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Columnista - 29 enero, 2025

Un sueño americano

Hace algún tiempo escribí sobre la famosa frase “Tengo un sueño” extractada del memorable discurso pronunciado por Martin Luther King durante la marcha a Washington por trabajos y por la libertad en 1963 ante una marchita injusticia.

Boton Wpp

Hace algún tiempo escribí sobre la famosa frase “Tengo un sueño” extractada del memorable discurso pronunciado por Martin Luther King durante la marcha a Washington por trabajos y por la libertad en 1963 ante una marchita injusticia.

Un negro valiente que se atrevió a elevar su voz y enfrentar los abusos y discriminaciones a los que se encontraban sometidos los de su raza y clase ante una sociedad norteamericana que se proclamaba defensora de los derechos humanos, manifestando que, aunque había transcurrido cien años desde la proclamación de la emancipación los negros aún no eran libres. Que sus vidas eran aun tristemente lisiadas por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación, aludiendo que vivían de igual forma, en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material y que todavía languidecían en las esquinas de la excelsa sociedad americana y se encontraba desterrado en su propia tierra, a pesar de que hay unas magníficas palabras contempladas en la Constitución de los Estados Unidos de América y en donde se firmó un pagaré del cual cada americano sería el heredero, en donde igual se contemplaba la promesa de que todo hombre, negro o blanco, tendrían garantizados  los derechos inalienables de vida, libertad y búsqueda de la felicidad.

Hoy, miles de personas de diferentes nacionalidades están siendo deportadas del país más poderoso de América y tal vez del mundo, en aplicación y acatamiento a una denominada Orden Ejecutiva expedida por el recién posesionado presidente de los Estados Unidos. Si bien es cierto que todo pueblo es soberano e impone sus leyes y órdenes en su territorio, también es cierto que las mismas no pueden estar por encima de los derechos humanos, entre ellos, el derecho a la vida, a una familia, a un trabajo honroso, a la libertad y a la mencionada búsqueda de la felicidad, lo cual, y sin lugar a duda, estamos viendo ante los actos ejecutados por el gobierno norteamericano, la violación de muchos de ellos.

No sé si a todos, pero estoy seguro de que, a muchos, nos conmueve las escenas desgarradoras que nos muestran las redes sociales y hasta la misma prensa, en donde familias impotentes las quiebran y desprenden de sus seres queridos; padres que dejan a sus hijos, madres que lloran ante la ausencia incierta, parejas separadas en contra de su voluntad, afrontando condiciones vergonzosas. Todos soñadores, en busca de un supuesto sueño que hoy se les ha convertido en pesadilla. Siempre he dicho que un sueño se vuelve imposible solo hasta cuando se deja de soñar, pero me pregunto ¿Cuál es el sueño americano? ¿Será que cada país tiene sus propios sueños?

Aludiendo a un fragmento del mencionado discurso hoy es obligatorio escribir sobre él, en donde manifiesta que tiene un sueño en que algún día cada valle será elevado, y cada colina y montaña serán hechas llanas y que los lugares más ásperos serán aplanados y los lugares torcidos serán hechos rectos, y que la gloria de Dios será revelada y todo género humano se verá junto. Se verá junto. Qué bonito sueño. ¿Cierto?

Esa era la esperanza del tan recordado mártir, esa era la fe con la cual él podía devolverse por donde había venido y podría labrar de la montaña de la desesperación, una piedra de esperanza. Visionaba que con esa fe podría transformar el sonido discordante de una nación en una hermosa sinfonía de hermandad y que, además, con esa misma fe, podríamos trabajar juntos, ir a la cárcel juntos, pararse juntos por la libertad, sabiendo que algún día seríamos libres. Y creyó que ese era el día, porque creyó que ese era el día cuando todos los hijos de Dios podrían cantar con nuevos sentidos esa frase célebre “Mi país es de ti, dulce tierra de libertad a ti yo canto. Tierra donde los padres de alguien mueren, una tierra de orgullo para los peregrinos, de cada lado de la montaña en donde hay que dejar resonar la libertad”.

Ahora, muchos intentarán volver a conciliar el sueño interrumpido ante la desgracia del destino y ante la incertidumbre de su suerte. Intentarán dormir para al menos abrazar en sus sueños a aquellos que al despertar no podrán abrazar. Dios bendiga a cada país que hace parte de América y que las líneas que dividen se esfumen algún día como espumas en el mar.

Por: Jairo Mejía.

Columnista
29 enero, 2025

Un sueño americano

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Mejía Cuello

Hace algún tiempo escribí sobre la famosa frase “Tengo un sueño” extractada del memorable discurso pronunciado por Martin Luther King durante la marcha a Washington por trabajos y por la libertad en 1963 ante una marchita injusticia.


Hace algún tiempo escribí sobre la famosa frase “Tengo un sueño” extractada del memorable discurso pronunciado por Martin Luther King durante la marcha a Washington por trabajos y por la libertad en 1963 ante una marchita injusticia.

Un negro valiente que se atrevió a elevar su voz y enfrentar los abusos y discriminaciones a los que se encontraban sometidos los de su raza y clase ante una sociedad norteamericana que se proclamaba defensora de los derechos humanos, manifestando que, aunque había transcurrido cien años desde la proclamación de la emancipación los negros aún no eran libres. Que sus vidas eran aun tristemente lisiadas por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación, aludiendo que vivían de igual forma, en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material y que todavía languidecían en las esquinas de la excelsa sociedad americana y se encontraba desterrado en su propia tierra, a pesar de que hay unas magníficas palabras contempladas en la Constitución de los Estados Unidos de América y en donde se firmó un pagaré del cual cada americano sería el heredero, en donde igual se contemplaba la promesa de que todo hombre, negro o blanco, tendrían garantizados  los derechos inalienables de vida, libertad y búsqueda de la felicidad.

Hoy, miles de personas de diferentes nacionalidades están siendo deportadas del país más poderoso de América y tal vez del mundo, en aplicación y acatamiento a una denominada Orden Ejecutiva expedida por el recién posesionado presidente de los Estados Unidos. Si bien es cierto que todo pueblo es soberano e impone sus leyes y órdenes en su territorio, también es cierto que las mismas no pueden estar por encima de los derechos humanos, entre ellos, el derecho a la vida, a una familia, a un trabajo honroso, a la libertad y a la mencionada búsqueda de la felicidad, lo cual, y sin lugar a duda, estamos viendo ante los actos ejecutados por el gobierno norteamericano, la violación de muchos de ellos.

No sé si a todos, pero estoy seguro de que, a muchos, nos conmueve las escenas desgarradoras que nos muestran las redes sociales y hasta la misma prensa, en donde familias impotentes las quiebran y desprenden de sus seres queridos; padres que dejan a sus hijos, madres que lloran ante la ausencia incierta, parejas separadas en contra de su voluntad, afrontando condiciones vergonzosas. Todos soñadores, en busca de un supuesto sueño que hoy se les ha convertido en pesadilla. Siempre he dicho que un sueño se vuelve imposible solo hasta cuando se deja de soñar, pero me pregunto ¿Cuál es el sueño americano? ¿Será que cada país tiene sus propios sueños?

Aludiendo a un fragmento del mencionado discurso hoy es obligatorio escribir sobre él, en donde manifiesta que tiene un sueño en que algún día cada valle será elevado, y cada colina y montaña serán hechas llanas y que los lugares más ásperos serán aplanados y los lugares torcidos serán hechos rectos, y que la gloria de Dios será revelada y todo género humano se verá junto. Se verá junto. Qué bonito sueño. ¿Cierto?

Esa era la esperanza del tan recordado mártir, esa era la fe con la cual él podía devolverse por donde había venido y podría labrar de la montaña de la desesperación, una piedra de esperanza. Visionaba que con esa fe podría transformar el sonido discordante de una nación en una hermosa sinfonía de hermandad y que, además, con esa misma fe, podríamos trabajar juntos, ir a la cárcel juntos, pararse juntos por la libertad, sabiendo que algún día seríamos libres. Y creyó que ese era el día, porque creyó que ese era el día cuando todos los hijos de Dios podrían cantar con nuevos sentidos esa frase célebre “Mi país es de ti, dulce tierra de libertad a ti yo canto. Tierra donde los padres de alguien mueren, una tierra de orgullo para los peregrinos, de cada lado de la montaña en donde hay que dejar resonar la libertad”.

Ahora, muchos intentarán volver a conciliar el sueño interrumpido ante la desgracia del destino y ante la incertidumbre de su suerte. Intentarán dormir para al menos abrazar en sus sueños a aquellos que al despertar no podrán abrazar. Dios bendiga a cada país que hace parte de América y que las líneas que dividen se esfumen algún día como espumas en el mar.

Por: Jairo Mejía.