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Carta a mis compatriotas

Un joven pensador europeo, Rutger Bregman, dejó consignados en su libro, “Utopía para realistas”, pensamientos que merecen ser tenidos en cuenta, sobre todo en esta época de desencanto con lo público y crisis global de la democracia.

“Aun cuando en Occidente la gente joven se ha hecho adulta en una era de tecnocracia apolítica, tendremos que regresar otra vez a la política para encontrar una nueva utopía”, dijo.
De cara al momento que vive nuestro país, semejante reflexión adquiere un significado especial.

Si bien es verdad que el intelectual tuvo en mente las realidades globales, quizás nunca imaginó que su descripción acerca de la urgencia de edificar otras esperanzas y sueños, con el fin de mejorar lo existente, podría convertirse en desafiante invitación a una sociedad, como la colombiana, tan lejana geográficamente de la suya.

Ningún momento parece más oportuno que el adiós al 2017, y el anuncio de las primeras luces del año siguiente, para dedicarse al esperanzador oficio de soñar.

Crear las condiciones que lleven la economía colombiana a crecer rápidamente resulta posible.

Necesario es, en busca de conseguirlo, atreverse a dar pasos audaces, integrales, alejados de aquella ortodoxia paralizante cuyos resultados ya conocemos.

Las consecuencias de esa visión les permiten a sus exponentes aplaudir la medianía, convirtiéndola en ejemplo de supuesta responsabilidad.

Sin embargo, ellas dejan sin satisfacer expectativas legítimas de millones de compatriotas que reclaman, con derecho a hacerlo, participar, mediante su inclusión, en los beneficios del progreso.

Solamente una economía dinámica, gracias a la cual tengan éxito los trabajadores y los empresarios, hará viable diseñar y ejecutar buena política social, combatir eficazmente la

pobreza, construir equidad y generar empleo.

Erradicar la corrupción, también, es posible.

La primera condición es creer, firmemente, en que se puede y lo único aceptable es “cero tolerancia”.

Esa es la lección escrita por los países que lograron salir del abismo del asalto a los recursos públicos, y hoy brillan por su transparencia.

No son pocos dichos casos, lo cual debe servir de estímulo a la ciudadanía en general, pues se trata de una tarea de todos.

Ser protagonistas, líderes y beneficiarios de la globalización, también, es posible.
Atrás debe quedar el sentimiento limitante de ser un país en desarrollo.
A raíz de la evolución del mundo, las viejas fronteras entre lo nacional y lo internacional desaparecieron.

Esta realidad le da verdadero sentido a la interdependencia.

Actuar con gran dinamismo internacional, gracias a la diplomacia para el crecimiento, le permitirá a Colombia liberarse de falsos dilemas, como aquel de medio ambiente o desarrollo, y buscar lo segundo preservando lo primero, e incursionar en el escenario de oportunidades ilimitadas en los campos de la producción de alimentos, “cero desperdicios”, energías alternativas y de productos agrícolas que se convierten en materia prima de nuevos desarrollos tecnológicos.

Todo lo anterior es posible.

Será, de otro lado, realidad, cuando la gran alianza incluyente para reconstruir el país elija un gobierno que le dé impulso a Colombia, merced a la seguridad, la certeza y claridad de la constitución, el respeto a la propiedad privada, la garantía de las seguridades jurídicas de los ciudadanos, y la democracia.

Esa es la visión que Iván Duque, candidato de Centro Democrático, le propone a la nación sobre la base del trípode de legalidad, emprendimiento y equidad.

Y lo que Bregman bautizó con el nombre de “Utopía para Realistas” cuando invitó a los jóvenes a soñar.

Les deseo, queridos compatriotas, con afecto, un gran 2018.

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Carlos Holmes: