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Al rescate de la parranda vallenata

Efráin ‘El Mono’ Quintero, vicepresidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata.

“En la parranda ni se habla, ni se baila”, una regla clara para que se mantenga la idiosincrasia que busca rescatarse en Valledupar, desde la Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata, para aporte de nuestro folclor.

“La parranda vallenata es el ágora, el espacio sagrado donde la gente de la provincia tuvo la oportunidad de expresar a través de su música, el acordeón y la amistad, lo más hermoso que tenemos y es la composición vallenata, los pases nuevos de acordeoneros que mostraban a los contertulios. También nacieron negocios, amores, peleas y así luego los abrazos, porque la discordia era motivo para hacer otra parranda y abrazarse. Eso era la verdadera parranda vallenata”, explica el folclorista Efraín Quintero Molina.

Sin planificar, debajo de un palo de mango, en el patio de ‘Petra’ Arias, así como donde los hermanos Pavajeau Molina, en la casa de ‘Hernandito’ Molina o el Café La Bolsa, en esos sitios era acostumbrado escuchar el acordeón de Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, de Luis Enrique Martínez, Alejandro Durán y toda una constelación de artistas que se sumergían en el placer y el gusto por la parranda.

“Solamente se daba en hombres, en unos espacios en Valledupar especialmente en barrios como La Garita, Cañahuate, el Centro, donde el acordeón y la comida hacían parte fundamental de lo que era la verdadera parranda, que era espontánea y con máximo 10 o 15 amigos, quienes compartían, dialogaban, hablaban de negocios y cerraban amores”, recalca Molina Araujo.

Con el pasar de los años, la incursión de nuevos campos, sumado al fenómeno tecnológico, los parranderos desaparecieron y también la tradición. Así fue como los Rafael Escalona, Leandro Díaz, Gustavo Gutiérrez, Adolfo Pacheco, Máximo Móvil, Hernando Marín, se relegaron a conversar en sitios privados y nos en patios parranderos.

Familias como los Quintero, Castro, Pimienta, Molina y Pavajeau eran grandes anfitrionas en Valledupar. “No había ningún tipo de desigualdad, categoría y estratificación; en la parranda no había estrato social, todo el mundo tenía la oportunidad de abrazarse y hablar como se hace hoy en día: un verdadero espacio social”, narra ‘El Mono’ Quintero, quien además asegura eso ocasión que el vallenato creciera con base a esas amistades parranderas que rompieron las categorías sociales.

Tan importante era la parranda que los compositores estrenaban sus canciones allí, luego grandes agrupaciones del vallenato las grababan y finalmente el éxito absorbía letras en honor a Darío y ‘El Turco’ Pavajeau, ‘Pepe’ Castro, el gerente de un banco y hasta una mujer en especial.

“La parranda era en espacio con acordeoneros, que eran la parte principal, pero hoy en día pertenece a unos esquemas diferentes; aparecieron los medios de comunicación, plataformas digitales que cambiaron el escenario, por eso la Fundación trata de rescatar y preservar la expresión que es la columna vertebral de la música vallenata. En la parranda nació y se dio todo”, señala Efraín Quintero.

El concurso consiste en mantener vivo y rescatar para las futuras generaciones, el fundamento del folclor; ese espacio familiar, amistoso, desprevenido e intenso de la parranda vallenata, donde se cocinan los mejores versos, las grandes melodías y las más extraordinarias composiciones.

Es así como la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata quiere que nuevamente vuelvan a reunirse numerosos amigos y vecinos ligados entre sí por la afición a un músico determinado, que se ubiquen preferiblemente en los patios o traspatios de las casas, bajo el sombrío de los árboles, sentados en taburetes de cuero durante varias horas y, a veces, días enteros.

“Estamos buscando los lugares y nos gustaría que volvieran los amigos a reunirse con sus taburetes de cuero, debajo del palo de mango, en el patio o traspatio de una casa donde no se escuchaba nada, simplemente el diálogo de amigos con un acordeón”, recalca ‘El Mono’ Quintero, al referirse al concurso de la mejor Parranda Vallenata, que este año coordina el diario EL PILÓN en el marco del Festival Vallenato.

El jurado escogido visitará las parrandas inscritas el domingo 29 de abril en el horario de 11:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde, luego entregará un veredicto y se premiará. Los requisitos son ser mayores de 18 años, descargar el formulario de inscripción que se encuentra en la página (www.festivalvallenato.com) y presentar una carta del representante legal de la empresa o director autorizando la participación del grupo.

Históricos parranderos

Darío y ‘El Turco’ Pavajeau tienen en su residencia la historia del Festival de la Leyenda Vallenata y el reconocimiento que adquirieron los acordeoneros en la región de los mejores anfitriones parranderos.

“El primer festival fue un parrandón”, indica Roberto ‘El Turco’ Pavajeau, quien junto a sus hermanos Darío y Armando ‘El Yío’ (Q.E.P.D) quedaron como unos de los gestores del Festival de la Leyenda Vallenata, costumbre popular que se tejió entre las parrandas de Armando Pavajeau, Hernando Molina Céspedes, ‘Coli’ Botero, entre otros. Darío y ‘El Turco’ hablan del nacimiento, el crecimiento y la expansión del Festival, que pasó de verse en riñas de gallos, el café La Bolsa y las parrandas, a ser el evento más grande de acordeones en el mundo. ‘El Turco’ se encargó de regalarle los pasajes a Alejandro Durán para que viniera desde Sincelejo al primer Festival Vallenato en Valledupar, del cual salió victorioso. Por su parte, Darío le regaló el primer acordeón a Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, el segundo rey vallenato y el primer rey de reyes del certamen. Así como a ‘Colacho’, aportó instrumentos a Emiliano Zuleta Baquero, Alfredo Gutiérrez, Antonio ‘Toño’ Salas, Emiliano Zuleta Díaz, Andrés Landero, Luis Enrique Martínez, Ramón Vargas y José María ‘Chema’ Martínez.

Creación del Festival

El Café La Bolsa se atestaba de acordeoneros en las tradicionales tardes de placeres parranderos. Es así como el Festival Vallenato nació del talento de Rafael Escalona, las relaciones de Alfonso López y el empuje de Consuelo Araujo Noguera. La celebración en conmemoración a la Virgen del Rosario abrió las puertas para que el presidente Alfonso López Michelsen, gobernador del Cesar, de la época, visionara una fiesta de arraigo popular que reuniera además de los devotos, a los mejores acordeoneros de la región. Los 29 de abril se realizaban en Valledupar las fiestas de la Virgen del Rosario, que se centraba en peleas de gallos con la participación de galleros de la costa Atlántica, hecho que era todo un espectáculo para la región.

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