Por: Luis Napoleón de Armas P.
La llamada fiesta con disfraces de las brujitas o del halloween, adaptada de las costumbres gringas, es una representación teatral de lo ocurrido en la economía bajo los postulados neoliberales. Disfrazar las cosas ha sido la estrategia de los más poderosos y de sus lacayos en los países parias. Desde muy niños nos enseñan a escondernos e inducen el pordioserismo con una golosina apetecida por todos: el caramelo. Esos valores quedan para siempre y así, las naciones pobres contemporizan con la niñez la oferta que hace el neoliberalismo de repartir el bienestar cuando en el punto de inflexión del crecimiento, las apetencias del capitalista comienzan a decrecer y las ganancias marginales, a partir de ese punto mágico, alcanzarán para todos. ¡Sofisma! En esto consiste la teoría del trickledowngrowth o crecimiento hacia abajo o derrame. Ese es la oferta neoliberal. ¡Mamolas! Ese punto nunca llegará. Hablar de crecimiento se ha vuelto un referente para los magos de la economía; lo han convertido en sinónimo de bienestar general siendo falsa esta premisa. A veces a mayor crecimiento económico,más desigualdad e inequidad, aunque luzca absurdo; tales son los casos de China y Chile. Por eso, el PIB global y per cápita, que venden los organismos financieros como el Banco Mundial, BM, y el Fondo Monetario, no sirve para medir el bienestar de los pobres. El crecimiento del PIB, por sí solo, nada le dice al ciudadano de a pie. Lo que si amerita medir son las elasticidades del crecimiento frente a la pobreza relativa y a la indigencia, esto es, cuánto disminuyó la pobreza por cada punto porcentual de crecimiento del PIB. Además, también importa conocer qué tanto de la disminución de la pobreza se debe al crecimiento y qué tanto a las políticas sociales cuyos efectos distributivos se esperan. Según el B.M, en AL, entre el 2000 y el 2009, este decremento se debió, 46% al crecimiento y 54% a los efectos redistributivos. En Colombia, en cambio, solo el 3% se debió a las políticas sociales del Estado. Estamos en manos del “mercado” Según la CEPAL, en Colombia, entre 1990 y 2005, por cada punto de crecimiento, la indigencia disminuyó 1.4% y la pobreza relativa 1%, (una relación 1 a 1). Si esa inversión se hubiera realizado en 2011, manteniendo igual la elasticidad, cuando el PIB creció 5.7 % real, en esa misma proporción habrían salido de la pobreza relativa, 1.114.000 personas, partiendo de la base de que en ese año los pobres eran 20 millones. Para que el crecimiento tenga un efecto distributivo, debe ir acompañado de políticas sociales. En Colombia, por ejemplo, el mas alto crecimiento de la última década, 6.9%, ocurrió en 2007, pero curiosamente, ese año el desempleo subió a más del 12% que se traduce en un incremento de la pobreza. Muchas veces, el crecimiento se logra a expensas de los trabajadores como ocurrió con la reforma laboral del gobierno anterior que, bajo el supuesto de generar empleo, le quitaron muchas conquistas laborales a los trabajadores; claro, las utilidades de las empresas aumentaron, y por ende, el PIB, pero también, creció la desigualdad que, de suyo, retrasa el crecimiento; aquí se generan unos círculos viciosos infernales, así se van armando las llamadas trampas de la pobreza.
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