Las épocas cuando la maicena caía sobre su cabeza pasaron, hoy sus canas se encargan de emular esos tiempos cuando la fiesta de carnaval dejaba blanco hasta su corazón.
Carlos Enrique Redondo Vega perdió la noción de cuando murió su mamá, fundadora de la tradicional y famosa caseta ‘La Cañaguatera’, solo recuerda que cuatro años después su padre también falleció.
Y no es para nada fácil estructurar el nacimiento del recinto ubicado en la calle 13A entre carreras séptima y octava. Carlos Enrique está pronto a cumplir 72 años y su mente por momentos le genera dudas y prefiere callar para no dar un dato impreciso.
Pero fueron Rosa Antonia Vega de Redondo y Carlos Redondo Guillén, sus padres, los encargados de ponerle son y sabor al carnaval de los vallenatos.
“Eso empezó por medio de la Junta de Acción Comunal del barrio Cañaguate cuando era presidente Eufemia Vásquez, ella le propuso a mi papá que le arrendara el sitio donde queda ‘La Cañaguatera’ y la bautizaron así por el disco que hizo Isaac Carrillo (época de los 70), pero mi papá le dijo que cogiera el lote y le echara el piso y esa sería su cuota para el barrio”, señaló Carlos Redondo.
Su instinto de empresario lo llevó a destronar a la Junta de Acción de Comunal y convertir el sitio en un negocio familiar, “yo cuando vi que eso dio producido le dije a mis papas, vea, de ahora en adelante yo voy a poner esa caseta porque dio ganancias y eso nos puede servir”, y se arriesgó a hacer un baile con el conjunto vallenato de Emilio Oviedo.
“Por medio de un señor llamado Manuel Germán Cuello Gutiérrez le colocamos techo con hojas de palma a la caseta, él me hizo ese regaló para organizar los primeros bailes. En ese entonces las entradas eran a dos pesos y los niños pagaban un peso. Teníamos la facilidad de hacer carnavales sanos, porque en el día era para niños y adultos, y por la noche si era solamente para adultos”, subraya.
Este hombre recuerda que en los tiempos cuando en Valledupar se hacía el carnaval, ‘La Cañaguatera’ era residencia para los personajes más ilustres de la ciudad, que se encontraban con el pueblo pueblo y disfrutaban sin importar religión, afiliación política o raza.
Música jocosa, disfraces, danzas, cumbiambas y todo lo que envuelve la cultura de los pueblos barranquilleros se manifestaban a plenitud en Valledupar. El carnaval, herencia europea y africana combinada con cultura aborigen, consiguió en la capital del Cesar un espacio, no de la dimensión del Festival Vallenato, pero si con pasiones entre niños, jóvenes, adultos y ancianos, todos celebrando las fiestas en honor de los dioses Momo, Baco y Arlequín.
“Cuando se hacía Carnaval era en el día y la noche, en el día para niños y en la noche para adultos, no había seguridad pero uno mismo en el barrio sacaba a las personas sin necesidad de policías, aunque yo pagaba mis impuestos”, aduce Carlos Enrique Redondo.
Agregó que hubo tiempo de hacer reinados, con vicarias sobre todo, desde el sábado hasta el martes de carnaval antes del entierro de Joselito Carnaval. Es de anotar, que el compositor de esta canción, José ‘Pepe’ Molina, falleció en Barranquilla el domingo anterior.
De esta manera, ‘el viejo Carlos’ permaneció unos 25 años en la organización de las fiestas en ‘La Cañaguatera’, ahora problemas de salud lo aquejan y prefirió cederlo a una pariente.
Y aprovechó para recordar personas carnavaleras en Valledupar como: Ramón ‘Moncho’ Rois, Jorge ‘El Bore’ Lúquez, Jhonny Fuentes Vega, Francisco Suárez y ‘Lucho’ Suárez. “Esa gente ponía en el barrio La Guajira vicarias y yo tenía las mías en el Cañaguate, trabajábamos en conjunto porque la unión hace la fuerza. Con eso le digo todo y no tengo más nada que decir (risas)”.
Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
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