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Editorial - 17 octubre, 2021

¿Y la democracia?

Moisés Naím es uno de los analistas internacionales más reconocidos en Latinoamérica, de allí que sus escritos siempre sean referentes en la generación de opinión. En su última columna publicada en El Tiempo, titulada ‘Bye, bye democracia’, habló de la democracia de Estados Unidos y el mal que la aqueja, problema que se extiende a […]

Moisés Naím es uno de los analistas internacionales más reconocidos en Latinoamérica, de allí que sus escritos siempre sean referentes en la generación de opinión.

En su última columna publicada en El Tiempo, titulada ‘Bye, bye democracia’, habló de la democracia de Estados Unidos y el mal que la aqueja, problema que se extiende a todas las democracias latinoamericanas. O lo que él llamó: la llegada de las formas latinoamericanas a la política del norte.

Empieza recordando un texto publicado en el ‘Washington Post’ por Robert Kagan, un analista político.

“Estados Unidos va en camino a la mayor crisis política y constitucional que ha confrontado desde su guerra civil. Existe una razonable probabilidad de que en los próximos tres o cuatro años ocurran situaciones de violencia masiva… y que el país se fragmente en enclaves rojos y azules en guerra entre sí”, señala la columna.

Naím explica que el análisis trata temas que, lamentablemente, asociamos más bien a las endebles democracias de América Latina, con su ya conocida propensión al suicidio. “El análisis de Kagan marca un hito en reconocer la latinoamericanización de la política en EE. UU”, agrega.

“Su análisis se funda en dos pilares. Primero, que Donald Trump va a ser el candidato republicano a la presidencia de EE. UU. en las elecciones del 2024. La expectativa de que su visibilidad e influencia se desvanecerían después de que perdiera la elección del 2020 es una ilusión sin fundamento. Trump tiene el dinero, la maquinaria política y millones de seguidores. Además, en el 2024 enfrentará contendores políticamente vulnerables. Trump podría tener problemas legales o de salud que le impidan participar en las próximas elecciones, pero actuar con base en esta suposición es pensamiento mágico, no estrategia política.

Según Kagan, el Partido Republicano ya no se define por su ideología sino por la lealtad a Donald Trump. Los líderes del partido que no apoyan incondicionalmente al expresidente son sumariamente marginados y ferozmente atacados.

El segundo pilar es que Trump y sus aliados están alistándose para garantizar la victoria electoral a través de medios no democráticos, si fuese necesario recurrir a ellos. Los torpes y fracasados intentos de usar demandas judiciales para darle a Trump los votos que le faltaron para ganarle a Joe Biden, así como los aspavientos mediáticos y políticos para persuadir al país de que a Trump le robaron la elección, ya no serán ni torpes ni improvisados. Está en marcha un sofisticado, aguerrido y muy bien financiado proyecto cuyo objetivo es el control del proceso electoral en estados claves, del conteo de votos, así como la redefinición de las autoridades estatales que tienen la potestad de declarar quién ganó la elección en su estado”, relata el analista.

Y allí es donde Naím hace un ejemplo radical de las formas: “Kagan alza su voz ante tendencias que son novedosas en los Estados Unidos, pero no para los latinoamericanos. Tiene el mérito de percibir claramente que los caudillos como Trump no hacen política como los demócratas, sino que se valen sistemáticamente de tácticas asimétricas para lograr sus cometidos.

Veámoslo así: Osama bin Laden le enseñó al mundo qué es la guerra asimétrica, mientras que Donald Trump nos mostró qué es la política asimétrica. La guerra asimétrica es un conflicto armado en el cual una de las partes tiene muchos más recursos y capacidades militares que su contrincante, quien recurre a estrategias, tácticas y reglas no convencionales. En 2015, Donald Trump no tenía un partido dispuesto a llevarlo a la presidencia, pero contaba con la disposición de romper con todas las reglas y esquemas tradicionales de la política, sorprendiendo y desorientando a sus rivales. Zambullirse en la política asimétrica no solo le permitió adueñarse del Partido Republicano sino también de la presidencia de EE. UU. Y aunque no logró ser reelegido en el 2020, su éxito como líder de un movimiento que se nutre de la asimetría política es indudable”.

Los riesgos están sobre la mesa; el peligro para la democracia parece estar claro. Ahora, ¿cómo evitar que destruyan todo lo construido?

Editorial
17 octubre, 2021

¿Y la democracia?

Moisés Naím es uno de los analistas internacionales más reconocidos en Latinoamérica, de allí que sus escritos siempre sean referentes en la generación de opinión. En su última columna publicada en El Tiempo, titulada ‘Bye, bye democracia’, habló de la democracia de Estados Unidos y el mal que la aqueja, problema que se extiende a […]


Moisés Naím es uno de los analistas internacionales más reconocidos en Latinoamérica, de allí que sus escritos siempre sean referentes en la generación de opinión.

En su última columna publicada en El Tiempo, titulada ‘Bye, bye democracia’, habló de la democracia de Estados Unidos y el mal que la aqueja, problema que se extiende a todas las democracias latinoamericanas. O lo que él llamó: la llegada de las formas latinoamericanas a la política del norte.

Empieza recordando un texto publicado en el ‘Washington Post’ por Robert Kagan, un analista político.

“Estados Unidos va en camino a la mayor crisis política y constitucional que ha confrontado desde su guerra civil. Existe una razonable probabilidad de que en los próximos tres o cuatro años ocurran situaciones de violencia masiva… y que el país se fragmente en enclaves rojos y azules en guerra entre sí”, señala la columna.

Naím explica que el análisis trata temas que, lamentablemente, asociamos más bien a las endebles democracias de América Latina, con su ya conocida propensión al suicidio. “El análisis de Kagan marca un hito en reconocer la latinoamericanización de la política en EE. UU”, agrega.

“Su análisis se funda en dos pilares. Primero, que Donald Trump va a ser el candidato republicano a la presidencia de EE. UU. en las elecciones del 2024. La expectativa de que su visibilidad e influencia se desvanecerían después de que perdiera la elección del 2020 es una ilusión sin fundamento. Trump tiene el dinero, la maquinaria política y millones de seguidores. Además, en el 2024 enfrentará contendores políticamente vulnerables. Trump podría tener problemas legales o de salud que le impidan participar en las próximas elecciones, pero actuar con base en esta suposición es pensamiento mágico, no estrategia política.

Según Kagan, el Partido Republicano ya no se define por su ideología sino por la lealtad a Donald Trump. Los líderes del partido que no apoyan incondicionalmente al expresidente son sumariamente marginados y ferozmente atacados.

El segundo pilar es que Trump y sus aliados están alistándose para garantizar la victoria electoral a través de medios no democráticos, si fuese necesario recurrir a ellos. Los torpes y fracasados intentos de usar demandas judiciales para darle a Trump los votos que le faltaron para ganarle a Joe Biden, así como los aspavientos mediáticos y políticos para persuadir al país de que a Trump le robaron la elección, ya no serán ni torpes ni improvisados. Está en marcha un sofisticado, aguerrido y muy bien financiado proyecto cuyo objetivo es el control del proceso electoral en estados claves, del conteo de votos, así como la redefinición de las autoridades estatales que tienen la potestad de declarar quién ganó la elección en su estado”, relata el analista.

Y allí es donde Naím hace un ejemplo radical de las formas: “Kagan alza su voz ante tendencias que son novedosas en los Estados Unidos, pero no para los latinoamericanos. Tiene el mérito de percibir claramente que los caudillos como Trump no hacen política como los demócratas, sino que se valen sistemáticamente de tácticas asimétricas para lograr sus cometidos.

Veámoslo así: Osama bin Laden le enseñó al mundo qué es la guerra asimétrica, mientras que Donald Trump nos mostró qué es la política asimétrica. La guerra asimétrica es un conflicto armado en el cual una de las partes tiene muchos más recursos y capacidades militares que su contrincante, quien recurre a estrategias, tácticas y reglas no convencionales. En 2015, Donald Trump no tenía un partido dispuesto a llevarlo a la presidencia, pero contaba con la disposición de romper con todas las reglas y esquemas tradicionales de la política, sorprendiendo y desorientando a sus rivales. Zambullirse en la política asimétrica no solo le permitió adueñarse del Partido Republicano sino también de la presidencia de EE. UU. Y aunque no logró ser reelegido en el 2020, su éxito como líder de un movimiento que se nutre de la asimetría política es indudable”.

Los riesgos están sobre la mesa; el peligro para la democracia parece estar claro. Ahora, ¿cómo evitar que destruyan todo lo construido?