Cuando llegué a EL PILÓN por primera vez parecía una niña. Era menudita, delgada, tenía un mes de haber terminado periodismo en la Universidad Autónoma del Caribe. Era el año de 1997, el periódico era interdiario, tenía tres años de fundado por el abogado Dickson Quiroz y el experto en marketing Iván Alejandro Duarte, dos titanes que luchaban por sobresalir; en esa época, la hegemonía la tenía el Diario Vallenato, de otra guerrera, Lolita Acosta.
Me acerqué al escritorio de Dickson Quiroz, pese al pánico propio de mi timidez, saqué fuerzas y le manifesté que quería trabajar. Él, con su voz fuerte y con aire de autoridad, me preguntó: ¿usted sabe escribir en computador? Yo le aseguré: ¡Sí! En realidad no tenía ni idea. Sólo había tocado uno en la universidad. “Comience en periodo de prueba”, ordenó. A la semana me contrataron y permanecí tres años, fue mi mejor escuela.
El coordinador era Pablo Camargo y los periodistas Ana María Ferrer, José Urbano Céspedes y yo. Yimis Nuñez hacía los deportes, éramos un Kinder. Iván Alejandro Duarte era el director y Dickson Quiroz, el gerente, pero tomaba decisiones del contenido del periódico.
El fotógrafo era José Rhenals, luego llegó Neftalí Castellar, también estuvieron los Castrillón, James, el padre, y Emilio y Huber, en diferentes etapas; luego llegó Adamis Guerra a quien se me ocurrió llamarle ‘Flash’ y así es conocido.
Tiempo después salió Pablo Camargo, y a los tres, Ana María, José Urbano y a mí, nos propusieron hacer EL PILÓN diario. En la fiebre de la juventud, asumimos el reto; literalmente no descansabamos, trabajábamos día y noche, de domingo a domingo, cada uno hacía tres páginas. Corríamos todo el tiempo con nuestra grabadora, cada uno compró su moto, no había Internet, en un fax nos enviaban los boletines de prensa y grababas en alta voz de ese mismo teléfono fijo. Cuando eso pasaba mandábamos a callar al que estuviera en sala de redacción, que siempre parecía un mercado persa. Aprendimos a escribir con bulla, sin importar que al fondo estuviera peleando Patrocinio ‘Pat’ Jiménez -le decíamos ‘Patro’- un experimentado periodista que poseía el desparpajo barranquillero, era el diagramador y hacía variedades, que sacaba de las revistas Selecciones. Se molestaba cuando las notas eran muy largas, esas se las entregábamos en diskette. “Las páginas no se estiran”, nos decía, pero también era muy paternal. Nos enseñaba mucho, en especial a John Rodríguez, que le tocaba transcribir en un computador todos los artículos de los columnistas, que los llevaban en una hoja escritas en máquinas de escribir; luego se convirtió en un experto diagramador y creativo.
El terror de esa época era el Escalpelo, una sesión de ‘chismes’ políticos que fustigaba a los funcionarios. Iván Alejandro haciendo gala de su genialidad hacía las Pilonadas en el que hacía juego de palabras con temas de actualidad. Los Abrazos y Cocotazos para quienes hacían las cosas bien o la embarraban también generó mucha controversia. Había una especie de caricaturas que se llamaban Bu-Artes, que las hacía BuAldo, así firmaba.
Las Pilocaturas en un principio se tomaban de otros medios y algunas eran propias, hasta que llegó David Safadi, era un niño de colegio cuando llegó con su carpetica. Era un prodigio. Hoy es uno de los mejores y más laureados de la región y el país.
La sede de EL PILÓN estaba ubicada en la vieja casona de la 14 con 8 (hoy Guacaó). Allí vivían José Castro, que era el mensajero y el celador; su esposa Mary, de Servicios Generales; y su hijo, al que le llamábamos Pilito, quien nació ahí y fue el que más mojó las páginas Sociales porque todos los años publicábamos sus cumpleaños. José tenía como 10 hermanos y la mayoría trabajaban armando periódicos o repartiéndolos.
En la impresora, que funcionaba en una bodega, siempre olía a gasolina o aceites, era otro relajo. Alí lo comandaban: Manuel Pérez Pascuales, William ‘Mono’ Donado y Ezequel Fúquene, los operarios que eran unos personajes.
De los columnistas siempre he admirado su juicio de escribir gratis y de manera constante, algunos partieron a la eternidad, otros se retiraron de esa valiosa tarea, de algunos recuerdo sus nombres, otros sus seudónimos, como Mardá, Clepsidra de Tapias Tietjen, Ágora de José Luis Bustos, Luis Augusto González Pimienta, Germán Piedrahita, Gustavo Pérez Castro; Conspicuo de Nicola Stornelli, Rodolfo Cabas, Orlando Noches, Mary Daza Orozco y Yastao, el seudónimo Silvia Betancurt.
En esos tres años de luchas y desafíos, fueron llegando periodistas. Denis Pérez nos enviaba las notas de los municipios, llegó JJ Daza y Abdel Martínez que eran los reyes de los Judiciales, los inolvidables Guzmán Quintero y Galo Bravo, Oscar Martínez con su página Politica, Yelene Cuan, y Ramiro Ospino entre otros.
Esa fue nuestra época de aprendizaje para formarnos como periodistas, hacíamos notas y titulares irreverentes, cometíamos errores, nos reíamos, nos caíamos, nos amenazaban, ganamos premios y, sobre todo, nos convertimos en una gran familia con mucha influencia en la región, y nunca nos dimos cuenta. El trabajo de todos hizo grande EL PILÓN que cumple 30 años impregnado en nuestras vidas.
Por Yanitza Fontalvo Díaz