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Tetelestai

“Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: ¡consumado es!” San Juan 19,30.

Consumado es, significa finalizado, terminado, completado, pagado, acabado, cumplido. Ese fue el grito de Jesús al expirar. No fue un grito de dolor, angustia o derrota; fue un grito de victoria. Su muerte en la cruz trajo como consecuencia para nosotros el poder ser perdonados, sanados y liberados.

La cruz es el sacrificio que Jesús ofreció por toda la humanidad, lo cual implicaba que no solamente él era el oferente, sino también que él sería el sacrificio. En la cruz se rescató todo aquello que habíamos perdido, la cruz se convirtió en la fuente de nuestra bendición integral.

En momentos de confusión política y de inestabilidad económica, cuando el futuro se torna incierto y nubes borrascosas se notan en el firmamento, es necesario rescatar el mensaje poderoso de la cruz como nuestra única base legal para recibir sanidad mental, emocional, material o espiritual.

Ninguna otra religión en el mundo tiene provisión para el problema del pecado del hombre, no tienen nada que pueda concordar con el mensaje de la cruz. La cruz es un acontecimiento histórico que trasciende a la eternidad, señala cuatro direcciones: verticalmente, se ancla en la tierra, pero señala hacia arriba el destino del cielo. Horizontalmente, señala el pasado, pero se extiende hacia el futuro.

Amados amigos, no perdamos el foco de lo verdaderamente importante, si dejamos de poner la cruz en el centro de nuestra vida, la fe pierde su significado y nos enredamos con tradiciones, regulaciones, legalismos y estatutos de hombres que resultan difíciles de cumplir.

Jesús desató en la cruz la gracia sobrenatural de Dios que nos llena de poder y nos capacita para hacer aquello que no podemos lograr en nuestras propias fuerzas. La esencia de la cruz consiste en que Jesús tomó nuestro lugar, sufrió el castigo que merecía nuestra desobediencia y a cambio, nosotros recibimos todo lo bueno que él conquisto con su obediencia.

Así, pues, Jesús fue castigado para que nosotros pudiésemos ser perdonados. Fue herido para que nosotros pudiéramos ser sanados. Jesús fue hecho pecado por nuestros pecados y nosotros fuimos hechos justos por su justicia. Tomando nuestro lugar, murió nuestra muerte para que nosotros pudiéramos compartir su vida. Se hizo pobre con nuestra pobreza para que nosotros pudiésemos ser ricos con sus riquezas.

Jesús cargó con nuestra vergüenza para que nosotros pudiéramos compartir su gloria. Soportó el rechazo que nos tocaba para que nosotros pudiésemos tener la aceptación como hijos de Dios.

En resumen, Jesús se convirtió en una maldición para que nosotros pudiésemos recibir la bendición. Tomó sobre sí toda consecuencia maligna que la rebelión había traído sobre la humanidad proveniente de haber quebrantado la ley de Dios; todo esto para que, nosotros a su vez, pudiéramos recibir toda bendición derivada de su obediencia.

Mi invitación hoy es a que aceptemos con fe el sacrificio de la cruz y disfrutemos con cordura el beneficio de su gracia. Y como expresión simple de fe podamos decir: ¡Gracias! “Gracias, Señor Jesús, por todo lo que has hecho por mí en la cruz, lo creo y estoy agradecido”.

PD: Por amor a Colombia, votemos este domingo.
Abrazos y bendiciones.

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