Por cuenta del Batallón La Popa hoy Valledupar, es una vergüenza mundial, desde esta tierra se coordinaban y realizaban prácticas sólo comprables al holocausto nazi, cuando se acababa la vida humana sin ningún tipo de contemplaciones siguiendo órdenes absurdas, motivadas por un discurso racista y xenofobo.
Este batallón al mando de los cobardes, desquiciados y degenerados Hernán Mejía y Juan Carlos Figueroa se convirtió en una casa de pique estatal, como lo confesaron los victimarios en la sala de reconocimiento de la JEP “Su hermano fue vestido con prendas militares, se le colocó armamento. Su hermano era un campesino, en su rostro se le veía la sencillez. Se fingió un combate. Yo ordené su asesinato” dijo el suboficial Elkin
Leonardo Burgos Suárez. Es escalofriante y aterrador todo lo que hicieron, únicamente por complacer a un gobierno enfermo de sangre y a una sociedad vallenata llena de odio y miedo que perdió el rumbo y aceptaba todo, con tal de protegerse de la guerrilla. Un cabo perteneciente al escuadrón de la muerte relató: los soldados se vistieron de guerrilleros y detuvieron a Víctor Maestre que en el camino los identifica y les dice “ustedes me van a matar” y Rojas le dice: “Si ya sabe que se va a morir, hagamos un negocio, si usted mismo se pone el camuflado, su cuerpo se le entrega a los familiares, si no, será enterrado como NN. Qué tal si ese negocio se lo hubiesen planteado a un ganadero de Valledupar o a uno de sus hijos. Otro testimonio que estremeció la sala fue cuando uno de los soldados reconoció como amarraron a un árbol a un indígena Kankuamo en el sector de la Mina y lo dejaron pasando hambre 3 días, hasta que llegaron en un helicóptero del batallón y lo asesinaron con tiros de gracia. Torturas y sevicia. Pero hay más, los soldados, que actuaban como sicarios de camuflado confesaron: “Después de siete bajas nos daban una medalla que se llamaba la gris y éramos candidatos a un viaje al Sinaí”. El comandante del Batallón La Popa Hernán Mejía pagó de premio 100 mil pesos e invitó a la tropa a comer arroz chino por haber matado a un desmovilizado. Juan Carlos Figueroa daba viajes a Cartagena y San Andrés por bajas, incluso pagaba prostitutas para celebrar, qué tal la degradación humana de estos mal nacidos. Que cobarde son Hernán Mejía y Juan Carlos Figueroa, mancharon de sangre el honor militar, nunca han dado la cara y por lo tanto serán condenados a 20 años de prisión, deberían pagar 1.000 cadenas perpetuas como pasa en EEUU. Por eso en la derecha odiaban a la JEP, nunca quisieron la Jurisdicción porque sabían que esto se iba a conocer.
Las víctimas también tuvieron su espacio como María Faustina Martínez, quien dijo con voz quebrada: “Que nos diga el soldado que asesino a mi hermana por dónde la mataron, porque no tenía algún tiro en el cuerpo. A mi hermana, que estaba embarazada, la mataron por sus partes íntimas”.
Una pesadilla que no termina y que dejó 127 muertos inocentes. El Batallón la Popa es el Batallón que más casos confesados de ‘falsos positivos’ tiene en Colombia, por eso Valledupar es una vergüenza, así nos duela, salían de cacería y mataban habitantes de calle, miembros LGTBI, campesinos, indígenas, recicladores, y todo el que encontraban mal parado. ¿Será que la elite vallenata paraca va a seguir revolcándose en este charco de sangre? Seguro que sí, no les interesa el otro, no tienen empatía, ni humanidad. ¿Será que tendrán algún ápice de compasión con esas víctimas? No creo, muchos siguen repitiendo que todo ocurrió por la guerrilla y justifican esas prácticas porque tienen pensamiento nazi. Por más duro que sea hay que valorar y agradecer a la JEP que no dejó esta barbarie en la impunidad y que sirva para que reflexionemos como sociedad y que esto NUNCA vuelva a pasar, en la glorieta donde está el Batallón debe erigirse una escultura monumental en homenaje a esos 127 caídos inocentes para rendirles un homenaje y recordarlos siempre.
El ejército es una fuerza del Estado que no podía con los impuestos de los colombianos matar a sangre fría a los más desvalidos, además de ser cobarde, es una atrocidad institucional.
Es hora de hacer un alto y reconocer que todos fallamos para que exista una verdadera reconciliación.
Por Jacobo Solano C.