les espera a partir de junio, una vez hayan dejado las armas en manos de la ONU y estén desmovilizados, Emilio y John consideran que deben seguir la ideología que les han inculcado, pero ya no desde las trincheras sino en la arena política.
“Nosotros seguimos lo que es la política, porque nosotros de aquí nunca pensamos abrirnos. Por ahí se dice que van hacer un pueblito y es para nosotros estar ahí, formar una política y salir adelante con lo que el Gobierno nos va a dar (…) pero yo la veo dura porque nos hacen trampa, nos dicen mentiras”, afirma Emilio citando como ejemplo los atrasos en la construcción de la ZVTN de La Playa.
John, que a diferencia de Emilio es el único de su familia metido en la guerrilla, respalda las afirmaciones de su compañero y señala: “Hasta ‘ahoritica’ el Estado no ha cumplido con lo que ha dicho con los acuerdos que se dan en La Habana, ellos traen algunas cosas pensando que nosotros fuéramos algo que no valiéramos”.
“Yo me quedaría en estas regiones trabajando lo que es algo de agroeconomía, algo para el pueblo, para la ciudadanía colombiana, que uno tenga algo que cosechar, que se produzca, algo que sea legal, que no sea ilegal”, concluye sobre su futuro. EFE.
Por Jaime Ortega Carrascal
EFE – La Variante.