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Con agua de “pozos”, habitantes de Altos de Pimienta luchan por sobrevivir en un barrio “subnormal”

Meneo el agua y le echo los $200 de cilantro que compré en la tienda y un diente de ajo para darle más sabor. Con este caldito almorzaremos hoy y dejaré un poquito para la cena. Juan me abraza por detrás con sus pequeños bracitos y empieza a balbucear que tiene hambre. Volteo a verlo y le digo que se calme, que pronto estará lista la sopa.  -No quiero mami. Siempre que tomamos sopa me duele el estómago. – lo miro con tristeza y acaricio su rostro. 

Lo sé mi amor, pero es lo que tenemos para comer. Esta vez le puse más ajo y la cocine por mucho tiempo para que no te caiga mal. – le digo para tranquilizarlo, pero es una mentira. Hoy es el día de la semana en el que nos dolerá a todos el estómago porque el agua de la sopa es la que se saca del hueco. 

Lo que usted acaba de leer es una de las situaciones que viven numerosas familias de la invasión Altos de Pimienta ubicada en el predio Sabana 1 al noroccidente de Valledupar. Estos pobladores al carecer del servicio de agua potable se ven en la obligación de tomar agua de “huecos” improvisados en los que caen las hojas de los árboles, tierra y hasta basura para poder obtener el preciado líquido. 

En este asentamiento humano sus pobladores carecen del servicio de agua potable en sus hogares. Foto: Jesús Ochoa.

Así lo dio a conocer Yamile Ruiz, habitante de la invasión Altos de Pimienta, quien manifestó que todos los días debe cargar de 10 a 20 baldes con agua proveniente de un “hueco” donde está una tubería para poder cocinar, bañarse y limpiar su casa. 

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“Aquí no está Emdupar porque no somos un barrio legalmente constituido, sin embargo, no nos vamos a dejar morir de sed. Muchas familias se pegan a tuberías comunitarias para poder recolectar agua. No tienen las mejores condiciones de salubridad porque están en unos huecos donde les cae basura y tierra, pero es agua, yo la hiervo para el consumo, pero ciertamente hay gente que incluso así le cae mal en el estómago y les da diarrea”, explicó Ruíz.   

La última invasión 

Altos de Pimienta fue la última invasión que se conformó en el predio Sabana 1, de propiedad del Mayor Alberto Pimienta. De acuerdo con un censo del Sisbén, en este asentamiento humano residen 8.168 personas en más de 2.000 viviendas que están construidas desde material, hasta tablas de madera y techos de bolsas de basura. 

En sus calles de tierra y piedras, hay historias tristes y otras alegres que tienen en común “un sueño de redención en un hogar”. En ese sentido, un hombre que prefirió omitir su nombre, sentado en un banquito de madera frente a la puerta de su casa, aseveró que en sus años de juventud fue “paraco”.

“Hice cosas de las que no me siento orgulloso cuando estuve por ese camino. Gracias a Dios no le quite la vida a alguien, pero sí torturé y extorsioné. Pague el precio de mis actos en la cárcel, pero incluso así aún no siento que haya sido suficiente. Me vine a vivir para Altos de Pimienta porque no tenía dinero para arrendar una pieza. Desde entonces vivo aquí solo ayudando a la gente en lo que pueda”, argumentó este hombre de 56 años de edad. 

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Altos de Pimienta fue la última invasión que se conformó en el predio Sabana 1. Foto: Jesús Ochoa.

Deleitándose con el humo que absorbía de su cigarrillo, puntualizó que es ebanista y que repara puertas y todo lo hecho en madera. Acotando así que ha ayudado a muchas personas de la invasión “levantando sus casas” con estructuras de madera, techos, ventanas y hasta baños. “En esta invasión hay gente buena. En las peores condiciones es que se conoce a las personas y aquí hay mucha solidaridad y amor”. 

La migración 

En el recorrido que hizo el diario EL PILÓN por este sector, se pudieron evidenciar las precarias condiciones en las que vive esta comunidad que en su mayoría son desplazados de la violencia y venezolanos que por la crisis en el vecino país tuvieron que huir y, al llegar a Valledupar, invadir un terreno en compañía de desconocidos para “no vivir en las calles”. 

Alberto Cuevas, oriundo de Maracaibo, Venezuela, es un ejemplo de los miles de venezolanos que emigraron a la ciudad huyendo de la “dictadura y la crisis económica”. Este maracucho manifestó que migró con su esposa y sus dos hijas a Valledupar porque perdió su empleo, era difícil conseguir alimentos y si los conseguía era a precio dólar y la falta de “energía y agua estaba volviendo loca a la familia”. 

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“La situación política, económica y social nos obligó a salir de nuestro país porque literalmente nos íbamos a morir de hambre allá. No teníamos para seguir pagando el arriendo y por eso nos venimos a Valledupar. Nos quedamos en la casa de un amigo y él nos comentó que había un lote donde la gente se estaba metiendo para hacer casas. Fui con él a Altos de Pimienta y al día siguiente estábamos en la invasión limpiando nuestro pedazo de tierra”, comentó Cuevas. 

La comunidad obtiene el fluido eléctrico de postes artesanales de madera. Foto : Jesús Ochoa.

Relató con tristeza que en las noches debían estar “cuatro ojos” porque había personas que querían quitarles los metros cuadrados de los que se habían apropiado. Acotando así que él nunca imaginó que se convertiría en un invasor, pero que la misma necesidad “de sobrevivir” lo obligó a invadir. 

Hoy vive en una casa de ladrillos, con puertas de madera y aunque con baños de segunda, se siente “orgulloso de haber conseguido un hogar” y atemorizado ante la posibilidad de desalojo. “No queremos irnos de Altos de Pimienta porque ya son seis años viviendo aquí y hemos avanzado mucho con nuestra casa. Nuestras hijas van al colegio y si nos sacan la calle es lo único que nos espera”. 

Tanques de oxígeno 

Al igual que Brisas de La Popa, Los Guasimales y Bello Horizonte 2, el número de adultos mayores y personas con alguna enfermedad en este asentamiento humano es alto. Tal es el caso de Yorleivi Mosquera, de 64 años de edad, quien vive desde hace 11 años en Altos de Pimienta con un tanque de oxígeno que es lo que le permite seguir viviendo después de que se le detectara cáncer en un pulmón.  

“A mi me espicharon un pulmón porque me detectaron cáncer en él y ahora se me está produciendo otro. Tengo 15 años utilizando oxígeno y no puedo trabajar porque me salieron problemas de azúcar y de la presión que me imposibilita hacer un trabajo formal”, dijo Mosquera. 

Los habitantes de Altos de Pimienta piden que sea evaluada la población con afectaciones de salud que se les dificulta desplazarse. Foto: Jesús Ochoa.

Agregó que tiene 11 años viviendo en Altos de Pimienta con su hija y tres nietos y que la orden de desalojo la tiene muy preocupada porque ella no quiere que su hija tenga que vivir en la calle con sus pequeños. “Yo peleo por mi hija porque no quiero morir y dejarla sin una vivienda digna. No tenemos segundas opciones, solo esta casa y este barrio que es nuestro hogar”. 

Un cambio en la sentencia 

Luego de una reunión que tuvieron la gobernadora del Cesar, Elvia Milena Sanjuán y el alcalde de Valledupar, Ernesto Orozco, con la Defensora del Pueblo, Iris Marín, para exponerle la problemática social y jurídica de las cuatro invasiones, se vislumbra que el Gobierno Nacional pueda intervenir en el proceso de legalización del predio Sabana 1. 

De acuerdo con los mandatarios, de esta reunión se abrió la posibilidad de que Marín visite lo asentamientos humanos de Brisas de La Popa, Los Guasimales, Altos de Pimienta y Bello Horizonte 2, para conocer de primera mano las 4 invasiones, y realizar un análisis y evaluación de la situación precaria en la que viven los habitantes de estos asentamientos.

De acuerdo con Orozco, la defensora del pueblo revisará el caso y una vez posicionada, solicitará a la Corte Constitucional una revisión de la Sentencia T-946 de 2011, la cual ordena el desalojo, para que sea posible la modulación de la misma. Lo anterior con la finalidad de que se actualice el fallo teniendo en consideración el número de habitantes asentados.

La Defensora del Pueblo, Iris Marín, solicitaría a la Corte una modulación del fallo que ordena el desalojo de Sabana 1. Foto: cortesía

“Estamos pidiendo cambiar la orden de desalojo por una compra de los predios y sentarnos nuevamente con los propietarios. Buscamos una salida y una nueva negociación con ellos porque desalojar a ese número de personas es como mudar Chiriguaná o La Paz”, dijo el mandatario local.

En ese sentido , el mandatario local también se reunió con el director de la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado, César Palomino, para evaluar estrategias legales que permitan la legalización de Sabana 1.

Por Namieh Baute Barrios

Categories: Especial
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