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Columnista - 16 julio, 2020

Tiempos verdes y amarillentos

Ni las brujas lo saben, si es que aún quedan. Consultar a economistas, empresarios, futurólogos, politólogos, sociólogos, es casi enredarnos más.  Nos quedan los filósofos y otros pensadores, pero siguen escasos, tal vez se cansaron de anunciar, predecir, anticiparse a cosas, pero nunca tuvieron en cuenta  sus observaciones. El tema es la empleabilidad y la […]

Ni las brujas lo saben, si es que aún quedan. Consultar a economistas, empresarios, futurólogos, politólogos, sociólogos, es casi enredarnos más.  Nos quedan los filósofos y otros pensadores, pero siguen escasos, tal vez se cansaron de anunciar, predecir, anticiparse a cosas, pero nunca tuvieron en cuenta  sus observaciones.

El tema es la empleabilidad y la necesidad de ciertas profesiones en un momento necesarias, hoy están ‘sobreofertadas’. No lo pienso discutir con absolutamente nadie.  Muchos oficios ya no son parte del escenario, porque la tecnología se encargó de suplirnos, en algunos casos con mejores resultados. Fotógrafos, topógrafos, contadores, abogados, psicológicos, delineantes, contadores, trabajadores sociales, zapateros, optómetras y hasta periodistas, hoy los encontramos hasta en la sopa. En todos los oficios y profesiones hay excelentes, buenos, regulares, malos y pésimos.  De eso sabemos y los vemos.  Nos dijeron los expertos, que luego dicen otra cosa, que los ingenieros en todos los campos es lo que requiere un país como el nuestro.

Entonces ingenieros de minas y ambientales llenaron la plaza, pero las empresas anuncian cerrar mercados laborales y dejar estos muchachos con sus ilusiones de vida, hechas trizas.  Ya los agrónomos, agrólogos, veterinarios los habíamos despedido por tantas crisis en sectores.  La vocación del campo, es cosa solo de elecciones.  Si no, muéstrenme un ganadero, arrocero, fruticultor o avicultor contento.  Todos están de queja en queja, casi que forman un sindicato de quejosos.  Ni para qué hablamos del sector de salud, médicos y paramédicos hoy más urgentes que nunca, pero al mismo tiempo en mal momento en cuanto a sus derechos laborales.  Y si tocamos el arte. ¡Ay Señor!, aquí las lágrimas sobran, y no me refiero a los declamadores que también se acabaron.  Ya nadie canta, todos lloran, pero por estar encerrados, los chorros de llanto se quedan en casa.

Siempre aparecen palabras y las palabras tienen poder, dicen los religiosos. Resiliencia, reinventarnos, emprendedores, imaginación. Que cuarteto bueno para titulares de prensa, pero igual para charlas interminables, esos motivadores que encuentran las frases más bonitas y los ejemplos más perfectos, pero en la realidad, ‘pocón, pocón’.

Abrir las iglesias, según un grupo es la salvación.  Abrir los bares y lugares de recreación, dicen otros que se mueve más  la cosa.  Muchos pastores no ven sus recursos frescos de fe, los fabricantes de ostias deben estar quebrados.  Hoy salen los motociclistas domiciliarios  sin ninguna formación ni conocimiento de normas de tránsito forman un caos, que al seguir sin orden, solo traerá tragedias lamentables.

Los negocios se acabaron, como emprendedores nos quedan los vendedores de queso, bollos, mondongos, pizzas, pasteles, lasagnas, además de los eternos vendedores de chivo, cerdo y pollo que también encontraron competencia total.  No he visto maestros independientes o matemáticos, ofreciendo cursos elementales, o con el mínimo de aprendices protocolarios para ofrecer ese servicio, tampoco a los expertos en lectura infantil y juvenil con talleres para ese débil campo. Los adultos debemos poner los ejemplos, para casos educativos y formativos.  Los guineos verdes, y los aguacates ponen la mesa.  Nosotros la paciencia.  Esperemos, como los patacones vengan mejores días, crocantes y calientes.  Y esperanzadores.

Columnista
16 julio, 2020

Tiempos verdes y amarillentos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

Ni las brujas lo saben, si es que aún quedan. Consultar a economistas, empresarios, futurólogos, politólogos, sociólogos, es casi enredarnos más.  Nos quedan los filósofos y otros pensadores, pero siguen escasos, tal vez se cansaron de anunciar, predecir, anticiparse a cosas, pero nunca tuvieron en cuenta  sus observaciones. El tema es la empleabilidad y la […]


Ni las brujas lo saben, si es que aún quedan. Consultar a economistas, empresarios, futurólogos, politólogos, sociólogos, es casi enredarnos más.  Nos quedan los filósofos y otros pensadores, pero siguen escasos, tal vez se cansaron de anunciar, predecir, anticiparse a cosas, pero nunca tuvieron en cuenta  sus observaciones.

El tema es la empleabilidad y la necesidad de ciertas profesiones en un momento necesarias, hoy están ‘sobreofertadas’. No lo pienso discutir con absolutamente nadie.  Muchos oficios ya no son parte del escenario, porque la tecnología se encargó de suplirnos, en algunos casos con mejores resultados. Fotógrafos, topógrafos, contadores, abogados, psicológicos, delineantes, contadores, trabajadores sociales, zapateros, optómetras y hasta periodistas, hoy los encontramos hasta en la sopa. En todos los oficios y profesiones hay excelentes, buenos, regulares, malos y pésimos.  De eso sabemos y los vemos.  Nos dijeron los expertos, que luego dicen otra cosa, que los ingenieros en todos los campos es lo que requiere un país como el nuestro.

Entonces ingenieros de minas y ambientales llenaron la plaza, pero las empresas anuncian cerrar mercados laborales y dejar estos muchachos con sus ilusiones de vida, hechas trizas.  Ya los agrónomos, agrólogos, veterinarios los habíamos despedido por tantas crisis en sectores.  La vocación del campo, es cosa solo de elecciones.  Si no, muéstrenme un ganadero, arrocero, fruticultor o avicultor contento.  Todos están de queja en queja, casi que forman un sindicato de quejosos.  Ni para qué hablamos del sector de salud, médicos y paramédicos hoy más urgentes que nunca, pero al mismo tiempo en mal momento en cuanto a sus derechos laborales.  Y si tocamos el arte. ¡Ay Señor!, aquí las lágrimas sobran, y no me refiero a los declamadores que también se acabaron.  Ya nadie canta, todos lloran, pero por estar encerrados, los chorros de llanto se quedan en casa.

Siempre aparecen palabras y las palabras tienen poder, dicen los religiosos. Resiliencia, reinventarnos, emprendedores, imaginación. Que cuarteto bueno para titulares de prensa, pero igual para charlas interminables, esos motivadores que encuentran las frases más bonitas y los ejemplos más perfectos, pero en la realidad, ‘pocón, pocón’.

Abrir las iglesias, según un grupo es la salvación.  Abrir los bares y lugares de recreación, dicen otros que se mueve más  la cosa.  Muchos pastores no ven sus recursos frescos de fe, los fabricantes de ostias deben estar quebrados.  Hoy salen los motociclistas domiciliarios  sin ninguna formación ni conocimiento de normas de tránsito forman un caos, que al seguir sin orden, solo traerá tragedias lamentables.

Los negocios se acabaron, como emprendedores nos quedan los vendedores de queso, bollos, mondongos, pizzas, pasteles, lasagnas, además de los eternos vendedores de chivo, cerdo y pollo que también encontraron competencia total.  No he visto maestros independientes o matemáticos, ofreciendo cursos elementales, o con el mínimo de aprendices protocolarios para ofrecer ese servicio, tampoco a los expertos en lectura infantil y juvenil con talleres para ese débil campo. Los adultos debemos poner los ejemplos, para casos educativos y formativos.  Los guineos verdes, y los aguacates ponen la mesa.  Nosotros la paciencia.  Esperemos, como los patacones vengan mejores días, crocantes y calientes.  Y esperanzadores.