Publicidad
Categorías
Categorías
Cultura - 19 agosto, 2019

Seminario internacional de estudios del Caribe

El Instituto Internacional de Estudios del Caribe de la Universidad de Cartagena acaba de realizar el XIV Seminario Internacional, que se desarrolló en la ciudad Heroica del 29 de julio al 2 de agosto del presente año, en homenaje al escritor bolivarense Roberto Burgos Cantor in memoriam.

El Instituto Internacional de Estudios del Caribe de la Universidad de Cartagena acaba de realizar el XIV Seminario Internacional, que se desarrolló en la ciudad Heroica del 29 de julio al 2 de agosto del presente año, en homenaje al escritor bolivarense Roberto Burgos Cantor in memoriam, quien fue entre los narradores colombianos posteriores a García Márquez, uno de los más reconocidos no solo aquí en Colombia si no en el exterior.

Su gran conocimiento sobre la música del Caribe le permitió escribir un cuento sobre Alejandro Durán, “Este pedazo de acordeón”. La Ceiba de la memoria es tal vez la mejor novela colombiana publicada después de Cien años de soledad, según el análisis del crítico literario Ariel Castillo Mier. Su muerte el año pasado cuando estaba en la plenitud de sus facultades constituye una pérdida realmente lamentable para la literatura colombiana.

El seminario se realizó en la sede del Centro de Formación de la Cooperación Española y como en toda sus ediciones anteriores, copiosa fue la asistencia con presencia de investigadores, académicos y artistas del Gran Caribe, que desde República Dominicana, Panamá, Cuba, Puerto Rico y hasta España y Estados Unidos con gran devoción llegan a este encuentro inaplazable de la intelectualidad caribeña, para enriquecer el conocimiento sobre el territorio bañado por el mar de los Caribes, cuya cultura como bien lo señala Alfonso Múnera Cavadía, director del instituto: “alimenta nuestra humanidad y nos ayuda todos los días hacer seres altivos y dignos”.

Durante los cinco días del seminario fueron debatidos temas sobre el conflicto y pos conflicto en el Caribe colombiano y de otros territorios y litorales, sus puertos, comercio, medio ambiente y desastres naturales, música, literatura y globalización con su impacto social y económico.

Me correspondió el gran honor de participar como panelista en el cierre del seminario acompañado del filósofo e investigador cultural Enrique Luis Muñoz, Mario García Hudson investigador musical de Panamá, y el pianista Pablo Almarales, profesor e investigador de la Universidad de Bellas Artes de Cartagena en el trabajo “Camacho y Cano, la diáspora costeña en la música de New York”.

90 años han trascurrido desde aquel lejano 1929 cuando Ángel María Camacho y Cano zarpó desde Cartagena hasta Nueva York, movido por la necesidad espiritual de que en la capital del mundo se enteraran de la riqueza musical del Caribe colombiano. Había nacido en San Estanislao, hoy Arenal en el departamento de Bolívar en 1901 y después de pasar por un seminario, por una facultad de derecho, un conservatorio y una orquesta de jazz se entregó por completo a la música dándole sus mejores años y su vida entera.

Su equipaje minúsculo para un barco estaba representado en una pequeña maleta repleta de partituras y arreglos musicales de piezas de su inspiración y de otros autores. Había sido contratado por la estadounidense etiqueta disquera Brunswick y allí grabó con músicos de Puerto Rico de la orquesta del gran maestro borincano Rafael Hernández, más de un centenal de canciones que incluían porro, fandango, cumbia, parranda, danzón, paso doble, schotis, foxtrot y en fin todo lo que ofrecía la música popular en ese entonces, lo que nos da idea de la visión mundial que sobre esta él ya tenía.

Después de un segundo viaje a Nueva York en 1930 se radica en Barranquilla, vinculándose a la radio por varias décadas y después fundó su academia musical donde contribuyó a formar músicos de prestigios, desarrollando el primer método para el aprendizaje del acordeón vallenato. El caudal melódico del maestro Camacho y Cano lo encontramos hoy disperso en la obra de muchísimos autores que de él se nutrieron, razón por la que meritoriamente se le reconoce como el Padre de la música costeña o el Abuelo de todos.

Verdaderamente fascinante fue en este seminario dialogar con gente del Gran Caribe lo que nos ayuda a comprender que, por encima de cualquier diferencia, podemos compartir una identidad común que nos hace sentir orgullosamente caribeño. Próximamente se publicará la obra De Arenal a Nueva York sobre Ángel María Camacho y Cano un grandioso personaje de la cultura musical colombiana.

Por: Julio Oñate Martínez

Cultura
19 agosto, 2019

Seminario internacional de estudios del Caribe

El Instituto Internacional de Estudios del Caribe de la Universidad de Cartagena acaba de realizar el XIV Seminario Internacional, que se desarrolló en la ciudad Heroica del 29 de julio al 2 de agosto del presente año, en homenaje al escritor bolivarense Roberto Burgos Cantor in memoriam.


El Instituto Internacional de Estudios del Caribe de la Universidad de Cartagena acaba de realizar el XIV Seminario Internacional, que se desarrolló en la ciudad Heroica del 29 de julio al 2 de agosto del presente año, en homenaje al escritor bolivarense Roberto Burgos Cantor in memoriam, quien fue entre los narradores colombianos posteriores a García Márquez, uno de los más reconocidos no solo aquí en Colombia si no en el exterior.

Su gran conocimiento sobre la música del Caribe le permitió escribir un cuento sobre Alejandro Durán, “Este pedazo de acordeón”. La Ceiba de la memoria es tal vez la mejor novela colombiana publicada después de Cien años de soledad, según el análisis del crítico literario Ariel Castillo Mier. Su muerte el año pasado cuando estaba en la plenitud de sus facultades constituye una pérdida realmente lamentable para la literatura colombiana.

El seminario se realizó en la sede del Centro de Formación de la Cooperación Española y como en toda sus ediciones anteriores, copiosa fue la asistencia con presencia de investigadores, académicos y artistas del Gran Caribe, que desde República Dominicana, Panamá, Cuba, Puerto Rico y hasta España y Estados Unidos con gran devoción llegan a este encuentro inaplazable de la intelectualidad caribeña, para enriquecer el conocimiento sobre el territorio bañado por el mar de los Caribes, cuya cultura como bien lo señala Alfonso Múnera Cavadía, director del instituto: “alimenta nuestra humanidad y nos ayuda todos los días hacer seres altivos y dignos”.

Durante los cinco días del seminario fueron debatidos temas sobre el conflicto y pos conflicto en el Caribe colombiano y de otros territorios y litorales, sus puertos, comercio, medio ambiente y desastres naturales, música, literatura y globalización con su impacto social y económico.

Me correspondió el gran honor de participar como panelista en el cierre del seminario acompañado del filósofo e investigador cultural Enrique Luis Muñoz, Mario García Hudson investigador musical de Panamá, y el pianista Pablo Almarales, profesor e investigador de la Universidad de Bellas Artes de Cartagena en el trabajo “Camacho y Cano, la diáspora costeña en la música de New York”.

90 años han trascurrido desde aquel lejano 1929 cuando Ángel María Camacho y Cano zarpó desde Cartagena hasta Nueva York, movido por la necesidad espiritual de que en la capital del mundo se enteraran de la riqueza musical del Caribe colombiano. Había nacido en San Estanislao, hoy Arenal en el departamento de Bolívar en 1901 y después de pasar por un seminario, por una facultad de derecho, un conservatorio y una orquesta de jazz se entregó por completo a la música dándole sus mejores años y su vida entera.

Su equipaje minúsculo para un barco estaba representado en una pequeña maleta repleta de partituras y arreglos musicales de piezas de su inspiración y de otros autores. Había sido contratado por la estadounidense etiqueta disquera Brunswick y allí grabó con músicos de Puerto Rico de la orquesta del gran maestro borincano Rafael Hernández, más de un centenal de canciones que incluían porro, fandango, cumbia, parranda, danzón, paso doble, schotis, foxtrot y en fin todo lo que ofrecía la música popular en ese entonces, lo que nos da idea de la visión mundial que sobre esta él ya tenía.

Después de un segundo viaje a Nueva York en 1930 se radica en Barranquilla, vinculándose a la radio por varias décadas y después fundó su academia musical donde contribuyó a formar músicos de prestigios, desarrollando el primer método para el aprendizaje del acordeón vallenato. El caudal melódico del maestro Camacho y Cano lo encontramos hoy disperso en la obra de muchísimos autores que de él se nutrieron, razón por la que meritoriamente se le reconoce como el Padre de la música costeña o el Abuelo de todos.

Verdaderamente fascinante fue en este seminario dialogar con gente del Gran Caribe lo que nos ayuda a comprender que, por encima de cualquier diferencia, podemos compartir una identidad común que nos hace sentir orgullosamente caribeño. Próximamente se publicará la obra De Arenal a Nueva York sobre Ángel María Camacho y Cano un grandioso personaje de la cultura musical colombiana.

Por: Julio Oñate Martínez