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Columnista - 31 octubre, 2014

Valledupar: ¡Sálvese quien pueda!

La inseguridad en Valledupar ha llegado a límites que eran inimaginables apenas hace unos años, cuando los habitantes de este viejo valle y querido cantábamos engreídos y en tono altísimo los versos de una canción de Alonso Fernández Oñate: “Tierra de paz y de esplendor, te brindo esta humilde canción, inspirada por el amor, ¡Viva […]

La inseguridad en Valledupar ha llegado a límites que eran inimaginables apenas hace unos años, cuando los habitantes de este viejo valle y querido cantábamos engreídos y en tono altísimo los versos de una canción de Alonso Fernández Oñate: “Tierra de paz y de esplendor, te brindo esta humilde canción, inspirada por el amor, ¡Viva mi valle y su folclor!”. Tiempos en los cuales si por cualquier descuido alguien dejaba la puerta de la calle abierta en la noche, lo máximo que podía ocurrir era que viniera el vecino o el transeúnte a cerrarla sin hacer ruido para no interrumpir el plácido sueño de los olvidadizos. Ahora ni los más sofisticados sistemas de seguridad, ni los conjuntos cerrados con vigilancia privada, ni los que han instalado modernas y costosas cámaras de video en puntos estratégicos de sus moradas o establecimientos comerciales están exentos de encontrar desocupados un día cualquiera sus inmuebles Lo más jodido como me dijo consternado un amigo, es que al que no se deja robar lo matan.Y tiene razón. Hace apenas unos días una aflicción inmensa recorrió mi humanidad cuando en EL PILÖN me topé con la fotografía fúnebre de un maravilloso ser humano que se apresuraba a atenderme con una efusividad y cordialidad que contagiaba en una de las buenas pizzerías de Valledupar: un desadaptado social de los cientos que se pasean orondos en el Valle le disparó una bala mortal porque se opuso a que le robara la motocicleta a su hijo. El domingo pasado en la madrugada, Giovanny, el padre de Carolina, una estudiante de Psicología de la UPC, cayó abatido en la puerta de su casa por otro criminal porque corrió para evitar ser atracado en el barrio Simón Bolívar. ¿Y mientras tanto qué? Un alcalde al que se le acabó el tiempo de retórica en retórica mientras la ciudad se le salió de las manos como pedacitos de hielo que se escurren entre los dedos al querer aprisionarlos. No ha podido ni con un terco propietario que cierra una vía pública cada vez que le da la gana en la parte norte del Hotel Sonesta. Mucho menos va a poder con los graves problemas de seguridad, movilidad, ambientales, informalidad laboral, educativos y de salud que agobian la ciudad. ¿Y la fuerza pública? Rauda en lujosas motos, más atenta al conductor que se tomó una o dos cervezas para hacerle la prueba de alcoholemia o en hacer un comparendo al que deja el carro mal parqueado, que en actuar sobre las bandas de criminales que azotan hoy como plaga maldita a la tierra del Compae Chipuco. De manera pues que la percepción de la gente en Valledupar en las actuales circunstancias en materia de seguridad ciudadana es parecida a aquella de quien lanzó por primera vez el desgarrador grito: ¡Sálvese quien pueda! raubermar@yahoo,com

Columnista
31 octubre, 2014

Valledupar: ¡Sálvese quien pueda!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Raúl Bermúdez Márquez

La inseguridad en Valledupar ha llegado a límites que eran inimaginables apenas hace unos años, cuando los habitantes de este viejo valle y querido cantábamos engreídos y en tono altísimo los versos de una canción de Alonso Fernández Oñate: “Tierra de paz y de esplendor, te brindo esta humilde canción, inspirada por el amor, ¡Viva […]


La inseguridad en Valledupar ha llegado a límites que eran inimaginables apenas hace unos años, cuando los habitantes de este viejo valle y querido cantábamos engreídos y en tono altísimo los versos de una canción de Alonso Fernández Oñate: “Tierra de paz y de esplendor, te brindo esta humilde canción, inspirada por el amor, ¡Viva mi valle y su folclor!”. Tiempos en los cuales si por cualquier descuido alguien dejaba la puerta de la calle abierta en la noche, lo máximo que podía ocurrir era que viniera el vecino o el transeúnte a cerrarla sin hacer ruido para no interrumpir el plácido sueño de los olvidadizos. Ahora ni los más sofisticados sistemas de seguridad, ni los conjuntos cerrados con vigilancia privada, ni los que han instalado modernas y costosas cámaras de video en puntos estratégicos de sus moradas o establecimientos comerciales están exentos de encontrar desocupados un día cualquiera sus inmuebles Lo más jodido como me dijo consternado un amigo, es que al que no se deja robar lo matan.Y tiene razón. Hace apenas unos días una aflicción inmensa recorrió mi humanidad cuando en EL PILÖN me topé con la fotografía fúnebre de un maravilloso ser humano que se apresuraba a atenderme con una efusividad y cordialidad que contagiaba en una de las buenas pizzerías de Valledupar: un desadaptado social de los cientos que se pasean orondos en el Valle le disparó una bala mortal porque se opuso a que le robara la motocicleta a su hijo. El domingo pasado en la madrugada, Giovanny, el padre de Carolina, una estudiante de Psicología de la UPC, cayó abatido en la puerta de su casa por otro criminal porque corrió para evitar ser atracado en el barrio Simón Bolívar. ¿Y mientras tanto qué? Un alcalde al que se le acabó el tiempo de retórica en retórica mientras la ciudad se le salió de las manos como pedacitos de hielo que se escurren entre los dedos al querer aprisionarlos. No ha podido ni con un terco propietario que cierra una vía pública cada vez que le da la gana en la parte norte del Hotel Sonesta. Mucho menos va a poder con los graves problemas de seguridad, movilidad, ambientales, informalidad laboral, educativos y de salud que agobian la ciudad. ¿Y la fuerza pública? Rauda en lujosas motos, más atenta al conductor que se tomó una o dos cervezas para hacerle la prueba de alcoholemia o en hacer un comparendo al que deja el carro mal parqueado, que en actuar sobre las bandas de criminales que azotan hoy como plaga maldita a la tierra del Compae Chipuco. De manera pues que la percepción de la gente en Valledupar en las actuales circunstancias en materia de seguridad ciudadana es parecida a aquella de quien lanzó por primera vez el desgarrador grito: ¡Sálvese quien pueda! raubermar@yahoo,com