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Columnista - 10 marzo, 2025

Un político de entonces

Siempre he expresado con entusiasmo que, el hombre de trabajo no conoce fronteras políticas; tampoco desconoce las fuerzas que obran sobre él, y si se sobrepone por su honradez, esfuerzo y carácter, la Providencia le concede muchos triunfos.

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Siempre he expresado con entusiasmo que, el hombre de trabajo no conoce fronteras políticas; tampoco desconoce las fuerzas que obran sobre él, y si se sobrepone por su honradez, esfuerzo y carácter, la Providencia le concede muchos triunfos.

Pepe, es el nombre cariñoso de José Guillermo Castro Castro, insigne personaje de la política vallenata de otros tiempos. Aquellos tiempos, cuando las actitudes políticas un poco arbitrarias, pero dentro de los cánones de la honradez total, las obras que emergían para el beneficio social cundían por todas partes bajo administraciones sencillas, donde los protocolos legales estaban mandados a recoger, simplemente porque no se necesitaban ante el virtuosismo de seriedad y respeto por los recursos públicos, que con solo auditorías a priori y honestos gobernantes, bastaba. 

Recuerdo que una de sus ilusiones cuando estuvo como  gobernador del Cesar fue la comunicación de Colombia con Venezuela a través de una carretera que por Manaure atravesara “Sabana Rubia” para rematar en la frontera, y como el equipo de ingeniería a su encargo empezara a darle vueltas a su determinación, revaluando con excusas técnicas su proyecto, en uno de esos arranque febriles del poder de sus ideas, preparó con el jefe de equipos de su gobierno una arremetida total que sentenció diciendo a sus colaboradores inmediatos

— Tomemos el camino viejo y que los equipos arranquen, que cuando un topógrafo quiera llegar acá ya nosotros llevaremos por lo menos unos 5 kilómetros de vía—. 

Y así se inició dicha obra con los buldóceres adelante y los ingenieros atrás diseñando y resolviendo en días, lo que Pepe solucionaba en un minuto. Él mismo dirigió la obra y llegó a conducir con mucha frecuencia las máquinas pesadas cuando alguno de sus operadores se ausentaba. Si el jefe del Gobierno, Dr. Julio César Turbay, no hubiere terminado su mandato constitucional como presidente de la república, Pepe con seguridad que habría atravesado el lago de Maracaibo, quién sabe cómo, pero hasta allá habría llegado.

Así obraban muchos de nuestros dirigentes de entonces, bajo la ley del trabajo sin descanso para corresponder con sus promesas a los pueblos ávidos de desarrollo y progreso en donde los pocos pesos eran bien cuidados y los muchos pesos se cuidaban solos.

En la historia política, económica y social del departamento del Cesar, será recordado para siempre como un hombre que sin educación académica formal, pero bajo la conducción familiar con principios y valores humanos claros, entendió que, la vida es una estación de servicio permanente para con las clases más desprotegidas, para con la sociedad y para con la tierra que le infundió mucha pertenencia, protegido como siempre con lo que orgullosamente llamamos dignidad, que en estos tiempos se ha estado perdiendo en las manos de los cretinos de la vida fácil, que sin sacrificio alguno se lucran por doquier.

Por: Fausto Cotes N.

Columnista
10 marzo, 2025

Un político de entonces

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

Siempre he expresado con entusiasmo que, el hombre de trabajo no conoce fronteras políticas; tampoco desconoce las fuerzas que obran sobre él, y si se sobrepone por su honradez, esfuerzo y carácter, la Providencia le concede muchos triunfos.


Siempre he expresado con entusiasmo que, el hombre de trabajo no conoce fronteras políticas; tampoco desconoce las fuerzas que obran sobre él, y si se sobrepone por su honradez, esfuerzo y carácter, la Providencia le concede muchos triunfos.

Pepe, es el nombre cariñoso de José Guillermo Castro Castro, insigne personaje de la política vallenata de otros tiempos. Aquellos tiempos, cuando las actitudes políticas un poco arbitrarias, pero dentro de los cánones de la honradez total, las obras que emergían para el beneficio social cundían por todas partes bajo administraciones sencillas, donde los protocolos legales estaban mandados a recoger, simplemente porque no se necesitaban ante el virtuosismo de seriedad y respeto por los recursos públicos, que con solo auditorías a priori y honestos gobernantes, bastaba. 

Recuerdo que una de sus ilusiones cuando estuvo como  gobernador del Cesar fue la comunicación de Colombia con Venezuela a través de una carretera que por Manaure atravesara “Sabana Rubia” para rematar en la frontera, y como el equipo de ingeniería a su encargo empezara a darle vueltas a su determinación, revaluando con excusas técnicas su proyecto, en uno de esos arranque febriles del poder de sus ideas, preparó con el jefe de equipos de su gobierno una arremetida total que sentenció diciendo a sus colaboradores inmediatos

— Tomemos el camino viejo y que los equipos arranquen, que cuando un topógrafo quiera llegar acá ya nosotros llevaremos por lo menos unos 5 kilómetros de vía—. 

Y así se inició dicha obra con los buldóceres adelante y los ingenieros atrás diseñando y resolviendo en días, lo que Pepe solucionaba en un minuto. Él mismo dirigió la obra y llegó a conducir con mucha frecuencia las máquinas pesadas cuando alguno de sus operadores se ausentaba. Si el jefe del Gobierno, Dr. Julio César Turbay, no hubiere terminado su mandato constitucional como presidente de la república, Pepe con seguridad que habría atravesado el lago de Maracaibo, quién sabe cómo, pero hasta allá habría llegado.

Así obraban muchos de nuestros dirigentes de entonces, bajo la ley del trabajo sin descanso para corresponder con sus promesas a los pueblos ávidos de desarrollo y progreso en donde los pocos pesos eran bien cuidados y los muchos pesos se cuidaban solos.

En la historia política, económica y social del departamento del Cesar, será recordado para siempre como un hombre que sin educación académica formal, pero bajo la conducción familiar con principios y valores humanos claros, entendió que, la vida es una estación de servicio permanente para con las clases más desprotegidas, para con la sociedad y para con la tierra que le infundió mucha pertenencia, protegido como siempre con lo que orgullosamente llamamos dignidad, que en estos tiempos se ha estado perdiendo en las manos de los cretinos de la vida fácil, que sin sacrificio alguno se lucran por doquier.

Por: Fausto Cotes N.