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Columnista - 20 febrero, 2020

Venenos históricos

Los humanistas actuales, que los hay, aducen que la información a borbotones es el veneno actual de la sociedad. En ningún momento el hombre tuvo tanta información en el menor tiempo, pero a la vez las personas saben menos de todo. Contraste, pero está sucediendo. El tema es controversial, discutible, real, incluso lamentable. Peter Watson […]

Los humanistas actuales, que los hay, aducen que la información a borbotones es el veneno actual de la sociedad. En ningún momento el hombre tuvo tanta información en el menor tiempo, pero a la vez las personas saben menos de todo. Contraste, pero está sucediendo. El tema es controversial, discutible, real, incluso lamentable.

Peter Watson en su libro Convergencias, en relación a Albert Lászó Barabási, dice: “Nos hallamos en un momento de gran convergencia en el que datos, ciencia y tecnología se aúnan para desentrañar el mayor de los misterios, nuestro futuro como individuos y como sociedad”.

Solo con escuchar, incluso imaginar respuestas, la piel cambia de forma, la sangre rebota entre las venas y el cerebro se sacude como perro mojado. Ya remataba Isaac Newton: “A la naturaleza le place la simplicidad. Por eso muchas veces, los poderosos económicamente se encantan con cosas sencillas, elementales, desde salvar algunas especies en extinción, hasta apoyar comunidades enteras, solo para sentir que no sabemos en qué parte cerebral una lluvia recuerda, señala que somos humanos. El poder atrae, distrae, atrapa, tanto que es el mejor afrodisiaco, recuerda Kissinger. Entre los vallenatos existen ángeles silenciosos que ayudan dentro de sus posibilidades sociales y administrativas, gente que no hace bulla, que no alardea, solo su corazón reafirma siempre que somos humanos, incluso tocayos de su misma especie tienen sueños.

Demasiada información también trae veneno. Pedro Palao Pons, en su libro Los misterios de los venenos, recuerda datos históricos, desde Sócrates tomando la cicuta, Claudio con sus melocotones envenenados, hasta Napoleón sumergido en sus etílicas bañeras, asegurando que el veneno ha estado y estará en todas partes. Dice el escritor que el Papa Borgia hizo del envenenamiento casi un arte. El envenenamiento era la forma más fácil, cómoda y discreta de llevar al Altísimo a algún candidato papal con alto peligro.

Mujeres como Madeleine d´Aubray, encantadora dama francesa del siglo XVIII, mató decenas de personas con galletas y pasteles que suministraba en sus hospitalarias visitas. De ahí salió el cuento que nadie quería probar la galleta de Madeleine.

Algunos nombres como Adelfa, Belladona, Betónica, Efedrina, Lechuga silvestre (Lactusa virosa) Llevan su veneno por dentro, así recen al lado de sus pastores.

Clemente XVI fue víctima de una ingesta de Beleño, más conocida como la hierba loca, en su tiempo no pasaban días en Roma que no amanecieran cinco o más personas asesinadas, entre ellos obispos, prelados y políticos. Y en la Colombia actual los casos de Alejandro y su hijo Enrique Pizano muertos con cianuro por caso Odebrech no dejan de ser un referente de atención nacional. Incluso los venezolanos que ahora llenan nuestras calles piensan que a Chávez le pasó lo mismo. Y dicen que Evo Morales anda por Cuba buscando remedios.

La cosa no está para cantar victorias. Basta mirar que la nueva alcaldesa de Bogotá anunció sacar más de quince mil camiones viejos de la ciudad, en Valledupar al contrario entran 71.159 motos nuevas cada semana. Con su veneno es otra forma de matarse y de matarnos.

Cuando ya estaba por terminar esta columna me avisan que los organizadores del Festival Vallenato pegan afiches con comparsas por la ciudad, que el abogado Cadena sufrió diarreas antes de su cita en Fiscalía, el personero de Tamalameque tiene un nuevo proceso, hay indicios de quién pudo embarazar de la Merlano, que después del Plogging, y el Downhill viene el Challenger de tenis al Valle, mientras el escultor Peñalosa arrancó una estatua de Kiko Barrios porque no le pagaron el contrato, pero nunca hubo contrato. Casi no me permiten decir cosas serias, al menos lo intenté.

Columnista
20 febrero, 2020

Venenos históricos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

Los humanistas actuales, que los hay, aducen que la información a borbotones es el veneno actual de la sociedad. En ningún momento el hombre tuvo tanta información en el menor tiempo, pero a la vez las personas saben menos de todo. Contraste, pero está sucediendo. El tema es controversial, discutible, real, incluso lamentable. Peter Watson […]


Los humanistas actuales, que los hay, aducen que la información a borbotones es el veneno actual de la sociedad. En ningún momento el hombre tuvo tanta información en el menor tiempo, pero a la vez las personas saben menos de todo. Contraste, pero está sucediendo. El tema es controversial, discutible, real, incluso lamentable.

Peter Watson en su libro Convergencias, en relación a Albert Lászó Barabási, dice: “Nos hallamos en un momento de gran convergencia en el que datos, ciencia y tecnología se aúnan para desentrañar el mayor de los misterios, nuestro futuro como individuos y como sociedad”.

Solo con escuchar, incluso imaginar respuestas, la piel cambia de forma, la sangre rebota entre las venas y el cerebro se sacude como perro mojado. Ya remataba Isaac Newton: “A la naturaleza le place la simplicidad. Por eso muchas veces, los poderosos económicamente se encantan con cosas sencillas, elementales, desde salvar algunas especies en extinción, hasta apoyar comunidades enteras, solo para sentir que no sabemos en qué parte cerebral una lluvia recuerda, señala que somos humanos. El poder atrae, distrae, atrapa, tanto que es el mejor afrodisiaco, recuerda Kissinger. Entre los vallenatos existen ángeles silenciosos que ayudan dentro de sus posibilidades sociales y administrativas, gente que no hace bulla, que no alardea, solo su corazón reafirma siempre que somos humanos, incluso tocayos de su misma especie tienen sueños.

Demasiada información también trae veneno. Pedro Palao Pons, en su libro Los misterios de los venenos, recuerda datos históricos, desde Sócrates tomando la cicuta, Claudio con sus melocotones envenenados, hasta Napoleón sumergido en sus etílicas bañeras, asegurando que el veneno ha estado y estará en todas partes. Dice el escritor que el Papa Borgia hizo del envenenamiento casi un arte. El envenenamiento era la forma más fácil, cómoda y discreta de llevar al Altísimo a algún candidato papal con alto peligro.

Mujeres como Madeleine d´Aubray, encantadora dama francesa del siglo XVIII, mató decenas de personas con galletas y pasteles que suministraba en sus hospitalarias visitas. De ahí salió el cuento que nadie quería probar la galleta de Madeleine.

Algunos nombres como Adelfa, Belladona, Betónica, Efedrina, Lechuga silvestre (Lactusa virosa) Llevan su veneno por dentro, así recen al lado de sus pastores.

Clemente XVI fue víctima de una ingesta de Beleño, más conocida como la hierba loca, en su tiempo no pasaban días en Roma que no amanecieran cinco o más personas asesinadas, entre ellos obispos, prelados y políticos. Y en la Colombia actual los casos de Alejandro y su hijo Enrique Pizano muertos con cianuro por caso Odebrech no dejan de ser un referente de atención nacional. Incluso los venezolanos que ahora llenan nuestras calles piensan que a Chávez le pasó lo mismo. Y dicen que Evo Morales anda por Cuba buscando remedios.

La cosa no está para cantar victorias. Basta mirar que la nueva alcaldesa de Bogotá anunció sacar más de quince mil camiones viejos de la ciudad, en Valledupar al contrario entran 71.159 motos nuevas cada semana. Con su veneno es otra forma de matarse y de matarnos.

Cuando ya estaba por terminar esta columna me avisan que los organizadores del Festival Vallenato pegan afiches con comparsas por la ciudad, que el abogado Cadena sufrió diarreas antes de su cita en Fiscalía, el personero de Tamalameque tiene un nuevo proceso, hay indicios de quién pudo embarazar de la Merlano, que después del Plogging, y el Downhill viene el Challenger de tenis al Valle, mientras el escultor Peñalosa arrancó una estatua de Kiko Barrios porque no le pagaron el contrato, pero nunca hubo contrato. Casi no me permiten decir cosas serias, al menos lo intenté.