A medida que se acercan las elecciones territoriales o presidenciales, se activan las mismas esperanzas, el mismo deseo, la misma ilusión y caemos en una especie de Dejavu cada cuatro años donde al final ya sabemos cuál será el resultado, pero por lo menos no nos pueden culpar que no fuimos capaces de soñar o de intentarlo de otra manera; nótese que no menciono las elecciones al Congreso de la República porque esa es “harina de otro costal”, la elección del Congreso a pesar que tiene las mismas similitudes en cuanto a lo metodológico (Estoy usando sarcasmo) las motivaciones son a otro nivel, la danza de los millones es exageradamente apabullante y como siempre la democracia que nos enseñan en la teoría y en los libros, sale maltrecha.
Todos en cierta medida actuamos como el marido con amante, que es consciente que no puede mostrarla en público ni llevarla de la mano al cine por las consabidas consecuencias y por supuesto porque el que dirán es implacable, pero no pierdan de vista que a pesar de ello muchos terminan casándose con la amante.
La ciudad no aguanta más, su situación ha sido motivo de ríos de tinta en estos espacios y su diagnóstico está contenido en cientos de informes y estudios hechos por serios investigadores que nos dan una realidad innegable, sin embargo ¿Por qué a pesar que somos conscientes que si seguimos haciendo lo mismo los resultados serán los mismos? Pues como en el símil del marido, en el fondo quiere seguir con la esposa para verse bien ante los demás, pero desea con extremada pasión que llegue el fin de semana para estar con la otra, es decir, desearía que el mundo le permitiera estar con las dos sin ser cuestionado.
La realidad es que Valledupar está mal, muy mal para la mayoría, pero está muy bien para un pequeño grupito que quiere que algunas cosas cambien (Inseguridad, desempleo, inflación, movilidad etc) pero eso sí, sin que tengan que renunciar a su propia comodidad, y a los beneficios que les dejan los negocios con el municipio a expensas de la desgracia de la mayoría, y es aquí donde está el meollo del asunto, si entendieran que es mejor negocio para ellos que a todos nos vaya bien, la ciudad empezaría a cambiar y la prueba de ello insisto, es Barranquilla.
Todos sin excepción saben cuál será el resultado de las elecciones y por supuesto del próximo gobierno municipal si la dinámica va a ser la misma de siempre, una campaña hecha con un discurso diciendo lo que la gente quiere oír, y otra cuando asumen el papel de mandatarios, pues deben empezar a devolver la inversión a los financiadores, que por cierto son multimillonarias, incluso se dice que algunos hasta se traen su propia máquina de contar billetes para no tener que contar a mano los fajos producto de coimas y chanchullos; pero ¿Qué pasa entonces luego que termina la campaña, y asume el nuevo mandatario? ¿Por qué ese desencanto casi que inmediato si era todo amor y toda miel? Pues porque las campañas están diseñadas bajo conceptos revolucionarios como el neuromarketing, que usan las emociones como principal objetivo de las campañas utilizados en su momento por los creadores de las redes sociales y que ya han sido probadas con éxito en muchas campañas ganadoras, y ojo existe en la ciudad gente tan capaz y experta en hacer lo que Walt Disney hizo con Mickey Mouse, y es que a pesar que todos sabemos que es una rata, pudieron convertirlo en un tierno ratoncito que enamora a grandes y chicos.
El problema es que la mayoría se come el cuento que le dicen en la campaña, sueña que esta vez sí será diferente y que habrá movilidad como en Europa, y planes maestros de acueducto y alcantarillado, y programas de generación de empleo y seguridad y orden, y al no verse cumplidas generan (En todos los niveles) una actitud de desesperanza, de asco y de apatía por todo lo que huela a “política”, y eso es precisamente lo que alimenta al status quo.
No es haciendo lo mismo, mientras los gobernantes se elijan con las mismas prácticas en sus campañas, no habrá foro, ni debates que valgan para hacer que el mandatario de turno escuche a la sociedad puesto que al final y como en la comparación, la amante tiene más poder que la esposa.