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“Esta es la crónica de una muerte anunciada”: Defensoría del Pueblo

Carlos Francisco Pahuana Jiménez. Foto tomada por una de sus hermanas el pasado domingo. EL PILÓN / Cortesía.

A las 6:30 de la mañana de ayer, falleció en la cama cinco de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Rosario Pumarejo de López de Valledupar, Alex David Sánchez, de 32 años, la segunda víctima del incendio registrado el miércoles en una celda de la estación de Policía del municipio de La Jagua de Ibirico.

La primera víctima fue su compañero de celda Carlos Francisco Pahuana Jiménez, de 29 años, quien quedó prácticamente calcinado en el interior de las instalaciones policiales.

Los dos reclusos no se conocían sino hasta el pasado primero de enero cuando fueron recapturados por la Policía tras participar en una fuga masiva de la estación del municipio de Becerril. Desde ese día, ambos fueron internados en una de las dos celdas de estación de La Jagua de Ibirico.
Pahuana Jiménez estaba sindicado de porte ilegal de armas tras su captura el pasado seis de diciembre, mientras que Sánchez fue aprehendido por hurto en octubre.

Según explicó el subcomandante de la Policía Cesar, coronel Edgar Rodríguez, la conflagración que cobró la vida de estas dos personas inició en horas del mediodía del miércoles, en el momento que el patrullero encargado de prestar guardia dejó su lugar para ir a beber agua.

“Todo indica que uno de estos reclusos, más exactamente Carlos Francisco Pahuana Jiménez, tenía una caja de fósforos e incineró el colchón por lo que además de las quemaduras el humo les produjo asfixia”, explicó el oficial.
Sin embargo, aclaró que los uniformados en la estación, al percatarse del incendio, auxiliaron a los detenidos pero ya uno de ellos estaba muerto y el otro alcanzó a ser trasladado con vida a un centro asistencial.
“Hay que tener en cuenta que ninguna estación de Policía está diseñada para mantener a una persona por más de un día, puesto que son sitios de reclusión transitorios, mientras se define si hay que dejarlos en libertad o enviarlos a los centros de reclusión del Inpec”, expuso el oficial al referirse a la crisis que atraviesan casi todas las estaciones de Policía del país que son utilizadas para mantener a los reclusos que no recibe el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario.

Por último anunció una investigación disciplinaria para establecer el grado de responsabilidad de los policías que custodiaban a los internos.

Advertencia
El Defensor del Pueblo en el Cesar, Omar Contreras, garante del respeto de los derechos en este departamento advirtió que tragedias como la ocurrida en La Jagua de Ibirico podrían repetirse en otros centros de reclusión transitorios, que actualmente funcionan como cárceles.

Puntalmente señaló el caso de hacinamiento de la Estación Permanente Policía Central de Valledupar, que alberga 77 reclusos, cuando su capacidad es para 14 personas o máximo 20.

También trajo a colación el caso en la Unidad de Reacción Inmediata de la Fiscalía en esta capital, donde están recluidas 37 personas en unos calabozos diseñados para seis.

“Esta es la crónica de una muerte anunciada. Nosotros desde que asumimos en la dirección de la regional en el Cesar hemos venido trabajando en pro del deshacinamiento en los centros reclusorios tanto transitorios como permanentes”, afirmó el funcionario.
Agregó que junto a la Procuraduría se estudia la forma de impulsar los fallos de tutela que han sido emitidos a favor del deshacinamiento de los establecimientos carcelarios y que no se les ha dado cumplimiento.

Piden exhaustiva investigación
Jazmina Pahuana y Yajaira Maestre, hermanas de los dos reclusos muertos en La Jagua de Ibirico no se conocían, pero hoy las une un mismo dolor, la inesperada partida de sus seres queridos.

Estas mujeres en representación de sus familias piden a las autoridades que investiguen a fondo las circunstancias que rodearon la fatal conflagración.
“Mi hermano no se mató, no se echó candela, como es posible que no hubiera un policía vigilándolo”, manifestó Jazmina, mientras esperaba que el cuerpo fuera trasladado a su residencia en el barrio Nuevo Milenio de Valledupar para darle sepultura.

“Eso de que el otro muchacho prendió el colchón es mentira; para mí eso no fue un simple colchón el que los quemó, hay que investigar porque mi hermano si se da cuenta hubiese buscado la forma de apagar la candela y pedir ayuda para no dejarse morir”, dijo Yajaira, mientras adelantaba los trámites para que le entregaran el cuerpo de su hermano en las instalaciones de Medicina Legal de Valledupar y trasladarlo a su natal tierra natal, La Jagua de Ibirico.

Por Redacción Judicial / EL PILÓN

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