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Crónica - 5 enero, 2019

Valledupar, tierra de magia, desarrollo y templanza

En el marco de la celebración de los 469 años de la también conocida como ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar, se recuerda lo que fue este territorio en sus inicios y algunos de los procesos que han permitido su avance para llegar a lo que es hoy.

La gran cantidad de árboles sembrados por toda la ciudad ya hacen parte de la identidad de esta tierra y aportan una característica especial a los paisajes que se observan de esta capital.
La gran cantidad de árboles sembrados por toda la ciudad ya hacen parte de la identidad de esta tierra y aportan una característica especial a los paisajes que se observan de esta capital.

“Viejo Valledupar
si te volviera a ver
como tú fuiste ayer
típico y colonial
Casitas de bahareque
con sus palmas caladas
hojas de calicanto
y sus tejas colorada…”

Así suenan las letras que compuso Rodolfo Bolaño para retratar a la capital de los Santos Reyes. El escenario por excelencia que enmarca la magia del vallenato, se baña con las cristalinas aguas del río Guatapurí y que refresca el templado sol que lo alumbra, con los cientos de árboles que se encuentran plantados entre sus calles. Esta tierra de magia y tradición cumple este fin de semana 469 años como ciudad.

Pero la imagen del Valledupar de hoy dista de lo que en otrora era una ciudad con más o menos 100 mil habitantes, sin servicio de agua, un pequeño acueducto que no cubría todas las necesidades que existían, que no tenía luz sino una planta envejecida y con grandes dificultades porque no tenía comunicaciones con los pueblos, según recuerda el exgobernador en dos ocasiones del departamento del Cesar, Alfonso Araújo Cotes.

En ese tiempo, la ciudad se destacaba por tener una juventud impetuosa, con ganas de transformarse y mejorar su estatus tanto social como económico. Así como también recuerda el exmandatario, era una ciudad distinguida por una vida parroquial, totalmente tradicional que se conservaba de esta manera en gran medida por tratarse de un lugar que estaba aislado del mundo dada la falta de comunicaciones.

Era una época, rememora Araújo Cotes, en la cual la ciudad se distinguía por tener características coloniales, con familias reconocidas que vivían alrededor de la plaza Alfonso López y en la que primaban la tranquilidad, la paz y el sosiego que permitieron que se aunaran esfuerzos para lograr la independencia de Santa Marta.

Por entonces, la ciudad vivía de lo producido por la actividad agrícola y ganadera, aspectos para lo cual el país vecino de Venezuela fue un ejemplo según relata Araújo Cotes, ya que tenían un trabajo tecnificado que les sirvió para aprender a comercializar diferentes productos fuera de estas fronteras.

“Eso permitió el crecimiento de Valledupar, porque trajo recursos, disponibilidad y vender nuestros productos allá. Nos enseñaron a la agricultura más seleccionada, a cercar las fincas, a mejorar los potreros, a hacer la actividad agrícola más tecnificada”, asegura este destacado abogado nacido en el municipio de La Paz.

En cuanto al avance de la ciudad para empezar a crecer, manifestó que el proceso se dio de manera lenta y que en el mismo tuvo un gran impacto el cultivo de algodón, actividad que permitió una gran transformación por la vasta cantidad de esta materia prima que se produjo en el departamento.
A raíz de dicha producción a partir del año 1960 en adelante, se generaron muchos empleos y sumado a la violencia política que se vivía en otras partes de Colombia, llegaron a esta región personas procedentes de todas partes del país.

De este modo y con el fin de buscar nuevas oportunidades de vida, llegó por ejemplo gente de los departamentos de Santander y Norte de Santander, quienes precisamente fundaron el primer barrio de la capital del Cesar, El Carmen.

Entonces, según relató Araújo Cotes, los líderes de ese tiempo se reunieron con los foráneos para trabajar y seguir potencializando esta zona, algo que por la destreza que traían los forasteros para ejercer la agricultura les permitió construir grandes riquezas.

Incluso, a partir de la relación entre las familias locales con sus rasgos caribeños y quienes provenían de otras zonas de Colombia, se generó una cohesión que tuvo impacto en el aspecto físico de las siguientes generaciones.

“Mujeres lindísimas, todavía están. Ha sido una cosa extraordinaria por la fusión de razas, un empuje creador que fue gran cosa”, recuerda, al tiempo que hace referencia a que los migrantes llegaron por el dolor y la lucha de la violencia, pero que lograron reconstruirse aquí con una actividad importante.

Sobre el Valledupar de hoy, se hace inevitable notar los cambios que han llegado con el paso del tiempo y que se siguen gestando actualmente.
El crecimiento e impulso de la ciudad se ha visto en diferentes aspectos que lo van consolidando paulatinamente y que le van dando reconocimiento a escala nacional e internacional. Embellecida, limpia, con nuevas obras y proyección, se ha logrado transformar la cara de esta capital llena de melodías en cada esquina.

El Festival de la Leyenda Vallenata ha sido un evento que ha catapultado a la ciudad hacia el futuro en palabras de Araújo Cotes, quien además recordó las palabras de Alfonso López quien dijo que ‘el Cesar es como Colombia’, por esa misma presencia de personas de todas las regiones de la cual se ha desprendido una fusión de gente que ha logrado que se cree una ciudad que busca estar entre las primeras del país y que se pueda constituir como una de las más bellas.

Eso sí, mientras tanto, se deben superar otras falencias para consolidar más este ideal. Una de ellas, explicó Araújo Cotes, fortaleciendo las condiciones para fomentar mucho más el turismo, una de las grandes apuestas de ahora para esta capital, con lo que se puedan dar más facilidades a los visitantes.

Destacó la construcción de vías y el mejoramiento de la infraestructura como aportes significativos para este avance. Por último, describió la ciudad del Cacique Upar como un lugar “lleno de esfuerzos creadores, con una belleza inimaginable porque es una ciudad verde, querida y de una gente extraordinaria”.

Daniela Rincones Julio / EL PILÓN
[email protected]

Crónica
5 enero, 2019

Valledupar, tierra de magia, desarrollo y templanza

En el marco de la celebración de los 469 años de la también conocida como ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar, se recuerda lo que fue este territorio en sus inicios y algunos de los procesos que han permitido su avance para llegar a lo que es hoy.


La gran cantidad de árboles sembrados por toda la ciudad ya hacen parte de la identidad de esta tierra y aportan una característica especial a los paisajes que se observan de esta capital.
La gran cantidad de árboles sembrados por toda la ciudad ya hacen parte de la identidad de esta tierra y aportan una característica especial a los paisajes que se observan de esta capital.

“Viejo Valledupar
si te volviera a ver
como tú fuiste ayer
típico y colonial
Casitas de bahareque
con sus palmas caladas
hojas de calicanto
y sus tejas colorada…”

Así suenan las letras que compuso Rodolfo Bolaño para retratar a la capital de los Santos Reyes. El escenario por excelencia que enmarca la magia del vallenato, se baña con las cristalinas aguas del río Guatapurí y que refresca el templado sol que lo alumbra, con los cientos de árboles que se encuentran plantados entre sus calles. Esta tierra de magia y tradición cumple este fin de semana 469 años como ciudad.

Pero la imagen del Valledupar de hoy dista de lo que en otrora era una ciudad con más o menos 100 mil habitantes, sin servicio de agua, un pequeño acueducto que no cubría todas las necesidades que existían, que no tenía luz sino una planta envejecida y con grandes dificultades porque no tenía comunicaciones con los pueblos, según recuerda el exgobernador en dos ocasiones del departamento del Cesar, Alfonso Araújo Cotes.

En ese tiempo, la ciudad se destacaba por tener una juventud impetuosa, con ganas de transformarse y mejorar su estatus tanto social como económico. Así como también recuerda el exmandatario, era una ciudad distinguida por una vida parroquial, totalmente tradicional que se conservaba de esta manera en gran medida por tratarse de un lugar que estaba aislado del mundo dada la falta de comunicaciones.

Era una época, rememora Araújo Cotes, en la cual la ciudad se distinguía por tener características coloniales, con familias reconocidas que vivían alrededor de la plaza Alfonso López y en la que primaban la tranquilidad, la paz y el sosiego que permitieron que se aunaran esfuerzos para lograr la independencia de Santa Marta.

Por entonces, la ciudad vivía de lo producido por la actividad agrícola y ganadera, aspectos para lo cual el país vecino de Venezuela fue un ejemplo según relata Araújo Cotes, ya que tenían un trabajo tecnificado que les sirvió para aprender a comercializar diferentes productos fuera de estas fronteras.

“Eso permitió el crecimiento de Valledupar, porque trajo recursos, disponibilidad y vender nuestros productos allá. Nos enseñaron a la agricultura más seleccionada, a cercar las fincas, a mejorar los potreros, a hacer la actividad agrícola más tecnificada”, asegura este destacado abogado nacido en el municipio de La Paz.

En cuanto al avance de la ciudad para empezar a crecer, manifestó que el proceso se dio de manera lenta y que en el mismo tuvo un gran impacto el cultivo de algodón, actividad que permitió una gran transformación por la vasta cantidad de esta materia prima que se produjo en el departamento.
A raíz de dicha producción a partir del año 1960 en adelante, se generaron muchos empleos y sumado a la violencia política que se vivía en otras partes de Colombia, llegaron a esta región personas procedentes de todas partes del país.

De este modo y con el fin de buscar nuevas oportunidades de vida, llegó por ejemplo gente de los departamentos de Santander y Norte de Santander, quienes precisamente fundaron el primer barrio de la capital del Cesar, El Carmen.

Entonces, según relató Araújo Cotes, los líderes de ese tiempo se reunieron con los foráneos para trabajar y seguir potencializando esta zona, algo que por la destreza que traían los forasteros para ejercer la agricultura les permitió construir grandes riquezas.

Incluso, a partir de la relación entre las familias locales con sus rasgos caribeños y quienes provenían de otras zonas de Colombia, se generó una cohesión que tuvo impacto en el aspecto físico de las siguientes generaciones.

“Mujeres lindísimas, todavía están. Ha sido una cosa extraordinaria por la fusión de razas, un empuje creador que fue gran cosa”, recuerda, al tiempo que hace referencia a que los migrantes llegaron por el dolor y la lucha de la violencia, pero que lograron reconstruirse aquí con una actividad importante.

Sobre el Valledupar de hoy, se hace inevitable notar los cambios que han llegado con el paso del tiempo y que se siguen gestando actualmente.
El crecimiento e impulso de la ciudad se ha visto en diferentes aspectos que lo van consolidando paulatinamente y que le van dando reconocimiento a escala nacional e internacional. Embellecida, limpia, con nuevas obras y proyección, se ha logrado transformar la cara de esta capital llena de melodías en cada esquina.

El Festival de la Leyenda Vallenata ha sido un evento que ha catapultado a la ciudad hacia el futuro en palabras de Araújo Cotes, quien además recordó las palabras de Alfonso López quien dijo que ‘el Cesar es como Colombia’, por esa misma presencia de personas de todas las regiones de la cual se ha desprendido una fusión de gente que ha logrado que se cree una ciudad que busca estar entre las primeras del país y que se pueda constituir como una de las más bellas.

Eso sí, mientras tanto, se deben superar otras falencias para consolidar más este ideal. Una de ellas, explicó Araújo Cotes, fortaleciendo las condiciones para fomentar mucho más el turismo, una de las grandes apuestas de ahora para esta capital, con lo que se puedan dar más facilidades a los visitantes.

Destacó la construcción de vías y el mejoramiento de la infraestructura como aportes significativos para este avance. Por último, describió la ciudad del Cacique Upar como un lugar “lleno de esfuerzos creadores, con una belleza inimaginable porque es una ciudad verde, querida y de una gente extraordinaria”.

Daniela Rincones Julio / EL PILÓN
[email protected]