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Columnista - 6 agosto, 2018

Vuelve la esperanza o quizás la fe

María Olvido, uno de los personajes de mi novela ‘Cuando cante el cuervo azul’, llevaba un diario y en una de sus páginas se encuentra la siguiente reflexión: “La esperanza es el sentimiento al que más se aferran los seres humanos, pero también a la espera que, para mí, tiene mayor significado. Todos nos salvamos […]

María Olvido, uno de los personajes de mi novela ‘Cuando cante el cuervo azul’, llevaba un diario y en una de sus páginas se encuentra la siguiente reflexión: “La esperanza es el sentimiento al que más se aferran los seres humanos, pero también a la espera que, para mí, tiene mayor significado. Todos nos salvamos de la angustia por la espera.

Está vivo el que espera con seguridad, porque la seguridad es lo que diferencia la espera de la esperanza, es más segura, como la madre en dulce espera que está segura de que va a nacer su hijo. Yo no vivo de esperanzas, yo vivo de la espera”. En sus enredos filosóficos, María Olvido, nos muestra la esperanza como algo lejano a lo que nos aferramos, aunque ya hayamos pasado por otros intentos fallidos.

Todo este preámbulo para este momento coyuntural, cuando la esperanza de un nuevo cambio en el país tenga el resultado de una espera inminente. Han sido tantos los gobiernos que he visto comenzar, en mi vida, con frases inolvidables que avivan la realización de un sueño, ese que tenemos a diario de una patria mejor, que sobrenade por encima de los acontecimientos que nos entristecen y nos llenan de vergüenza; frases como la se aquella tarde: “Bienvenidos al futuro”, y el futuro fue trágico para el país.

El país no necesita de frases rimbombantes que nos hagan soñar, no más sueños, necesitamos realidades. Mañana otro presidente sube al maltratado solio de Bolívar, tiene a su alrededor una Colombia a la espera, que no pretende que, como un taumaturgo, haga el milagro de una restauración total, pero sí de que deje atrás los viejos esquemas que nos han asfixiado y comience sí un futuro lleno de opimos frutos.

Sabemos que su lucha va a ser feroz, no solo contra una oposición irreflexiva sino contra la niñez desnutrida, las instituciones permeadas por la corrupción, el narcotráfico, la mala índole de los políticos que piensan solo en una tajada de la torta; contra una guerrilla impenitente y las bandas criminales, sus aliados; contra una educación deficiente; contra la salud enferma; en fin, contra el desquiciamiento del país que necesita equilibrarse.

Sí, mañana comienza otro gobierno en el que se ha afincado la fe de millones de colombianos, una fe que no decae a pesar de tantos y tantos gobierno fallidos, pero como dice María Olvido: la esperanza es el sentimiento al que más nos aferramos; ya no, no podemos seguir viviendo de la ensoñación de una esperanza que nos hace trampas en cada mandato, estoy más con Borges: “Ser colombiano es una acto de fe”.

Por: Mary Daza Orozco

Columnista
6 agosto, 2018

Vuelve la esperanza o quizás la fe

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

María Olvido, uno de los personajes de mi novela ‘Cuando cante el cuervo azul’, llevaba un diario y en una de sus páginas se encuentra la siguiente reflexión: “La esperanza es el sentimiento al que más se aferran los seres humanos, pero también a la espera que, para mí, tiene mayor significado. Todos nos salvamos […]


María Olvido, uno de los personajes de mi novela ‘Cuando cante el cuervo azul’, llevaba un diario y en una de sus páginas se encuentra la siguiente reflexión: “La esperanza es el sentimiento al que más se aferran los seres humanos, pero también a la espera que, para mí, tiene mayor significado. Todos nos salvamos de la angustia por la espera.

Está vivo el que espera con seguridad, porque la seguridad es lo que diferencia la espera de la esperanza, es más segura, como la madre en dulce espera que está segura de que va a nacer su hijo. Yo no vivo de esperanzas, yo vivo de la espera”. En sus enredos filosóficos, María Olvido, nos muestra la esperanza como algo lejano a lo que nos aferramos, aunque ya hayamos pasado por otros intentos fallidos.

Todo este preámbulo para este momento coyuntural, cuando la esperanza de un nuevo cambio en el país tenga el resultado de una espera inminente. Han sido tantos los gobiernos que he visto comenzar, en mi vida, con frases inolvidables que avivan la realización de un sueño, ese que tenemos a diario de una patria mejor, que sobrenade por encima de los acontecimientos que nos entristecen y nos llenan de vergüenza; frases como la se aquella tarde: “Bienvenidos al futuro”, y el futuro fue trágico para el país.

El país no necesita de frases rimbombantes que nos hagan soñar, no más sueños, necesitamos realidades. Mañana otro presidente sube al maltratado solio de Bolívar, tiene a su alrededor una Colombia a la espera, que no pretende que, como un taumaturgo, haga el milagro de una restauración total, pero sí de que deje atrás los viejos esquemas que nos han asfixiado y comience sí un futuro lleno de opimos frutos.

Sabemos que su lucha va a ser feroz, no solo contra una oposición irreflexiva sino contra la niñez desnutrida, las instituciones permeadas por la corrupción, el narcotráfico, la mala índole de los políticos que piensan solo en una tajada de la torta; contra una guerrilla impenitente y las bandas criminales, sus aliados; contra una educación deficiente; contra la salud enferma; en fin, contra el desquiciamiento del país que necesita equilibrarse.

Sí, mañana comienza otro gobierno en el que se ha afincado la fe de millones de colombianos, una fe que no decae a pesar de tantos y tantos gobierno fallidos, pero como dice María Olvido: la esperanza es el sentimiento al que más nos aferramos; ya no, no podemos seguir viviendo de la ensoñación de una esperanza que nos hace trampas en cada mandato, estoy más con Borges: “Ser colombiano es una acto de fe”.

Por: Mary Daza Orozco