Tuve la oportunidad de conocer al profesor Luis Monroy, director de convivencia de un prestigioso colegio en La Guajira, me recalcaba el profesor Luis, que él no era amigo de sus hijos, “yo soy el papá de mis hijos” y trasladaba esta premisa al espacio laboral, el campo académico donde lleva la dirección de convivencia: “Yo no soy amigo de mis alumnos, yo soy su profesor”. Todo esto para significar de manera especial que su autoridad no está en juego, ni en entredicho, mucho menos se daba ese lujo de negociarla con ellos; ni en el seno del hogar, ni en el núcleo académico.
Y no es que sea malo brindarles un poco de confianza y establecer patrones de comportamiento que permitan la sana convivencia y el entendimiento de las normas que le ayuden y la comprensión entre padres e hijos, o en el caso también entre alumnos y docente. Caso igual en el ejemplo de los adultos, los jóvenes y niños, donde se ha perdido el respeto que en otrora era especial. Suele suceder y esto es los cotidiano, infortunadamente, que al establecer ciertos comportamientos permisivos, en atención al “amiguismo” se pierda el respeto y se abuse de este valor.
Este preámbulo nos permite reflexionar acerca de lo sucedido en Valledupar en el caso del particular sepelio que se dio en esta ciudad, de uno de los presuntos delincuentes abatido en una acción delincuencial. Más de doscientos motociclistas desafiaron la autoridad y lo único que nos dijo el comandante de la Policía Valledupar, es que “Decidimos no confrontar la horda de motociclistas para evitar daños mayores” y entonces nos preguntamos los ciudadanos de bien, ¿será que esta es la mejor actitud de la autoridad del municipio? Nos quedamos esperando la buena voluntad de los que deciden en un momento determinado actuar en gavilla; como ha sucedido muchas veces, y el no actuar de las autoridades “para no encender más la hoguera”.
Es curioso, si al sepelio de un familiar en esta época del viacrucis que vivimos solo dejan asistir a máximo diez personas y unos policías evitan el acceso de familiares al cementerio, los ciudadanos del común por decirlo de alguna manera tenemos que asumir las normas, mientras estos desadaptados que infringen las normas actúan a sus anchas con la complacencia de la autoridad. Señor Mello Castro, alcalde de Valledupar; señor Luis Enrique Galvis, secretario de Gobierno Municipal; señor coronel Jesús Manuel De Los Reyes Valencia, comandante del Departamento de Policía Cesar, ustedes no son “amigos” de la comunidad vallenata, ustedes son la autoridad que debe velar por el orden público, por la tranquilidad de todos los vallenatos, por hacer valer las normas y la disciplina que debe imperar en una sociedad de bien.
Ojalá haya resultados de sus acciones de inteligencia, porque lo que si hay es un sinsabor y una sensación de desorden y la complacencia de la autoridad. No se olvide señor alcalde que usted vino a poner orden. Ojalá así sea. Sólo eso.