Aquí estoy de regreso, luego de mis merecidas vacaciones; en el año 2018 vengo con las pilas recargadas, y varios proyectos ambiciosos que quiero ejecutar con la venia y participación de ustedes. Durante el periplo efectuado por mi querida región Caribe, en épocas decembrinas, recibí información directa y presencial, así como diversos testimonios de amigos […]
Aquí estoy de regreso, luego de mis merecidas vacaciones; en el año 2018 vengo con las pilas recargadas, y varios proyectos ambiciosos que quiero ejecutar con la venia y participación de ustedes.
Durante el periplo efectuado por mi querida región Caribe, en épocas decembrinas, recibí información directa y presencial, así como diversos testimonios de amigos en relación con situaciones y problemas que enfrenta nuestro folclor vallenato. Algunas de esas, las quiero compartir con mis lectores en esta primera entrega del año 2018.
Debo iniciar con la situación que se presenta en Valledupar, que inició con el furor y la fiebre que ha generado fotografiarse y subir a redes sociales imágenes con la escultura de Diomedes Díaz.
Este monumento, que debe ser orgullo de los vallenatos y foráneos, pero además, objeto de cuidado y preservación, se ha convertido en objeto de burla por parte de desadaptados que se quieren tomar fotos en posiciones grotescas y groseras, las que hasta ponen en peligro la obra escultórica.
Borrachos, con botella de whisky en mano, se sientan en los hombros de la escultura y luego publican orgullosos las fotos en sus perfiles de redes, y en otros casos, mujeres se le sientan semidesnudas en las piernas a la escultura de ‘El Cacique’.
El asunto ha llegado a tal punto, que las autoridades policivas tendrán que tomar medidas al respecto, sería el colmo que tuvieran que destinar un guardián permanente al monumento para aplicar sanciones a quien atente contra el mismo.
En visita al municipio de La Paz (Cesar), me contaron que la tarima Jorge Oñate, ubicada en la plaza principal del pueblo, tiene dos años que no se utiliza porque lleva el nombre de ‘El Jilguero de América’. Siempre que se llevan a cabo diversos actos, se alquilan tarimas portátiles y se efectúan en otros espacios. Los gobernantes no pueden poner de por medio sus odios y rencillas políticas por encima del interés general y el patrimonio cultural de un pueblo, eso sin duda se puede constituir en un detrimento patrimonial, que los órganos de control deberían investigar.
Se acerca la versión 51° del Festival de la Leyenda Vallenata, en esta ocasión en homenaje a Carlos Vives, y como sucede en otros eventos de esta índole, desde ya se escuchan los consabidos rumores de posibles ganadores en distintas categorías, sin siquiera abrirse las inscripciones, y mucho menos, designar jurados. Me cuentan algunos conocedores del tema que esta es una estrategia que emplean muchos participantes con el fin de desmotivar la inscripción de otros. Sobre este tema, prometo escribir una columna próximamente.
La Sociedad de Autores y Compositores de Colombia, Sayco, de la cual soy miembro hace más de veinticinco años, como toda organización de personas ha tenido en su interior luchas por acceder al poder, y muchísimas escaramuzas de algunos socios de crear otras organizaciones recaudadoras paralelas, me cuentan que hay algunas de éstas organizaciones cobrando por derechos de compositores que no son sus miembros.
Aprovecho la oportunidad para alertar a mis colegas al respecto, y manifiesto públicamente que Sayco es la única organización autorizada para recaudar y administrar los derechos de mis obras como compositor.
Aquí estoy de regreso, luego de mis merecidas vacaciones; en el año 2018 vengo con las pilas recargadas, y varios proyectos ambiciosos que quiero ejecutar con la venia y participación de ustedes. Durante el periplo efectuado por mi querida región Caribe, en épocas decembrinas, recibí información directa y presencial, así como diversos testimonios de amigos […]
Aquí estoy de regreso, luego de mis merecidas vacaciones; en el año 2018 vengo con las pilas recargadas, y varios proyectos ambiciosos que quiero ejecutar con la venia y participación de ustedes.
Durante el periplo efectuado por mi querida región Caribe, en épocas decembrinas, recibí información directa y presencial, así como diversos testimonios de amigos en relación con situaciones y problemas que enfrenta nuestro folclor vallenato. Algunas de esas, las quiero compartir con mis lectores en esta primera entrega del año 2018.
Debo iniciar con la situación que se presenta en Valledupar, que inició con el furor y la fiebre que ha generado fotografiarse y subir a redes sociales imágenes con la escultura de Diomedes Díaz.
Este monumento, que debe ser orgullo de los vallenatos y foráneos, pero además, objeto de cuidado y preservación, se ha convertido en objeto de burla por parte de desadaptados que se quieren tomar fotos en posiciones grotescas y groseras, las que hasta ponen en peligro la obra escultórica.
Borrachos, con botella de whisky en mano, se sientan en los hombros de la escultura y luego publican orgullosos las fotos en sus perfiles de redes, y en otros casos, mujeres se le sientan semidesnudas en las piernas a la escultura de ‘El Cacique’.
El asunto ha llegado a tal punto, que las autoridades policivas tendrán que tomar medidas al respecto, sería el colmo que tuvieran que destinar un guardián permanente al monumento para aplicar sanciones a quien atente contra el mismo.
En visita al municipio de La Paz (Cesar), me contaron que la tarima Jorge Oñate, ubicada en la plaza principal del pueblo, tiene dos años que no se utiliza porque lleva el nombre de ‘El Jilguero de América’. Siempre que se llevan a cabo diversos actos, se alquilan tarimas portátiles y se efectúan en otros espacios. Los gobernantes no pueden poner de por medio sus odios y rencillas políticas por encima del interés general y el patrimonio cultural de un pueblo, eso sin duda se puede constituir en un detrimento patrimonial, que los órganos de control deberían investigar.
Se acerca la versión 51° del Festival de la Leyenda Vallenata, en esta ocasión en homenaje a Carlos Vives, y como sucede en otros eventos de esta índole, desde ya se escuchan los consabidos rumores de posibles ganadores en distintas categorías, sin siquiera abrirse las inscripciones, y mucho menos, designar jurados. Me cuentan algunos conocedores del tema que esta es una estrategia que emplean muchos participantes con el fin de desmotivar la inscripción de otros. Sobre este tema, prometo escribir una columna próximamente.
La Sociedad de Autores y Compositores de Colombia, Sayco, de la cual soy miembro hace más de veinticinco años, como toda organización de personas ha tenido en su interior luchas por acceder al poder, y muchísimas escaramuzas de algunos socios de crear otras organizaciones recaudadoras paralelas, me cuentan que hay algunas de éstas organizaciones cobrando por derechos de compositores que no son sus miembros.
Aprovecho la oportunidad para alertar a mis colegas al respecto, y manifiesto públicamente que Sayco es la única organización autorizada para recaudar y administrar los derechos de mis obras como compositor.