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Viacrucis animal

Mientras se deshojaban en el calendario los días del mes de marzo del presente año y se anunciaba la llegada de la Semana Santa, cuando muchos se preparaban para conmemorar los actos de una nueva fiesta espiritual y otros tantos alistaban maletas para emprender viaje y disfrutar de sus vacaciones, en los alrededores de la ciudad de Valledupar y con profunda preocupación, el Rey Caporo y la Reina Iguana citaban a un nuevo consejo extraordinario a todos los representantes de las especies en vía de extinción del departamento del Cesar para activar un plan de emergencia y afrontar una época que para ellos se convertía en un verdadero calvario.

La reunión estaba prevista en el cerro de Cicolac, pero debido a los constantes incendios e invasión humana en este amenazado bosque seco, decidieron citarlos al río Cesar, que, por la terrible contaminación, también les tocó cambiar de sitio para finalmente reunirse en un punto secreto del río Guatapurí, que milagrosamente no estaba profanado por el hombre. Y así, temerosos, poco a poco fueron llegando los líderes de las especies maltratadas, para buscar alternativas y no vivir una verdadera semana de crucifixión.  

– Hoy nuevamente estamos convocando a la fauna animal del departamento para prepararnos y desafiar la caza indiscriminada por parte de los humanos que año tras año aumenta para esta fecha – comentaba el Rey Caporo – principalmente nuestra especie ha tenido que enfrentar un ataque sistemático que nos tiene al borde del exterminio, todo por nuestra carne y los huevos de nuestras hembras. Por eso, si me preguntan hoy por la famosa tía iguana de ruana de lana, les digo con tristeza, que ya no toma café a la hora del té, porque la capturaron, rajaron, mataron, pelaron y la hicieron pasar por bagre seco en uno de sus mercados.

La práctica para sacarnos los huevos paradójicamente es inhumana – contaba la reina iguana –, nos cortan las barrigas, nos matan y las pocas veces que no les apetece carne, nos dejan a nuestra suerte condenándonos a una muerte segura, y en muchos casos nos cosen vivas tras rellenarnos con piedras. 

– ¡Sí que tienen huevos estos humanos! – exclamaba iracunda la guartinaja, mientras caía desmayado de la impresión el armadillo, por la historia de espanto contada. 

– ¿Y dónde están las autoridades que según ellos controlan estas prácticas que atentan contra la fauna y su propio ecosistema? – preguntaba el conejo.

– ¡’Cortocesar’! – exclamaba el morrocoyo – hacen lo que pueden, pero al final parece que todos fueran como el tal Poncio Pilato, se lavan las manos y hasta también se comerán nuestros huevos y carnes.

– La pesadilla para nuestra raza es similar – contaba llorando el morrocoyo.

Nosotros también somos crucificados de manera brutal. Pregúntenle al compadre galápago, ¡nos hierven vivos!

Y así, en medio de la indignación e historias de horror y mientras los representantes de monos, ardillas y aves exóticas también discutían el aumento de las ventas de sus hermanos en esta época para usarlos como mascotas, una babilla muy nerviosa y reflexiva comentaba: “Ya ni el coronavirus los hace entrar en razón”.   

Al final, el rey Caporo cerraba la sesión con recomendaciones de autocuidado y con camándula en mano los despedía con la bendición: “Que la madre naturaleza los acompañe y que no les toque capturados preguntarle por qué los ha abandonado”. PDTA: Un representante de la flora mandó un comunicado, vía paloma mensajera indicando que la palma de cera, una vez más, también estaba llevando del bulto.

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Deivi Safady: