El paramilitarismo en Cesar empezó en junio de 1996 cuando 25 hombres armados se instalaron en las sabanas del Ariguaní en los límites entre Magdalena y Cesar.
Estos fueron enviados por los hermanos Castaño y por Salvatore Mancuso a petición de algunos empresarios, políticos y hacendados vallenatos.
Desde entonces, el paramilitarismo en este departamento ha causado la muerte de más de 10.000 personas entre campesinos, indígenas, integrantes de la Fuerza Pública y funcionarios del Estado.
En el 2000 se fortaleció el paramilitarismo en el Cesar con la conformación de varias facciones, entre ellas el Frente ‘Juan Andrés Álvarez’, que operó por varios años en el centro del Cesar, más exactamente en la zona minera.
Para esa época dicho frente estaba comandado por John Jairo Esquivel Cuadrado, alias ‘El Tigre’.
En el mes de marzo de ese mismo año, siete familias cesarenses fueron tocadas por la ola criminal por la que atravesaba el departamento en esa época, luego de que varios funcionarios del CTI desaparecieran en cumplimiento de sus funciones.
Se trata de Israel Roca Martínez, Hugo Alberto Quintero Solano, Jaime Elías Barrios Ovalle, Carlos Augusto Ibarra Bernal, Mario Abel Anillo Trocha, Edilberto Arturo Linares Correa y Danilo Javier Carrera Aguancha, una comisión del CTI que debía llegar a un paraje entre Minguillo y Verdecia, zona rural de Codazzi, donde exhumarían el cadáver de Tiburcio Rivera, un vendedor de paletas asesinado por paramilitares, pero los investigadores nunca llegaron.
La comisión se desplazaba en dos vehículos, uno de ellos fue encontrado un mes después entre la maleza, y un año después fue hallado el otro; estaba quemado y abandonado en una finca del sector.
14 años después de que salieron de sus hogares en Valledupar, no se sabe del paradero de estos funcionarios, pero de lo que sí están seguras las autoridades es que fueron asesinados a manos del paramilitarismo que delinquía en esa zona.
Esta fatídica información fue suministrada por Carlos Castaño, vocero político de las Autodefensas Unidas de Colombia, Auc, a Claudia Balsero Giraldo, esposa de Israel Roca, quien después de lo ocurrido, lideró caminatas para hallar respuestas y campañas para los derechos humanos en compañía de las familias de los demás agentes desaparecidos.
A consecuencia de su perspicacia y empeño de conocer la verdad de los hechos por los cuales su esposo, quien se desempeñaba como técnico en criminalística del CTI y sus seis compañeros,fueron asesinados y desaparecidos, a Claudia le tocó abandonar el país el mes pasado, pero antes de partir concedió una entrevista a Verdadabierta.com.
Con un sabor agridulce, esta mujer madre de cuatro hijos, se vio obligada a deshacer el largo camino que había emprendido para saber la verdad sin encontrar respuestas.
Claudia comenzó a liderar marchas para pedir resultados en las investigaciones y, junto con los familiares de los otros desaparecidos, promovía reuniones.Pero cada información que obtenía la alejaban más la esperanza de volverlos a ver con vida.
Ante la angustia de no conocer del paradero de su esposo y sus compañeros, Claudia consiguió una cita con Carlos Castaño, vocero político de las Auc, quien reconoció que ese hecho sí lo habían perpetrado los paramilitares, pero aseveró que fue una “embarrada” que hicieron los del Cesar.
El activismo de Claudia para pedir justicia se hizo más evidente después de la desmovilización de las Auc, bajo los acuerdos con el gobierno nacional. Con la fortaleza que la caracteriza, asistió a las versiones libres que rindió Rodrigo Tovar Pupo, alias ‘Jorge 40’, quien fue condenado por este hecho, así como a las de alias ‘El Tigre’ y ‘Tolemaida’, los dos comandantes que tuvo el ‘Juan Andrés Álvarez’.
Durante las audiencias estos integrantes del paramilitarismo confundían cada vez más a las autoridades y a las familias de las víctimas. Algunos decían que los habían matado, descuartizado y enterrado, por eso fueron a una finca en el 2010 a buscar los restos, pero no encontraron nada; y otros, como Alcides Manuel Mattos Tabares, alias ‘El Samario,’ reconoció que en la zona de Sabana Alta, Cesar, recibió los sacos con los cuerpos de los investigadores, y los tiró a un río.
Alias ‘El Tigre’ confesó ante fiscales de la Unidad de Justicia y Paz su participación en la desaparición de los siete investigadores del CTI, sin precisar datos exactos que llevaran a encontrar los restos.
Antes de partir al exilio, Claudia asistió al primer encuentro de víctimas de multinacionales y transnacionales en Valledupar, evento en el que fue escogida como miembro de este movimiento de víctimas, a causa de la persecución, amenazas e intimidaciones que recibía de manera consecutiva por querer conocer la verdad.
Para esta mujer después de ocho años de aplicación del proceso de Justicia y Paz, aún no se ha dicho toda la verdad y que, además, la mayoría de los defensores de víctimas no tendrán garantías suficientes para la protección de sus vidas y las de sus familias.
Antes de abandonar el país, Claudia concedió la siguiente entrevista a Verdadabierta.com.
V.A: ¿Por qué terminó involucrada en la defensa de los derechos de personas que, como usted, sufrieron la violencia paramilitar?
C.B: Porque desafortunadamente al vivir la desaparición de mi esposo, al ver con tristeza que las leyes fueron creadas para favorecer a los victimarios y no a las víctimas, que no se utilizan los recursos para esclarecer la verdad y como es mi caso, para buscar a los desaparecidos, mi compromiso, el amor filial, hizo que me convirtiera en investigadora, en psicóloga, en analista, en abogada. Empecé a darme cuenta de la cruda realidad que nos rodea, que me hizo entender que cuando uno quiere que algo pase, se debe vencer el miedo, dar a conocer lo sucedido, buscar ayuda para que el caso avance.
Vivimos en un país anestesiado, sin memoria. Precisamente por estas razones, decidí ayudar con mi experiencia a otras personas que han tenido que pasar por circunstancias parecidas y que quizás no han recorrido el camino que nosotros llevamos caminado. Siempre hago una reflexión en un tono de impotencia con el caso de mi esposo y sus compañeros: si se dieron todas estas anomalías, la falta de colaboración de las organizaciones del Estado, para con nuestro caso, siendo trabajadores del mismo Estado, ¿qué queda para los ciudadanos del común y más cuando esos ciudadanos son humildes y sin recursos?
V.A: ¿Cómo ha sido su trabajo a favor de las víctimas?
C.B: Ha sido duro. Lamentablemente los derechos de las víctimas a veces ni siquiera ellas mismas los conocen, y si no conoces a lo que tienes derecho no puedes exigir que se respeten y mucho menos que se cumplan. Con lo que hice en estos 14 años aprendí a ser más humana, más sensible, pero a la vez más fuerte, a ir más allá de mis propios temores.
V.A: Tuvo el coraje de enfrentar a los más despiadados comandantes de las Auc, buscando la verdad sobre la muerte de su esposo. ¿Cómo fue esa experiencia?
C.B: Si bien no es de las mejores experiencias, es de las que más he aprendido en mi vida. Cuando escuchaba a estas personas hablar de las víctimas como un dato estadístico, de aquello que les hicieron, muchas veces con detalles que querían reventar mi corazón de dolor, y a ellos no se les notaba el mínimo asomo de arrepentimiento, cuando los escuchaba reconocer las barbaries cometidas y les daba lo mismo uno que mil, entendí que la vida, los derechos, realmente para nuestra sociedad, nuestro país, carecen de valor.
Me armé de paciencia para escuchar las muchas verdades que ellos cuentan, sin saber realmente qué es cierto de lo que dicen, aprendí a dominar mis emociones. Cuando escuchaba cualquier excusa para asesinar, desaparecer, abusar o desplazar a tu ser querido, me llenaba de una impotencia que me acompaña todo el tiempo.
Cuando estos paramilitares hablan de todos los que les colaboraban, de todos a los que les hacían favores, de lo seguros que se sienten ante su salida de la cárcel, sin duda me enseñó a ver la vida desde otra perspectiva, a madurar y a entender que, si quiero respuestas de lo sucedido, tengo que buscar apoyo internacional porque con las leyes de mi país no lo vamos a conseguir.
V.A: ¿Usted se siente satisfecha con la verdad o cree que la verdad verdadera no se sabe aún?
C.B: La verdad verdadera no se sabe ni se sabrá nunca, mientras existan leyes como las que tenemos, leyes que favorecen a los victimarios. Mientras nuestros gobernantes sigan trabajando de la mano con los paramilitares, mientras las multinacionales sigan financiándolos y mientras las víctimas no los enfrentemos y venzamos el miedo para denunciarlos, las verdades de nuestro país seguirán enterradas, como nuestros desaparecidos.
V.A: Dio la cara en las versiones y audiencias de Justicia y Paz como vocera de víctimas y de su propio caso. ¿Eso le trajo repercusiones en su vida personal: amenazas, presiones o intimidaciones?
C.B: Si. Todo el tiempo amenazas, intimidaciones, nuestra lucha es contra un monstruo gigantesco.
V.A: ¿Abandona el país por esas razones?
C.B: Sí, salgo para proteger a mi familia. En varias ocasiones salimos a diferentes ciudades pero siempre sabían dónde encontrarnos, no teníamos garantías de seguridad. Ahora que los paramilitares desmovilizados saldrán libres, gracias a la Ley de Justicia y Paz, no tenemos garantías. Doy un paso al lado, pero desde donde esté seguiré trabajando con el movimiento para hacer las respectivas denuncias internacionales sobre los casos que acompañamos.
V.A: ¿Qué espera de la justicia?
C.B: De la de mi país nada. Tengo esperanza de que los organismos internacionales puedan hacer algo por nosotros y el resto se lo dejo a la justicia divina.
V.A: Algún mensaje para las víctimas.
C.B: Que no perdamos la esperanza, que hay que vencer el miedo, somos los rostros, la voz de los que ya no están; somos los encargados de que nuestro país tenga memoria, de hacer que nuestra historia cambie, para darles un mejor país a nuestros hijos.
Las víctimas, los familiares de las víctimas, somos los lideres empíricos; no elegimos vivir una historia que marcó nuestras vidas, pero sí es nuestra elección dar a conocer quiénes eran los que ya no están y no dejar que se conviertan en una cifra más; a nosotros nos mueve el corazón, no dejemos que nadie detenga nuestro sentir.
Redacción EL PILÓN