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Columnista - 8 septiembre, 2015

Sitiados por la violencia

Cada día crece la sensación de inseguridad en Valledupar. Los atracos y amenazas aumentan con la población. Todos ponemos el grito en el cielo diciendo que la situación está insoportable, exigimos a las autoridades que hagan algo, pero la violencia está arraigada a mayor profundidad que la que se puede percibir en las calles. Hoy […]

Cada día crece la sensación de inseguridad en Valledupar. Los atracos y amenazas aumentan con la población.

Todos ponemos el grito en el cielo diciendo que la situación está insoportable, exigimos a las autoridades que hagan algo, pero la violencia está arraigada a mayor profundidad que la que se puede percibir en las calles.

Hoy la violencia verbal, física y psicológica ha comenzado a aflorar como consecuencia de tanto materialismo; ese que terminó quitándonos la sensibilidad, haciendo que la violencia, los odios e indiferencia, echen raíces profundas en el corazón de la ciudad y sus habitantes.

Hace unos días veía como un hombre que salía de un consultorio, insultó a un joven y lo amenazó con golpes, si seguía recostándose a su auto último modelo, porque lo iba a rayar, luego entró en su carro y comenzó a pitar con tal violencia, a irrumpir en la vía de los otros, porque llevaba prisa. Hoy muchos han terminado por poner sus autos por encima de la vida de los demás. Pareciera que estar dentro de un automóvil los convirtiera en una especie de monstruo agresivo que tiene mayor derecho que los otros.

Una de las mayores cargas de violencia e intolerancia que se manejan en esta ciudad se ponen de manifiestos desde un automóvil. Muchos conductores no soportan que alguien en una bicicleta, moto o de a pie se le pueda a travesar en su camino; es imposible darle la vía a alguien que intenta sobrepasar.

Pareciera que los autos nos cambiaran la personalidad y nos convirtieran en competidores agresivos que nada podemos dejar pasar por alto.

En todas partes vivimos una cultura de la violencia que cada día se refleja en las calles en las clínicas, colegios, oficinas y parques entre otros. La indiferencia ha terminado por ser más violenta que cualquier otra manifestación, porque ignora, minimiza y aniquila al otro. El dolor ha terminado por convertir en violencia aquello que nos causó daño. Si un paciente reclama sus derechos al no ser atendido con prontitud, el médico en desquite termina por ignorarlo retrasando más su atención. Las instituciones públicas a menudo muestran insensibilidad cuando sus funcionarios de todos los niveles actúan no como servidores, sino como aquellos encargados de hacer favores siempre y cuando quien los necesite se adapte a sus requerimientos, de lo contrario deberán entrar en lista de espera, sin importar lo que esté padeciendo. La gente ha ido perdiendo su espíritu de servicio su alegría y su carácter humano.

Antes de salir a reclamar seguridad a las autoridades sería bueno también echar un vistazo hacia adentro, para darnos cuenta si hago parte de esa violencia de la ciudad que hoy necesita desarmar su corazón de tanta carga de odio y poner un corazón tierno y receptivo para servir a todo aquel que lo necesite.

Columnista
8 septiembre, 2015

Sitiados por la violencia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

Cada día crece la sensación de inseguridad en Valledupar. Los atracos y amenazas aumentan con la población. Todos ponemos el grito en el cielo diciendo que la situación está insoportable, exigimos a las autoridades que hagan algo, pero la violencia está arraigada a mayor profundidad que la que se puede percibir en las calles. Hoy […]


Cada día crece la sensación de inseguridad en Valledupar. Los atracos y amenazas aumentan con la población.

Todos ponemos el grito en el cielo diciendo que la situación está insoportable, exigimos a las autoridades que hagan algo, pero la violencia está arraigada a mayor profundidad que la que se puede percibir en las calles.

Hoy la violencia verbal, física y psicológica ha comenzado a aflorar como consecuencia de tanto materialismo; ese que terminó quitándonos la sensibilidad, haciendo que la violencia, los odios e indiferencia, echen raíces profundas en el corazón de la ciudad y sus habitantes.

Hace unos días veía como un hombre que salía de un consultorio, insultó a un joven y lo amenazó con golpes, si seguía recostándose a su auto último modelo, porque lo iba a rayar, luego entró en su carro y comenzó a pitar con tal violencia, a irrumpir en la vía de los otros, porque llevaba prisa. Hoy muchos han terminado por poner sus autos por encima de la vida de los demás. Pareciera que estar dentro de un automóvil los convirtiera en una especie de monstruo agresivo que tiene mayor derecho que los otros.

Una de las mayores cargas de violencia e intolerancia que se manejan en esta ciudad se ponen de manifiestos desde un automóvil. Muchos conductores no soportan que alguien en una bicicleta, moto o de a pie se le pueda a travesar en su camino; es imposible darle la vía a alguien que intenta sobrepasar.

Pareciera que los autos nos cambiaran la personalidad y nos convirtieran en competidores agresivos que nada podemos dejar pasar por alto.

En todas partes vivimos una cultura de la violencia que cada día se refleja en las calles en las clínicas, colegios, oficinas y parques entre otros. La indiferencia ha terminado por ser más violenta que cualquier otra manifestación, porque ignora, minimiza y aniquila al otro. El dolor ha terminado por convertir en violencia aquello que nos causó daño. Si un paciente reclama sus derechos al no ser atendido con prontitud, el médico en desquite termina por ignorarlo retrasando más su atención. Las instituciones públicas a menudo muestran insensibilidad cuando sus funcionarios de todos los niveles actúan no como servidores, sino como aquellos encargados de hacer favores siempre y cuando quien los necesite se adapte a sus requerimientos, de lo contrario deberán entrar en lista de espera, sin importar lo que esté padeciendo. La gente ha ido perdiendo su espíritu de servicio su alegría y su carácter humano.

Antes de salir a reclamar seguridad a las autoridades sería bueno también echar un vistazo hacia adentro, para darnos cuenta si hago parte de esa violencia de la ciudad que hoy necesita desarmar su corazón de tanta carga de odio y poner un corazón tierno y receptivo para servir a todo aquel que lo necesite.