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Columnista - 30 julio, 2020

Tigras en la casa

Farruco Cataño es mi vecino y paisano.  Le tengo un aprecio por sus historias y su chispa de humor siempre prendida.  Vive con dos nietas menores y su compañera.  Ayer cuando el presidente anunció alargar el periodo de encerramiento preventivo vino a saludarme.  Quiero escribirle a Duque, dijo con preocupación alarmante. Y lo escuché como […]

Farruco Cataño es mi vecino y paisano.  Le tengo un aprecio por sus historias y su chispa de humor siempre prendida.  Vive con dos nietas menores y su compañera.  Ayer cuando el presidente anunció alargar el periodo de encerramiento preventivo vino a saludarme.  Quiero escribirle a Duque, dijo con preocupación alarmante. Y lo escuché como a un sacerdote antiguo.

 Soltó su perorata: Imagínese  mi mujer bien temprano me echó toda el agua fría que encontró en la nevera porque no quise acompañarla a misa.  La iglesia está cerrada, pero ella es la dueña de las llaves.  Al regresar del templo, llamó a una de sus amigas para contarle su infelicidad y de ñapa todo lo malo que he sido, dictándole una lista de mujeres, viejas amigas del pasado casi todas fallecidas, dice Farruco.

Le hablé al vecino del aumento de violencia intrafamiliar  resultante con estas vainas de cuarentena.  Miles de hogares se desintegraron, pero están ahí, esperando que abran terminales de buses y aeropuertos para buscar destinos nuevos.  O viejos destinos, cada quien sabe para dónde va, y a quien puede encontrar. Le recordé de la bíblica paciencia de Job, generalmente en las iglesias -católicas- los sacerdotes tratan el tema como arma absoluta para muchos remedios. Algunos preceptos como reinventarse, no forman parte de su plan agregó con cierta desilusión.

Convivo con  una tigra, me dijo, resignado.  Le comenté sobre voces expertas que afirman que nunca se conoce tanto a las personas como en las adversidades.  El maestro Leandro Díaz en un  vallenato cantaba: “una vez tuve una mala situación y el amigo que tenía se fue alejando, cuando vio que me estaba recuperando, se acercó queriendo darme explicación”.

Después de escuchar a Farruco, alegando que no comprende por qué tantas personas iglesieras, oran, se arrodillan ante altares, santos y demás actos, en su casa tiene los fósforos para prender el infierno.  Entonces como pude le expliqué sobre crisis sobre creencias mundiales, recordé una frase de Ricardo Arjona diciendo “que en el mundo hay más religiones que  niños felices” y otra de la periodista Oriana Fallaci, “la familia es un invento de la sociedad para que nadie sea feliz”. Recordé  frases sobre la felicidad, de cómo personas pobres viven felices con cosas sencillas y ricos buscan la felicidad entre complicaciones. Hay gente de clases y clases de gente, dicen los motivadores emocionales hablando en la radio  y en ciertos cultos religiosos.

Reconozco, fui incapaz de aconsejar a Farruco, él no vino en búsqueda de consejos solo a que lo escuchara.  Ayer  celebraron el día del tigre, los conservacionistas están felices, sería bueno buscaran a mi vecino para saber cómo es vivir con una tigra.

No he dejado de pensar en Farruco, recordé aquel viejo trabalenguas que mi profesora María Cecilia Guerra, me enseño en mis lejanos tiempos infantiles. “Tres tristes tigres tragaban trigo en tres tristes trastos, en tres tristes trastos tragaban trigo tres tristes tigres”. Años después leímos el libro “Tres tristes tigres” de Cabrera Infante que a propósito no está escrito en español,  si no en cubano.  Eran los tiempos del boom.

P.D. Pandemia, virus, tapabocas, gel, alcohol, distanciamiento, ley seca, toque de queda, contratos, mercados, contagios, curvas, picos, letalidad, gordos, hipertensos, diabéticos, vacunas… ¿quedan más palabritas?

Columnista
30 julio, 2020

Tigras en la casa

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

Farruco Cataño es mi vecino y paisano.  Le tengo un aprecio por sus historias y su chispa de humor siempre prendida.  Vive con dos nietas menores y su compañera.  Ayer cuando el presidente anunció alargar el periodo de encerramiento preventivo vino a saludarme.  Quiero escribirle a Duque, dijo con preocupación alarmante. Y lo escuché como […]


Farruco Cataño es mi vecino y paisano.  Le tengo un aprecio por sus historias y su chispa de humor siempre prendida.  Vive con dos nietas menores y su compañera.  Ayer cuando el presidente anunció alargar el periodo de encerramiento preventivo vino a saludarme.  Quiero escribirle a Duque, dijo con preocupación alarmante. Y lo escuché como a un sacerdote antiguo.

 Soltó su perorata: Imagínese  mi mujer bien temprano me echó toda el agua fría que encontró en la nevera porque no quise acompañarla a misa.  La iglesia está cerrada, pero ella es la dueña de las llaves.  Al regresar del templo, llamó a una de sus amigas para contarle su infelicidad y de ñapa todo lo malo que he sido, dictándole una lista de mujeres, viejas amigas del pasado casi todas fallecidas, dice Farruco.

Le hablé al vecino del aumento de violencia intrafamiliar  resultante con estas vainas de cuarentena.  Miles de hogares se desintegraron, pero están ahí, esperando que abran terminales de buses y aeropuertos para buscar destinos nuevos.  O viejos destinos, cada quien sabe para dónde va, y a quien puede encontrar. Le recordé de la bíblica paciencia de Job, generalmente en las iglesias -católicas- los sacerdotes tratan el tema como arma absoluta para muchos remedios. Algunos preceptos como reinventarse, no forman parte de su plan agregó con cierta desilusión.

Convivo con  una tigra, me dijo, resignado.  Le comenté sobre voces expertas que afirman que nunca se conoce tanto a las personas como en las adversidades.  El maestro Leandro Díaz en un  vallenato cantaba: “una vez tuve una mala situación y el amigo que tenía se fue alejando, cuando vio que me estaba recuperando, se acercó queriendo darme explicación”.

Después de escuchar a Farruco, alegando que no comprende por qué tantas personas iglesieras, oran, se arrodillan ante altares, santos y demás actos, en su casa tiene los fósforos para prender el infierno.  Entonces como pude le expliqué sobre crisis sobre creencias mundiales, recordé una frase de Ricardo Arjona diciendo “que en el mundo hay más religiones que  niños felices” y otra de la periodista Oriana Fallaci, “la familia es un invento de la sociedad para que nadie sea feliz”. Recordé  frases sobre la felicidad, de cómo personas pobres viven felices con cosas sencillas y ricos buscan la felicidad entre complicaciones. Hay gente de clases y clases de gente, dicen los motivadores emocionales hablando en la radio  y en ciertos cultos religiosos.

Reconozco, fui incapaz de aconsejar a Farruco, él no vino en búsqueda de consejos solo a que lo escuchara.  Ayer  celebraron el día del tigre, los conservacionistas están felices, sería bueno buscaran a mi vecino para saber cómo es vivir con una tigra.

No he dejado de pensar en Farruco, recordé aquel viejo trabalenguas que mi profesora María Cecilia Guerra, me enseño en mis lejanos tiempos infantiles. “Tres tristes tigres tragaban trigo en tres tristes trastos, en tres tristes trastos tragaban trigo tres tristes tigres”. Años después leímos el libro “Tres tristes tigres” de Cabrera Infante que a propósito no está escrito en español,  si no en cubano.  Eran los tiempos del boom.

P.D. Pandemia, virus, tapabocas, gel, alcohol, distanciamiento, ley seca, toque de queda, contratos, mercados, contagios, curvas, picos, letalidad, gordos, hipertensos, diabéticos, vacunas… ¿quedan más palabritas?