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Columnista - 18 agosto, 2010

Yuca lleva mula

Reflexiones de Tío Chiro y Tío Nan Por Aquilino Cotes Zuleta Autorizado por mis consejeros periodísticos Tío Chiro y Tío Nan, transcribo en nuestra columna un cuento escrito hace varios años, por Tío Chiro. Mi consejero sostuvo que este cuento es una narración de hechos reales, ocurridos hace muchos años en Manaure, Cesar, en el […]

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Reflexiones de Tío Chiro y Tío Nan

Por Aquilino Cotes Zuleta

Autorizado por mis consejeros periodísticos Tío Chiro y Tío Nan, transcribo en nuestra columna un cuento escrito hace varios años, por Tío Chiro.
Mi consejero sostuvo que este cuento es una narración de hechos reales, ocurridos hace muchos años en Manaure, Cesar, en el que interviene un grupo muy reducido de personajes.
El cuento denominado “Yuca lleva mula” dice, textualmente: “En menos de lo que canta un gallo Manuel se enjuagó la boca, se quitó las botas y la ropa, quedó en calzoncillos y se sentó en la cama para acostarse. “Mañana tengo que levantarme temprano”, dijo en voz alta para que su mujer Susana lo escuchara.
Manuel era el propietario de  una finca en el Municipio de Manaure, Cesar,  Colombia. La había  heredado de su abuelo Lorenzo, un viejo trabajador del campo que había llegado desplazado a Manaure procedente de Norte de Santander, durante la guerra de los mil días.
Susana también se alistó para acostarse, porque ya eran las ocho de la noche. Se sentó en  la cama semidesnuda y miró a su marido quien le dijo: “mañana no voy a desayunar, porque me voy temprano para Valledupar”.
Susana durmió muy poco. Se levantó a las tres de la madrugada. Cuando su marido despertó ella le llevó una taza de café y le dijo que le había conseguido con su compadre Rolando tres bollos de maíz, una libra de queso y una panela, para que comiera en el camino.
Manuel Reyes escuchó a su mujer y la atrajo hacía él, jalándola suavemente, del brazo derecho. “Tengo miedo de viajar al Valle”, le dijo. “Tengo temor de que me pase algo en el camino”, agregó.
Su mujer le pasó la mano por la cabeza, le acarició el cabello y lo animó diciéndole que eso no era nada, porque todos los días la gente del pueblo iba a Valledupar y nada pasaba.
“No temas, solo son ocho horas de ida y vuelta, en la tarde estas de regreso. El caballo en el que te vas tiene buen paso y es muy fuerte, es el mejor de la región”, argumentó su mujer.
Después emprendió el viaje para Valledupar, la única población de la antigua provincia donde se podía hacer una llamada telefónica.
Susana antes de partir le había dicho: “ten mucho cuidado con el caballo cuando estés cruzando el río Cesar”.
Llegó a la  Plaza Mayor cuatro horas después y lo primero que hizo fue amarrar el caballo en uno de los palos de mango.
En todo el camino de Manaure a Valledupar repitió cientos  de veces los consejos de su compadre Alfonso, quien le había dicho que para hablar por teléfono tenía que hacerlo rápido y sin rodeo, porque en Telecom cobraban por palabras.
Manuel Reyes entró a la oficina de Telecom con la mochila encima del hombro. “Después que llame a “Yuca” y a Napoleón me como un bollo de los que me dio mi mujer, porque tengo hambre”, pensó.
Entró a Telecom y se dirigió hasta donde una funcionaria: “necesito llamar a mi capataz Jorge “Yuca” y a mi compadre Napoleón, ellos están en Santa Marta y le dio el número del teléfono a la funcionaria.
A los pocos minutos le avisaron para que recibiera la llamada telefónica. Ingresó a la cabina número tres, alzó el teléfono y escuchó que le dijeron “hola compadre”. Pero Manuel Reyes no se inmutó y sin más preámbulo dijo: “Yuca lleva mula, manda caballo Napoleón, yo Reyes” y colgó el teléfono.
Cuando fue a pagar, la secretaria le dijo que debía tres minutos. Manuel Reyes reclamó que él no se había demorado ni diez  segundos y había ahorrado palabras para ahorrar dinero.
Le explicó que lo único que hizo fue hablar  con uno de sus trabajadores para recordarle que el capataz de su finca alias “Yuca” llevaba la mula para la finca cerca de Fundación, que mandara el caballo, a Manaure, con su compadre Napoleón y finalmente firmaba él: “yo Reyes”.
La secretaria le explicó que si hubiera escrito un telegrama con esas mismas palabras: “Yuca lleva mula, manda Caballo Napoleón, yo Reyes” se hubiese ahorrado más de la tercera parte del valor a pagar, pero por teléfono Telecom cobraba un mínimo de tres minutos, porque era una tarifa acordada por la empresa estatal y el ahorro de palabras era en telegrama”. Hasta la próxima semana.

[email protected]

Columnista
18 agosto, 2010

Yuca lleva mula

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

Reflexiones de Tío Chiro y Tío Nan Por Aquilino Cotes Zuleta Autorizado por mis consejeros periodísticos Tío Chiro y Tío Nan, transcribo en nuestra columna un cuento escrito hace varios años, por Tío Chiro. Mi consejero sostuvo que este cuento es una narración de hechos reales, ocurridos hace muchos años en Manaure, Cesar, en el […]


Reflexiones de Tío Chiro y Tío Nan

Por Aquilino Cotes Zuleta

Autorizado por mis consejeros periodísticos Tío Chiro y Tío Nan, transcribo en nuestra columna un cuento escrito hace varios años, por Tío Chiro.
Mi consejero sostuvo que este cuento es una narración de hechos reales, ocurridos hace muchos años en Manaure, Cesar, en el que interviene un grupo muy reducido de personajes.
El cuento denominado “Yuca lleva mula” dice, textualmente: “En menos de lo que canta un gallo Manuel se enjuagó la boca, se quitó las botas y la ropa, quedó en calzoncillos y se sentó en la cama para acostarse. “Mañana tengo que levantarme temprano”, dijo en voz alta para que su mujer Susana lo escuchara.
Manuel era el propietario de  una finca en el Municipio de Manaure, Cesar,  Colombia. La había  heredado de su abuelo Lorenzo, un viejo trabajador del campo que había llegado desplazado a Manaure procedente de Norte de Santander, durante la guerra de los mil días.
Susana también se alistó para acostarse, porque ya eran las ocho de la noche. Se sentó en  la cama semidesnuda y miró a su marido quien le dijo: “mañana no voy a desayunar, porque me voy temprano para Valledupar”.
Susana durmió muy poco. Se levantó a las tres de la madrugada. Cuando su marido despertó ella le llevó una taza de café y le dijo que le había conseguido con su compadre Rolando tres bollos de maíz, una libra de queso y una panela, para que comiera en el camino.
Manuel Reyes escuchó a su mujer y la atrajo hacía él, jalándola suavemente, del brazo derecho. “Tengo miedo de viajar al Valle”, le dijo. “Tengo temor de que me pase algo en el camino”, agregó.
Su mujer le pasó la mano por la cabeza, le acarició el cabello y lo animó diciéndole que eso no era nada, porque todos los días la gente del pueblo iba a Valledupar y nada pasaba.
“No temas, solo son ocho horas de ida y vuelta, en la tarde estas de regreso. El caballo en el que te vas tiene buen paso y es muy fuerte, es el mejor de la región”, argumentó su mujer.
Después emprendió el viaje para Valledupar, la única población de la antigua provincia donde se podía hacer una llamada telefónica.
Susana antes de partir le había dicho: “ten mucho cuidado con el caballo cuando estés cruzando el río Cesar”.
Llegó a la  Plaza Mayor cuatro horas después y lo primero que hizo fue amarrar el caballo en uno de los palos de mango.
En todo el camino de Manaure a Valledupar repitió cientos  de veces los consejos de su compadre Alfonso, quien le había dicho que para hablar por teléfono tenía que hacerlo rápido y sin rodeo, porque en Telecom cobraban por palabras.
Manuel Reyes entró a la oficina de Telecom con la mochila encima del hombro. “Después que llame a “Yuca” y a Napoleón me como un bollo de los que me dio mi mujer, porque tengo hambre”, pensó.
Entró a Telecom y se dirigió hasta donde una funcionaria: “necesito llamar a mi capataz Jorge “Yuca” y a mi compadre Napoleón, ellos están en Santa Marta y le dio el número del teléfono a la funcionaria.
A los pocos minutos le avisaron para que recibiera la llamada telefónica. Ingresó a la cabina número tres, alzó el teléfono y escuchó que le dijeron “hola compadre”. Pero Manuel Reyes no se inmutó y sin más preámbulo dijo: “Yuca lleva mula, manda caballo Napoleón, yo Reyes” y colgó el teléfono.
Cuando fue a pagar, la secretaria le dijo que debía tres minutos. Manuel Reyes reclamó que él no se había demorado ni diez  segundos y había ahorrado palabras para ahorrar dinero.
Le explicó que lo único que hizo fue hablar  con uno de sus trabajadores para recordarle que el capataz de su finca alias “Yuca” llevaba la mula para la finca cerca de Fundación, que mandara el caballo, a Manaure, con su compadre Napoleón y finalmente firmaba él: “yo Reyes”.
La secretaria le explicó que si hubiera escrito un telegrama con esas mismas palabras: “Yuca lleva mula, manda Caballo Napoleón, yo Reyes” se hubiese ahorrado más de la tercera parte del valor a pagar, pero por teléfono Telecom cobraba un mínimo de tres minutos, porque era una tarifa acordada por la empresa estatal y el ahorro de palabras era en telegrama”. Hasta la próxima semana.

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