A muchos amigos y familiares hemos visto partir en estos días, sin que el dolor o el miedo hayan logrado volvernos una mejor sociedad, como ilusamente al principio de la pandemia creímos sucedería. En alguna oportunidad también dije y no me equivoqué, que era más fácil encontrar una vacuna contra el covid-19, que llenar de perdón, tolerancia, respeto y solidaridad a nuestros corazones, olvidando un poco nuestra egoísta comodidad personal, para trascender a una visión holística del bienestar colectivo como supremo requisito de la convivencia pacífica.
Seguimos siendo mezquinos. Los pequeños detalles gravitan nuestro comportamiento hasta secuestrarnos en la estupidez. Con tristeza vemos a enfermos luchando con el exudado que comprime sus pulmones, escupiendo los postulados anacrónicos de su tan equivocada como radical doctrina política, más preocupados por si la vacuna que puede salvar su vida y la de muchas personas proviene de un país de tendencia política de derecha o de izquierda.
También encontramos liderazgos de los más rancios extremos políticos del país, intentando poner de su lado a la ya sesgada normatividad nacional, no buscando la verdad, justicia, reparación y no repetición de los dolorosos hechos de la intestina guerra que nos arrodilló por décadas, sino el cobro por ventanilla de sus odios, resentimientos y demás homenajes a sus bajas pasiones, conjugados en la sed de eterna venganza a la que nos quieren condenar.
Más cerca, en nuestro departamento cualquier día nos despertamos con un gobernador absuelto por la Corte Suprema de Justicia, en una maratónica decisión que a él lo reintegra a su cargo y a quienes le apostamos a la voluntad popular como exclusivo mecanismo para otorgar el poder, nos motiva a seguir haciendo uso del respetuoso disenso en contraria expresión de la inercia política.
Quisiera que el gobernador aprovechara esta nueva oportunidad, pero no soy tan optimista porque a fuerza de una muy bien estructurada campaña publicitaria, con efectos parecidos a la historia del pastuso que contrató a un paisa para que lo ayudara a vender una vaca mala y cuando escuchó los atributos que el ‘culebrero’ habilidosamente le endilgaba al animal se creyó el cuento y decidió no venderla, el gobernador está convencido que lo hizo bien y que lo hará mejor, volviéndose consecuentemente caprichoso y dueño de la verdad absoluta según él, contrario al agudo pragmatismo de un buen mandatario.
Hoy así están las realidades, que si bien es cierto junto al fútbol de las eliminatorias a Catar 2022 distraen el estrés que produce la incertidumbre de la pandemia, también garantizan la crisis, tanto económica como de valores, que al final acentuará el covid-19 si seguimos en los mismos comportamientos.
Por eso la reflexión es para cada uno de nosotros. Como sociedad civil debemos permitir e incluso promover la confrontación ideológica, sin tolerar que haya muertos buenos o malos, porque simplemente no debe haber crímenes por inclinaciones políticas. La vida nacional no puede ser el cuadrilátero en el que la extrema derecha y la izquierda radical se arrastren en un obtuso pugilato no precisamente de ideas, solo de non sanctas estrategias para aniquilar al adversario. Más parecen una recua de vándalos callejeros luchando por un territorio, que estadistas interesados en resolver los trascendentales problemas de un país en crisis.
Departamentalmente el llamado es a mantener las esperanzas por un futuro mejor y trabajar por él. No dejarnos convencer, como el pastuso, de que estamos frente a grandes obras cuando éstas no mejoran la vida de nadie. Apropiarnos de nuestra condición de ciudadanos, como sujetos políticos en la toma de decisiones democráticas, porque no es cierto que electoralmente haya invencibles. Eso solo depende de ti y de mí. Piénsalo. Un abrazo. –