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Columnista - 21 julio, 2010

Unidad o catástrofe

ESCALPELO Por: Dickson E. Quiroz Torres Si, Colombia por fin tiene un nuevo congreso. No obstante haberse elegido la remota fecha del 14 de marzo – hace más de 120 angustiosos y expectantes días – sólo hasta ayer logró conocerse de manera oficial la nómina completa de nuestros ‘Padres de la Patria’. Con todo, parece […]

ESCALPELO

Por: Dickson E. Quiroz Torres

Si, Colombia por fin tiene un nuevo congreso. No obstante haberse elegido la remota fecha del 14 de marzo – hace más de 120 angustiosos y expectantes días – sólo hasta ayer logró conocerse de manera oficial la nómina completa de nuestros ‘Padres de la Patria’. Con todo, parece una proeza del Consejo Nacional Electoral…

Poco me interesa analizar su conformación; ya la prensa nacional y regional se ha encargado de desmenuzarla, sacando a luz, inclusive con sensacionalismo, hasta las caries no sólo de victoriosos, también de cientos de atrapados en pantanos y quemas, a los cuales Dios en su misericordia los tenga en su regazo.

Para ser exactos, no es que Colombia tenga un nuevo congreso; sencillamente tiene nuevamente  congreso, en gracia de discusión, que el pasado se diluyó y malgastó su hora histórica inmerso hasta el cuello por el fenómeno paramilitar, primero, y simultáneamente por las desvergonzadas obsecuencias en los afanes reeleccionistas, olvidándose de su compromiso funcional fundamental. Cuando quiso percatarse, la sombra del anochecer lo abrazó desvelado…

El Cesar tiene cifradas esperanzas en su nuevo grupo parlamentario. Por supuesto, éste no tiene el bagaje, el talante ni la experticia política-palaciega de los anteriores titulares, que todos eran gallos jugados en mil batallas y se encontraban estratégicamente posicionados en el concierto nacional. Además, eran aupados por paisanos que ocupaban importantes cargos en el ámbito nacional.

Así como grande fue la oportunidad por esa pléyade de cesarenses descollantes en un mismo periodo histórico, así mismo fue la frustración para el Cesar. Por cosas de ingrata recordación, toda la estantería de honor se vino al suelo, dejándole al Cesar, además de una grande estigmatización, un inmenso vacío nada fácil de llenar.

Ese es el Cesar que estos nuevos dignatarios congresales asumen con plena conciencia del estado de cosas. En ellos depositó su confianza el Cesar, ungiéndolos, para superar los cráteres harto visibles en todo el panorama departamental. Quién lo creyera: en esos primíparos están cifradas las esperanzas del pueblo cesarense.

Seguramente necesitarán tiempo y esfuerzos denodados para ambientarse y educarse en el universo del congreso, y desde luego, para  descrestar en comisiones y plenarias con la holgura y sobriedad que suele exigírsele a los grandes congresistas. Es cuestión de tiempo y de método, y los cesarenses sabrán comprender y esperar.

Sin embargo, sí pueden marcar un hito si deponen diferencias políticas y personales y se deciden a trabajar de consuno en beneficio de intereses colectivos cesarenses, consensuando una misma hoja de ruta y una agenda común. Ahora están solos en el panorama nacional, sin que asome nadie nombrable en el ejecutivo nacional, con el agravante de la estigmatización del territorio, todo lo cual hace más exigente la labor individual de cada uno de nuestros representantes en el congreso.

He ahí la importancia y trascendencia de la unidad como equipo y la unidad de propósitos para defender el territorio. Mientras se hace escuela parlamentaria y cortesana, ha de reforzarse y reivindicarse la base, el territorio, sincronizando proyectos y esfuerzos con mandatarios y dirigencia departamental.

Las circunstancias actuales de fragilidad institucional señalan un solo camino, la unidad, y en ella insisto a fuer de hacerme cansón. Hoy no contamos con grandes liderazgos departamentales ni con mecenas o padrinazgos nacionales, como en antaño. Nuestros congresistas son bisoños. Hoy hemos perdido credibilidad nacional. Una amenaza, la de la reducción (casi expoliación) de las regalías, se cierne sobre nosotros. Y pare de contar.

Esa integral circunstancia de menoría exige, para enfrentarla con posibilidades de éxito, una unidad holística y patriótica, una unidad no sólo entre nuestros parlamentarios, también entre éstos y los mandatarios seccionales, y entre éstos todos y la comunidad en general representada en sus gremios.

El momento es de grandeza y no de liviandad. Con el concurso y decisión de todas las fuerzas representativas, definamos una hoja de ruta para el Cesar y apliquémonos a ella más allá de los periodos constitucionales. Unidad o catástrofe.

¿Quién le pone el cascabel al gato?

[email protected]

Columnista
21 julio, 2010

Unidad o catástrofe

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dickson E. Quiroz Torres

ESCALPELO Por: Dickson E. Quiroz Torres Si, Colombia por fin tiene un nuevo congreso. No obstante haberse elegido la remota fecha del 14 de marzo – hace más de 120 angustiosos y expectantes días – sólo hasta ayer logró conocerse de manera oficial la nómina completa de nuestros ‘Padres de la Patria’. Con todo, parece […]


ESCALPELO

Por: Dickson E. Quiroz Torres

Si, Colombia por fin tiene un nuevo congreso. No obstante haberse elegido la remota fecha del 14 de marzo – hace más de 120 angustiosos y expectantes días – sólo hasta ayer logró conocerse de manera oficial la nómina completa de nuestros ‘Padres de la Patria’. Con todo, parece una proeza del Consejo Nacional Electoral…

Poco me interesa analizar su conformación; ya la prensa nacional y regional se ha encargado de desmenuzarla, sacando a luz, inclusive con sensacionalismo, hasta las caries no sólo de victoriosos, también de cientos de atrapados en pantanos y quemas, a los cuales Dios en su misericordia los tenga en su regazo.

Para ser exactos, no es que Colombia tenga un nuevo congreso; sencillamente tiene nuevamente  congreso, en gracia de discusión, que el pasado se diluyó y malgastó su hora histórica inmerso hasta el cuello por el fenómeno paramilitar, primero, y simultáneamente por las desvergonzadas obsecuencias en los afanes reeleccionistas, olvidándose de su compromiso funcional fundamental. Cuando quiso percatarse, la sombra del anochecer lo abrazó desvelado…

El Cesar tiene cifradas esperanzas en su nuevo grupo parlamentario. Por supuesto, éste no tiene el bagaje, el talante ni la experticia política-palaciega de los anteriores titulares, que todos eran gallos jugados en mil batallas y se encontraban estratégicamente posicionados en el concierto nacional. Además, eran aupados por paisanos que ocupaban importantes cargos en el ámbito nacional.

Así como grande fue la oportunidad por esa pléyade de cesarenses descollantes en un mismo periodo histórico, así mismo fue la frustración para el Cesar. Por cosas de ingrata recordación, toda la estantería de honor se vino al suelo, dejándole al Cesar, además de una grande estigmatización, un inmenso vacío nada fácil de llenar.

Ese es el Cesar que estos nuevos dignatarios congresales asumen con plena conciencia del estado de cosas. En ellos depositó su confianza el Cesar, ungiéndolos, para superar los cráteres harto visibles en todo el panorama departamental. Quién lo creyera: en esos primíparos están cifradas las esperanzas del pueblo cesarense.

Seguramente necesitarán tiempo y esfuerzos denodados para ambientarse y educarse en el universo del congreso, y desde luego, para  descrestar en comisiones y plenarias con la holgura y sobriedad que suele exigírsele a los grandes congresistas. Es cuestión de tiempo y de método, y los cesarenses sabrán comprender y esperar.

Sin embargo, sí pueden marcar un hito si deponen diferencias políticas y personales y se deciden a trabajar de consuno en beneficio de intereses colectivos cesarenses, consensuando una misma hoja de ruta y una agenda común. Ahora están solos en el panorama nacional, sin que asome nadie nombrable en el ejecutivo nacional, con el agravante de la estigmatización del territorio, todo lo cual hace más exigente la labor individual de cada uno de nuestros representantes en el congreso.

He ahí la importancia y trascendencia de la unidad como equipo y la unidad de propósitos para defender el territorio. Mientras se hace escuela parlamentaria y cortesana, ha de reforzarse y reivindicarse la base, el territorio, sincronizando proyectos y esfuerzos con mandatarios y dirigencia departamental.

Las circunstancias actuales de fragilidad institucional señalan un solo camino, la unidad, y en ella insisto a fuer de hacerme cansón. Hoy no contamos con grandes liderazgos departamentales ni con mecenas o padrinazgos nacionales, como en antaño. Nuestros congresistas son bisoños. Hoy hemos perdido credibilidad nacional. Una amenaza, la de la reducción (casi expoliación) de las regalías, se cierne sobre nosotros. Y pare de contar.

Esa integral circunstancia de menoría exige, para enfrentarla con posibilidades de éxito, una unidad holística y patriótica, una unidad no sólo entre nuestros parlamentarios, también entre éstos y los mandatarios seccionales, y entre éstos todos y la comunidad en general representada en sus gremios.

El momento es de grandeza y no de liviandad. Con el concurso y decisión de todas las fuerzas representativas, definamos una hoja de ruta para el Cesar y apliquémonos a ella más allá de los periodos constitucionales. Unidad o catástrofe.

¿Quién le pone el cascabel al gato?

[email protected]