Los adultos mayores cada día experimentan más el abandono de sus parientes, del Estado y sus contemporáneos; los dos primeros argumentan que no tienen recursos para atenderlos, en el país cada vez hay más viejos y desprotegidos. La pérdida del respeto por el adulto mayor es absoluta; los familiares los abandonan, el Estado es negligente […]
Los adultos mayores cada día experimentan más el abandono de sus parientes, del Estado y sus contemporáneos; los dos primeros argumentan que no tienen recursos para atenderlos, en el país cada vez hay más viejos y desprotegidos. La pérdida del respeto por el adulto mayor es absoluta; los familiares los abandonan, el Estado es negligente en su atención, que es bastante escasa. La inseguridad no discrimina a la hora de cobrar víctimas; pero otros son atrapados por el olvido. Es triste, muy triste haber criado un hijo y ahora, cuando se le necesita, ni siquiera te voltea a ver; te ignora por completo.
La soledad, falta de atención y abandono son los problemas que enfrentan a diario la mayoría de los adultos en Colombia. Esta situación se agudiza; según el estudio de Salud, Bienestar y Envejecimiento (SABE) con el hecho que antes del 2021 en Colombia habrá una persona mayor de 60 años por cada 2 adolescentes y que las condiciones para atenderlos de manera integral serán deficientes. Este problema unido a una discriminación notoria en la tasa de fecundidad, según estudio reciente de la Universidad de la Sabana, en el cual se registra que 7 de cada 10 jóvenes no desean tener hijos; nos ubica en un fenómeno demográfico sin antecedentes; el país se envejece a pasos agigantados. Se observa hoy una carencia de políticas eficientes, claras para atender esta población, que será la mayor protagonista en el futuro; en parte porque la mayoría de los adultos desean vivir mucho tiempo, pero sin llegar a ser viejos; es decir, una adultez atrapada en la ambivalencia de la eterna juventud y el estereotipo de asociar vejez con enfermedad y porque hoy nadie habla de vejez en colegios y universidades, lo que dificulta proyectar y preparar a todo nivel una vejez activa, digna y saludable. Este fenómeno a la luz de la legitimidad, se constituye en un verdadero desafío de carácter social, económico y sanitario; esto empeora al revisar las cifras del Ministerio de Salud, cuyo reporte menciona que 8 de cada 10 adultos mayores sufren de más de una enfermedad. Males manejables como la hipertensión, afectan a 6 de cada 10 adultos, sumado a ello que menos de la mitad tienen controles regulares y de otro lado los males osteomusculares comprometen a la mayoría y son un determinante de incapacidad y pérdida de años de vida saludable.
Pero si las enfermedades orgánicas son dramáticas en esta edad, por el lado de las mentales empeora la situación. El 41% de los adultos mayores en el país, padecen de depresión, que se incrementa por la desatención de sus más cercanos, si se tiene en cuenta que de 3 de cada 10 se quejan de estar en completo abandono. Lo lógico, prudente y sensato es que el Estado, garantice un modelo de pensión eficaz, integral, equitativo; pero la cobertura no supera el 30%, con un desequilibrio abismal e injusto en las zonas rurales, donde apenas 1 de cada 10 ha cotizado para este beneficio. La consecuencia no puede ser otra que la dependencia que se relaciona con las disfunciones laborales, marcadas por el rechazo que enfrenta esta población; incluso, desde la cuarta década. Después de los 60 años tienen que trabajar y en condiciones adversas de seguridad social.
Las barreras para la población en referencia son una constante y la atención integral que se requieren con las excepciones de rigor, no pasan del papel.
Por Jairo Franco Salas
Los adultos mayores cada día experimentan más el abandono de sus parientes, del Estado y sus contemporáneos; los dos primeros argumentan que no tienen recursos para atenderlos, en el país cada vez hay más viejos y desprotegidos. La pérdida del respeto por el adulto mayor es absoluta; los familiares los abandonan, el Estado es negligente […]
Los adultos mayores cada día experimentan más el abandono de sus parientes, del Estado y sus contemporáneos; los dos primeros argumentan que no tienen recursos para atenderlos, en el país cada vez hay más viejos y desprotegidos. La pérdida del respeto por el adulto mayor es absoluta; los familiares los abandonan, el Estado es negligente en su atención, que es bastante escasa. La inseguridad no discrimina a la hora de cobrar víctimas; pero otros son atrapados por el olvido. Es triste, muy triste haber criado un hijo y ahora, cuando se le necesita, ni siquiera te voltea a ver; te ignora por completo.
La soledad, falta de atención y abandono son los problemas que enfrentan a diario la mayoría de los adultos en Colombia. Esta situación se agudiza; según el estudio de Salud, Bienestar y Envejecimiento (SABE) con el hecho que antes del 2021 en Colombia habrá una persona mayor de 60 años por cada 2 adolescentes y que las condiciones para atenderlos de manera integral serán deficientes. Este problema unido a una discriminación notoria en la tasa de fecundidad, según estudio reciente de la Universidad de la Sabana, en el cual se registra que 7 de cada 10 jóvenes no desean tener hijos; nos ubica en un fenómeno demográfico sin antecedentes; el país se envejece a pasos agigantados. Se observa hoy una carencia de políticas eficientes, claras para atender esta población, que será la mayor protagonista en el futuro; en parte porque la mayoría de los adultos desean vivir mucho tiempo, pero sin llegar a ser viejos; es decir, una adultez atrapada en la ambivalencia de la eterna juventud y el estereotipo de asociar vejez con enfermedad y porque hoy nadie habla de vejez en colegios y universidades, lo que dificulta proyectar y preparar a todo nivel una vejez activa, digna y saludable. Este fenómeno a la luz de la legitimidad, se constituye en un verdadero desafío de carácter social, económico y sanitario; esto empeora al revisar las cifras del Ministerio de Salud, cuyo reporte menciona que 8 de cada 10 adultos mayores sufren de más de una enfermedad. Males manejables como la hipertensión, afectan a 6 de cada 10 adultos, sumado a ello que menos de la mitad tienen controles regulares y de otro lado los males osteomusculares comprometen a la mayoría y son un determinante de incapacidad y pérdida de años de vida saludable.
Pero si las enfermedades orgánicas son dramáticas en esta edad, por el lado de las mentales empeora la situación. El 41% de los adultos mayores en el país, padecen de depresión, que se incrementa por la desatención de sus más cercanos, si se tiene en cuenta que de 3 de cada 10 se quejan de estar en completo abandono. Lo lógico, prudente y sensato es que el Estado, garantice un modelo de pensión eficaz, integral, equitativo; pero la cobertura no supera el 30%, con un desequilibrio abismal e injusto en las zonas rurales, donde apenas 1 de cada 10 ha cotizado para este beneficio. La consecuencia no puede ser otra que la dependencia que se relaciona con las disfunciones laborales, marcadas por el rechazo que enfrenta esta población; incluso, desde la cuarta década. Después de los 60 años tienen que trabajar y en condiciones adversas de seguridad social.
Las barreras para la población en referencia son una constante y la atención integral que se requieren con las excepciones de rigor, no pasan del papel.
Por Jairo Franco Salas