Es una paradoja de la vida despedir al que nunca llegó. Y en esta ocasión es necesario hacerlo porque el 53° Festival de la Leyenda Vallenata venía en el camino con su carga de folclor y alegría infinita, pero fue detenido a comienzos del mes de marzo hasta cuando se entregue una nueva orden.
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El testimonio de Jorge Oñate, el homenajeado, se hizo sentir. “Primero está la vida. Eso no tiene reversa y todo queda en las manos de Dios que nos abrirá nuevamente el camino para el Festival Vallenato más grande del mundo”. Enseguida, llamó la atención para orar, nunca desmayar y quedarse en casa. También recomendó escuchar esos vallenatos que sirvan de paliativo.
Atrás quedó toda la fuerza del evento cuya ‘Ausencia sentimental’ se sintió y hasta se cantó a través de nueve voces vallenatas que volvieron a recordar: “El que nunca ha estado ausente no ha sufrío guayabo. Hay cosas que hasta que no se viven no se saben”.
Precisamente el cantautor Rafael Manjarrez, en esta ocasión también encerrado, como cuando hizo la canción, claro que no estaba temblando escribiendo la letra, sino que tenía una pesada carga de tristeza.
“No sé cómo describir estos instantes cuando por fuerza mayor no se hizo el Festival Vallenato. Estamos tristes, pero con el ánimo bien alto para cuando se regrese con la voluntad de Dios, seamos ganadores y recibamos los más grandes aplausos”.
Siempre listos
El presidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, Rodolfo Molina Araújo, nunca había vivido de cerca el aplazamiento del certamen, pero lo tomó de la mejor manera atendiendo con prontitud el llamado del Gobierno nacional ante la emergencia sanitaria presentada.
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“Esto nos deja más fortalecidos porque tuvimos la solidaridad de todos los que aman el vallenato y conocen la tarea de nunca acabar que venimos cumpliendo. En nombre de los directivos y miembros de la entidad que presido muchas gracias. Siempre estamos listos y volveremos cuando estén dadas las condiciones y podamos reunir nuevamente a los protagonistas del Festival de la Leyenda Vallenata”.
Hizo un repaso de todas las actividades que se iban a desarrollar y manifestó que se van a cumplir al pie de la letra tal como estaban programadas. “Naturalmente, se sintió la nostalgia de no estar en lo que hacemos con amor, sabiendo que esto trae beneficios en todos los campos como lo registraron las cifras de los estudiosos en la materia”.
La nota del acordeonero
Cada protagonista tenía sus palabras, y reinaba el pesar por no asistir al Festival de la Leyenda Vallenata en la fecha prevista. Precisamente, desde Cartagena el niño José David Caraballo Aguilar escribió: “Venía practicando todos los días porque tenía la ilusión de ganarme en esta última oportunidad la corona de acordeón infantil. Me inscribí entre los primeros, pero ahora no podré porque cuando se vuelva a realizar el festival por mi edad paso a la categoría juvenil”.
Él se quedó con el acordeón guardado, pero tiene la esperanza de pronto volver a abrirlo y regresar a la competencia. Atrás quedaron tantos y tantos días de ensayos al lado del cajero Jesús Amaya y del guacharaquero Francisco Guerra, donde hicieron énfasis en diversos paseos, merengues, sones y puyas.
Al final en su nota fue elocuente: “Como dice la canción favorita por estos días, ‘Ausencia sentimental’, me muero por ir porque las ganas de ser rey vallenato no se me quitan”.
Mientras tanto, el parque de la Leyenda Vallenata ‘Consuelo Araujonoguera’, la plaza Alfonso López y demás escenarios estuvieron vacíos, pero muy cerca andaban aquellas almas felices, esas que anotó en su canción el compositor Alfonso ‘Poncho’ Cotes Maya y que interpretó con el más grande sentimiento Iván Villazón.
Vivirán cantando por los caminos vagan en los vientos de su pasado, viajan juntos sin tener destino van eternamente parrandeando. Ay, los llega el viento, los trae el viento.
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Unas lágrimas se escaparon del escondite de los ojos llegando directo al aposento del recuerdo donde estaba guardado el acordeón al que Emiliano Zuleta Díaz le cantó en el año 1985, con el más grande encanto musical.
Que sería de todos estos pueblos y de Colombia en general qué sería de Valledupar sin este instrumento tan bello. No me cansaré de cantarte así no me aburriré de tocarte a ti no desmayaré nunca es mi intención siempre trataré de quererte más. Eres el orgullo de mi folclor y como un besito de mi mamá y que Dios me dé la satisfacción de irme contigo hasta la eternidad.
En esta ocasión hasta el tradicional aguacero de finales del mes de abril se fue para otra parte porque sabía que no podía mojar la fiesta. En el silencio absoluto de la tierra donde se trabaja cantando, perfectamente pudo andar ‘Compai Chipuco’, aquel viejito conversón y vallenato de verdad. El mismo que tenía las patas bien pintá, de sombrero alón y de remate le gustaba el ron.
También, en las cercanas soledades del amado Valledupar no se escucharon en la tarima las voces de Isaac León Durán y Jaime Pérez Parodi, quienes no pudieron darle rienda suelta a sus conocimientos y despedirse diciendo: “Dios los bendiga, y que les vaya bonito”….
La empresa del espíritu
Queda la incógnita sobre qué hubiera escrito Consuelo Araujonoguera en su ‘Carta Vallenata’ de El Espectador, ante este acontecimiento que nunca estuvo en el radar del folclor.
Lo cierto es que la matrona que expresó: “Yo parí el Festival”, volvería a repetir con voz firme y pausada. “En medio de la dura realidad nacional nuestros acordeoneros, cajeros, guacharaqueros, compositores, verseadores, cantantes y piloneras nos confirman una vez más que hay empresas grandes, pujantes, famosas y ricas, pero que la mejor, la única empresa del espíritu que sobrevive y se mantiene pese a todo y más allá de todo, se llama Festival de la Leyenda Vallenata”.
Por Juan Rincón Vanegas @juanrinconv